Rosalía reina en el Primavera Sound
La cantante catalana cerró el festival con una multitudinaria actuación en el Forum
El Primavera Sound pone rumbo a Madrid tras reunir a 193.000 personas en Barcelona

Salió Rosalía, se multiplicó la gente como por arte de ensalmo en el Forum y el ciclón 'Motomami' tocó tierra en el Primavera Sound. Como en 2019, cuando la catalana se estrenó en el festival con su primer gran baño de masas, ... pero aún mejor. Con más público. Con las expectativas por las nubes.
Rugido de motor, móviles en posición de firmes y ahí estaba Rosalía, escoltada por ocho bailarines y dándole gas a 'Saoko'. Poder y gloria desde el primer minuto.
«Esto de hoy en realidad es fuertísimo», dijo la cantante después de que 'Bizcochito' y 'La fama' transformasen la explanada del Forum en un gigantesco karaoke. «Recuerdo ver a Grace Jones aquí y soñar con ser cabeza de cartel de un festival, así que gracias, Barcelona», añadió. Sueño cumplido y prueba más que superada. Y por si alguien aún dudaba de que lo de cabeza de cartel también se le empieza a quedar pequeño, jaleo de palmas y arrebato flamenco con 'De aquí no sales' y 'Bulerías'.
Sin demasiadas variaciones respecto a lo que se vio en el Palau Sant Jordi el pasado verano (leves retoques de repertorio y un par de cubos luminosos para reforzar el diseño minimalista del escenario), la catalana reinó en el Forum y se coronó como superestrella de progresión imparable. El sonido, es cierto, pudo ser mejor, e incluso trastabilló el arranque de 'Hentai', balada servida a voz y piano: parte del público se quejó de que no se oía y hubo que parar para resolverlo. Nada que una buena inyección de decibelios no pudiese solventar. En el guion, 'La noche de anoche', 'Linda': (sin Tokischa, que no debía andar lejos) y una 'Despechá' con las revoluciones disparadas. Reguetón, mambo, bolero y lo que le echen.
Jugaba en casa y se notaba, aunque al final se echó de menos algo más de ritmo y contundencia arrolladora: lo de Rosalía pudo haber sido un huracán, sí, pero se quedó en vendaval a trompicones. Demasiados altibajos sonoros para un concierto de apenas una hora.
De negro riguroso y con las cámaras siguiéndola de la cerca, Rosalía maniobró entre la electrónica robusta de 'Motomami' y el trote seco de 'La Combi Versace', sacudió el Fòrum con enérgicas tomas de 'Beso' y 'Vampiros' y puso a Barcelona a bailar con 'Con altura'. Guiños a sus abuelos, declaraciones de amor a la ciudad y una versión espléndida del 'Héroe' de Enrique Iglesias reforzaron el carácter excepcional de una noche coronada por 'Malamente', 'Chicken Teriyaki' y 'CUUUUuuuuuute'. Rosalía, en la cumbre. En su salsa.
Sin llegar a los extremos del año pasado, el sábado fue en el Forum el día con más público. Costaba caminar por el recinto sin tropezarse con alguien, aunque las colas más aparatosas estaban a las puertas de las zonas VIP o esperando tanda en un puesto de hamburguesas 'gourmet'. También, detalle bizarro, junto a un confesionario que los suecos han instalado en el recinto. Cosas de los festivales, mezcla casi perfecta de galería de arte, sala de conciertos, centro comercial y sanfermines.
El tamaño y el futuro
El Primavera Sound, dijo ayer su director, Alfonso Lanza, ha encontrado la medida exacta. Menos gente que el año pasado pero más comodidad. Sin desbordes ni aglomeraciones. Mejor así. Más tiempo para centrarse en otro de los temas que marcarán la agenda del festival: la renovación del público. Ampliar la base para proyectarse al futuro. Porque, ay, ni Depeche Mode ni sus fans estarán por aquí para siempre. A eso, parece, estaba encomendada la jornada del sábado, generosa en volantazos sonoros, idas y venidas del pop mainstream a las músicas urbanas, y cabezas de cartel con más futuro que pasado. Así, a ojo, la media de edad bajó un par de décadas después del fundido a negro del viernes. A los 'primaverers' del futuro se les acumulaba el trabajo dejándose arrollar por el rodillo de reguetón deslenguado y picante de la dominicana Tokischa (el escenario, una olla a presión, se le quedó ridículamente pequeño) o partiéndose las caderas con Villano Antillano.
Otra opción era maravillarse con funk marciano, pura fantasía galáctica, de una St. Vincent que estuvo imponente. Retorcida y vibrante en 'Daddy's home' y 'Birth in reverse', irónica y deliciosa en 'New York' y 'Sugarboy'. Prince estaría orgulloso. A su lado, Caroline Polachek, superestrella en ciernes, se pasó de vaporosa y élfica. Venía la cantante estadounidense a presentar el voluptuoso y mutante 'Desire, I want to turn into you', pero a su evocación del pop retrofuturista le faltó algo. Le faltó, de hecho, lo mismo que a Lorde el año pasado: una pizca más de magia. Al final, la cosa mejoró con 'So hot you're hurting my feelings' y 'Smoke', pero se esperaba más. Más Kate Bush y menos Enya. A pocos metros de distancia, Kelela y Nia Archives competían por ver cuál de las dos era más atrevida en su reinvención de las músicas negras. Soul cubista y R&B digital vs. drill trotón y taquicárdico drum'n'bass. ¿Guante de seda o puño de hierro? Un poco de cada, aunque lo de Kelela fue un poco más accidentado… Hasta que Månskein aparecieron en el escenario contiguo y la desalojaron de malas, pésimas maneras, atropellando el sonido.
Otra manera de acercarse al futuro es hacerlo de la mano de ilustres veteranos, septuagenarios que siguen sonando contemporáneos y relevantes. Por ahí estaba John Cale haciendo historia a cubierto, recordando a Nico con 'Moonstruck' e imprimiendo velocidad a 'I'm waiting for the man' mientras le echaba unas miradas a sus músicos que ríete tú de las malas pulgas de Lou Reed. Y sí, hablando del neoyorquino, también se pudo ver a Laurie Anderson pilotando una nutritiva y sanadora 'performance' músicopoética salpicada de guiños a Philip Glass y la inteligencia artificial.
A otras horas y en otras escenarios, My Morning Jacket estuvieron soberbios en su acercamiento al rock de raíz setentera; The War On Drugs acortaron distancias, saxofón y distorsión mediante, entre el Springsteen de los ochenta y el indie de estadios; y Måneskin movilizaron a la colonia italiana para coronarse como ídolos del rock fotogénico y 'spinaltapiano'. Puro teatro, rock de patadón al área y sutilezas las justas. Lo mismo que Calvin Harris colando el 'Seven Nation Army' de los White Stripes en su sesión.
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