Mario Vargas Llosa: «Si tuviera que elegir a un heredero, sería un poeta»
El premio Nobel publica 'Le dedico mi silencio', una novela sobre la utopía con la que anuncia su retiro
Crítica de 'Le dedico mi silencio', de Mario Vargas Llosa: su amado Perú en la novela de despedida
El último de la tribu se retira. Así lo ha dicho el único autor vivo del 'Boom' y Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Después de ésta no habrá más novelas. Cuando se le pregunta por quién podría sucederle, resulta curioso que uno de ... los novelistas más grandes del siglo XX elija como heredero a un poeta. Para cerrar una carrera literaria marcada por 'Conversación en la catedral' o 'La ciudad y los perros', ha elegido una historia cervantina y compasiva del Perú.
'Le dedico mi silencio' (Alfaguara) es la gran novela sobre la utopía. En sus páginas narra la vida de Toño Azpilcueta, un erudito en música criolla y un nostálgico de esa Lima tradicional que quiere ver a su país unido por la música. Para conseguirlo, se propone escribir la historia del guitarrista Lalo Molfino, uno de los mejores del mundo, pero que acabó sus días pobre y olvidado. En el trasiego por averiguar quién es el personaje, descubre que la música derriba barreras sociales y reúne a quienes la aman en algo mucho más duradero que una patria. El autor nos responde a este cuestionario.
—¿Toño Azpilcueta es su propio Alonso Quijano?
—Me alegraría mucho que Toño Azpilcueta tuviera semejante tamaño pero, desgraciadamente, no es así. Lo que sí tiene es algo quijotesco, como lo tienen todos los soñadores de utopías que persiguen sueños imposibles.
—¿El escritor está condenado a no poder dar cuenta de su propia realidad, aunque le vaya la vida en ello?
—Los escritores somos unos tipos raros, que nos descolgamos de una manera misteriosa y a veces irritante. Una sociedad está construida por gentes de todo tipo que actúan o dejan de actuar en función de sus necesidades. Los escritores tienen un papel importante para una sociedad, desde luego, entre otras razones porque expresan una insatisfacción que ayuda a los lectores a cuestionar la realidad, a buscar un mundo distinto, mejor. Lo que no hacen los escritores es describir la realidad, ni siquiera la suya, tal cual, pues inventan un mundo de palabras; es decir, un mundo que no existe, incluso si tiene semejanzas con la realidad verdadera.
—En un Perú castigado por el Sendero, la música es la verdadera cohesión. ¿Qué otras creaciones, además de la música, construyen una sociedad?
—La música es una de las más populares manifestaciones artísticas de un país. La poesía es otra, mucho más reducida, pero, a veces, con más profundidad. En Chile, por ejemplo, los poetas llevan la bandera. Y la literatura, por supuesto, contribuye a la construcción de una sociedad. Pero la verdad, la cultura en todas sus manifestaciones tiene un papel preponderante.
—¿Y en Perú?
—En el caso del Perú, la música es una excepción a la regla. Porque todas las cosas nos dividen, salvo el amor a la música criolla, por eso me pareció importante centrarme en ella. En el resto, las adhesiones suelen ser más superficiales y pasajeras. El fútbol, por ejemplo, puede unirnos en un momento dado, pero al poco tiempo se olvida. La música tiene algo más permanente.
—Aborda una dimensión sentimental del Perú, compasiva incluso. ¿Cervantina acaso?
—No me atrevo a decir que mi novela es cervantina. El Quijote fijó una tarea muy ardua para todos los escritores de esta lengua. Y hay que soñar con alcanzarlo. Sí es sentimental, no puedo negarlo, y por eso le tengo gran cariño a esta novela. Una de las formas en que la novela aborda el sentimentalismo es la huachafería, esa variante peruana de la cursilería, una creación muy propia del Perú, que impregna las relaciones humanas. Pero no lo digo de forma peyorativa; al contrario, es algo que da una cualidad especial a las relaciones sentimentales.
—Lalo Molfino, enterrado en una fosa común, con los huesos de algún animal andino, está condenado a la desmemoria, al olvido. ¿Qué encarna Lalo, acaso el Perú?
—Lalo Molfino es la esencia misma la peruanidad. Esa obsesión que lo mantiene vivo ha sido la pasión de su vida, se entrega a ella en cuerpo y alma, pero el medio lo termina frustrando. El país no estuvo a su altura y lo dejó medio enfermo y lo enterró en una fosa común. Allá ellos.
—Nobel, escritor consumado, voz irrebatible, ¿alguna vez un escritor joven le ha enseñado algo?
—Lo que me ha enseñado un joven escritor anónimo es la paciencia. Dedicar muchos años a una sola empresa, por ejemplo, una novela. Qué maravilla. Algunos novelistas han sido capaces de escribir novelas en muy poco tiempo. Dicen que Faulkner escribió 'Mientras agonizo' en seis semanas. Yo no puedo. Para mí una novela es una empresa de muy largo aliento que consume mis horas durante semanas, meses, años, varios años.
—Europa intenta, América está revuelta, Inglaterra se aísla… ¿Cómo ve Mario Vargas Llosa a Occidente?
—Occidente es lo que más se ha acercado a la perfección dentro de las limitaciones que tiene toda sociedad humana, o el que está menos lejos de conseguirla, aunque aún le falte mucho para alcanzarla. Creo que, desde el punto de vista político, los países que representan sociedades democráticas sólidas son los más avanzados de la tierra. Pero no hay que quedarse allí, hay que seguir cambiando y mejorando, y en muchos países occidentales hemos visto en años recientes tendencias populistas o autoritarias, o aislacionistas, aunque felizmente hemos visto también una reacción saludable frente a eso. El resto de los países están muy lejos de haber alcanzado esta prosperidad. Pero el camino está abierto a todo el que quiera unirse. Mi espíritu se regocija pensando que América Latina podría seguir las huellas de este ejemplo
—Se retira. Si tuviese que elegir a un heredero literario, ¿a quién elegiría?
—Si tuviera que elegir a un heredero sería un poeta. La poesía es un género en el que sólo cabe la excelencia. Hay cuentos y novelas que pueden no ser excelentes y sin embargo se dejan leer, pueden tener algún mérito. En cambio, la poesía es un género que exige la perfección. Admiro a los grandes poetas pero, a pesar de que alguna vez me he atrevido a escribir algún poema, no es mi género. Por eso me gustaría que un heredero mío fuera poeta.
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