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'Le dedico mi silencio', de Mario Vargas Llosa: su amado Perú en la novela de despedida
NARRATIVA
En esta novela-ensayo, ha creado un 'alter ego', el protagonista y narrador en primera persona de partes de la obra, de nombre Toño Azpilcueta. Crítica de José María Pozuelo Yvancos
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Última entrevista
![El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/10/23/vargas-RH46hk7SysFWhzw8vtvH6uM-1200x840@abc.jpg)
Parece que a Mario Vargas Llosa le gustan los números redondos. Sesenta años después de publicada la primera obra maestra suya, 'La ciudad y los perros' (1963), se despide del género novela, con la que hace la número veinte, la titulada 'Le ... dedico mi silencio'. Ha querido que tal información anuncie este cierre en un breve texto conclusivo que por cierto también anuncia el último libro siguiente, un ensayo sobre la figura de Jean-Paul Sartre.
Y por si teníamos duda de lo que afirmé arriba sobre números redondos, resulta que con un antetexto en francés, precisamente de Jean-Paul Sartre con una paradoja sobre santos y asesinos, se abría 'La ciudad y los perros'. Como se sabe aquella primera fue novela limeña; también lo es 'Le dedico mi silencio'.
NOVELA
'Le dedico mi silencio'
![Imagen - 'Le dedico mi silencio'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/10/23/1587portapozuelo-U36684668022oiq-224x330@abc.jpg)
- Autor Mario Vargas Llosa
- Editorial Alfaguara
- Año 2023
- Páginas 312
- Precio 20,90 euros
Que transcurra en Lima no es nada extraño, pues otras del escritor también lo han hecho. Que sea muy diferente a aquellas otras, marca sin embargo una singularidad. La diferencia es de estilo, pero sobre todo de fisonomía e intención. 'Le dedico mi silencio' es una novela-ensayo configurada como una declaración de amor al Perú hecha desde un idealismo que no disimula un cierto carácter naif, adjetivo que luego explicaré. Para ello ha creado un 'alter ego', el protagonista y narrador en primera persona de partes de la novela, de nombre Toño Azpilcueta, descendiente limeño de un italiano de origen vasco, que dedica su vida al estudio de la música criolla popular del Perú, que tiene diferentes géneros, del que ha resultado el más conocido y difundido vals peruano.
La música criolla, verdadera protagonista de la novela, ha sido conocida universalmente desde las canciones de Chabuca Granda o Cecilia Barraza. De la primera se habla en la obra, venciendo Toño sus primeras reservas hacia ella. A la segunda la hace incluso personaje de quien Toño Azpilcueta se halla enamorado y que protagoniza el nostálgico y melancólico paseo de dos amigos por el barrio de Miraflores, con el que la obra se cierra .
La estructura fluctúa entre capítulos de trama novelesca y otros donde desarrolla una tesis crítica sobre la historia de Perú
Dos afirmaciones de mi crítica precisan aclaración: novela-ensayo y carácter programáticamente naif de su idealismo. La estructura de la novela fluctúa entre capítulos de trama novelesca y otros alternantes en que va desarrollando una tesis muy documentada y valientemente crítica sobre la historia del Perú, pero especialmente sobre los diferentes géneros e instrumentos musicales de la población criolla en quien basa, ahí viene el idealismo naif, la tesis de que el amor por esa música alcance a ser el vehículo que pueda armar la unidad y la reconciliación de una sociedad quebrada en bandos irreconciliables muchas veces fratricidas, como ocurrió con el terrorismo de la banda Sendero Luminoso, aludida varias veces en la obra, aunque de pasada. Los capítulos ensayísticos, que se suponen narrados por Toño, apenas ocultan que la voz que opina, lamenta o tiene esperanza pertenecen al propio Vargas Llosa.
Estos capítulos proporcionan uno de los gozos mayores que el lector puede recibir en esta novela: el recorrido por el vocabulario, el gusto y sonoridad con que sustantivos, adjetivos dan cuenta de géneros y modalidades del decir o del cantar. Fíjense tan sólo los vocablos que convoca el perdido arte del pregonar: rosquetes, reyes frescos, cojinova, picaronera, tamalera y tisanera. Más adelante aparecerán los guitarristas y cajoneadores del Perú y los bailarines de valses, huainitos, marineras y resbalosas. Nos invitan estos capítulos ensayísticos a un festín de vocablos que han pervivido en tales géneros musicales, y un gusto por la sonoridad de un español que el lector admira por vez primera muchas veces. No le va a la zaga, cuando se trata ya de los capítulos novelísticos sobre los espacios urbanos en que han vivido y viven tales expresiones, comunidades agolpadas en los callejones de Lima, como los más antiguos de Malambo y Monserrate, y luego los del río Rimac, Bajo el Puente y Barrios Altos.
Misterios
Desciende Vargas Llosa al mejor estilo naturalista en la descripción de estos amasijos de hombres y ratas, donde tiene lugar por cierto el descubrimiento que Toño Azpilicueta hace del mejor guitarrista que a su juicio hubo nunca en el país, un tal Lalo Molfino, cuya biografía se propone Toño Azpilcueta trazar y escribir. Tal trazado y escritura da sentido y forma a los capítulos novelísticos de la trama. El interés mayor de estos capítulos se sostiene sobre la proverbial destreza de Mario Vargas Llosa como constructor de una trama, amparado en la estructura habitual de la 'quête', o búsqueda para resolver los misterios que rodean el destino de este personaje, aquejado de una enfermedad psicológica, quizá causada por el abandono recién nacido en una escombrera, plagada de ratas que a punto estuvieron de devorarlo.
No son tales roedores referencia inocua, pues aparece de continuo en las obsesiones del mismo Toño Azpilcueta. El vínculo entre la parte novelística y la ensayística se precipita por la escritura de un ensayo de éste sobre la música criolla del Perú concentrada en la biografía de Lalo Molfino. Como si únicamente un libro pudiera quijotescamente salvar los géneros criollos y la vida del Perú, nación amada por personaje y autor a un mismo tiempo.
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