Eduardo Manzano: «La izquierda no tiene hoy un relato para la historia de España»
El medievalista propone en su ensayo 'España diversa' una lectura desde la diversidad para comprender la historia y evitar lecturas identitarias
La España rota de la memoria histórica
La polarización está aplastando todo lo que compartimos. También el relato de la historia. El fenómeno de 'dos Españas en la historia' no es nuevo, pero arrecia. Unos eran de Reconquista, Emperador, Hispanidad y épicas del 2 de Mayo; otros de Al-Ándalus, comuneros, ' ... nada-que-celebrar' y liberales románticos. Pero ya no funciona así. Seguramente la política ha logrado que a la izquierda más trompetera los liberales le parezcan tibios y para la derecha de tambores cualquier crítica a 'la obra de España' en el Nuevo Mundo le parezca una traición. Un cuadro sobre la batalla de Covadonga provocó recientemente una guerra en redes. El ministro con planes ambiguos de descolonización de museos moviliza en contra a casi todo el tablero.
Pero los historiadores siguen trabajando. Trabajan para acabar con mitos, regresan a fuentes directas (como han hecho Álvarez Tardío y Del Rey con la violencia política de 1936), o proponen lecturas de nuestra historia que son una invitación a pensar y debatir, no a buscar culpables. Esto lo ha hecho Eduardo Manzano, medievalista e investigador del CSIC, que publica 'España diversa' (Crítica) en el que establece un nuevo recorrido por la historia de nuestro país evitando cualquier esencialismo, en una lectura con las claves de nuestra historia plural, que es la que compartimos.
–¿Está de acuerdo con que hay dos Españas en la historia?
–Sí. Hay un discurso conservador de la historia de España muy asentado, prácticamente invariado desde Modesto Lafuente, y la izquierda no tiene hoy un relato para España. Ese es el asunto.
–¿A qué se debe que la izquierda tenga un problema con la historia de España o con sus símbolos?
–Pues yo creo que en la Transición hay una explosión de historias, se abandona la historia de España, que se considera más o menos asentada, y entonces tienes toda esta gran inflación de historias periféricas de Cataluña, del País Vasco, de Andalucía. Entonces los sectores progresistas se quedan sin un relato de la historia de España. El que había lo monopolizó el sector conservador. Es un buen relato, coherente, pero no bien fundamentado.
–¿Por qué?
–Porque la investigación histórica de los últimos treinta o cuarenta años lo ha puesto en cuestión. Sobre la romanización, sobre la reconquista como fenómenos homogéneos. ¿Cuál es el problema? Ha habido como críticas a los hitos de la historia de España, pero no un relato que haya ensartado todo esto desde una perspectiva distinta.
–¿Esa es la clave de la diversidad?
–La historia enseña que este país ha manejado la diversidad mejor de lo que tendemos a pensar. Cuando se han puesto en marcha programas homogeneizadores, fracasan. El último de ellos ha sido el franquismo, y acabó fracasando; no acabó con la diversidad, las lenguas no desaparecen, ni las literaturas. Cuando muere Franco ya había ikastolas en el País Vasco.
–Y Pla escribía en catalán.
–Exactamente, y era favorable al régimen. La única uniformidad que tuvo éxito fue la religiosa, la expulsión de judíos y moriscos, pero pasados cuatro siglos esto ha variado radicalmente.
–Karen Armstrong habla de 1492, con la expulsión de los judíos, la caída de Granada y la llegada a América, como el inicio de la modernidad. A pesar de la homogeneidad o por eso mismo.
–España crea una sociedad homogénea, sí, y ese programa también se traslada a América. Y se produce la cristianización de la sociedad indígena, pero no se acaba con la diversidad tampoco. Se genera una sociedad extraordinariamente diversa.
–Los propios evangelizadores estudiaban las lenguas porque eso les volvía imprescindibles.
–A veces temen que esas lenguas sean vehículo de herejías. La paradoja está en que la hispanización de la sociedad americana se produce con las independencias. Antes no todo el mundo hablaba castellano. Tampoco incorporan en el XIX a los indígenas como ciudadanos de primera.
–¿La diversidad no procede del mestizaje, de las leyes protectoras, aunque no siempre se cumplieran? Yo siempre he pensado que algo de la romanización late ahí.
–O de la islamización. No diría que los conquistadores reproducen la islamización. Pero a lo mejor sí que hay una serie de usos medievales que ellos tienen todavía en la cabeza. ¿El mestizaje? Los conquistadores adquieren mujeres indígenas, pocas españolas habían viajado a América. Hay una transferencia masiva de mujeres que pasan a engrosar las familias patriarcales de los conquistadores.
–Pizarro se casa con princesas, tal vez reproduce la política matrimonial de los Reyes Católicos, a su manera.
–Exactamente. Es una manera de imponer el dominio. También es la mejor manera de destrozar las sociedades indígenas. Tú quitas a las mujeres. Por ejemplo, había sociedades matriarcales como los taínos. Cambia, ¿no? Y hay elementos que establecen que son vasallos de la corona, pero no tanto. Desde el régimen de la encomienda, las obligaciones de hacer trabajos colectivos para la administración, la prohibición de portar armas o de montar a caballo que tienen los indígenas.
–¿Es una integración en la educación?
–Hasta 1697 las poblaciones indígenas e incluso los mestizos tienen prohibido el acceso a las órdenes religiosas. Es interesante. Porque una de las cosas que se teme es que los indígenas puedan introducir elementos de sus antiguas creencias. Y en las cuestiones jurídicas, el testimonio de un indígena no es lo mismo que el de un castellano. Es decir, necesitas dos indígenas frente al testimonio de un castellano. Tienen un estatus claramente inferior. Eso sí, el enorme mestizaje que se empieza a producir se descontrola por todos lados.
«Con trazos gruesos tú no entiendes la historia de España. Si la simplificas solo hallarás perchas identitarias»
Eduardo Manzano
Historiador
–Luego se complica con la llegada de los esclavos. Jorge Juan (siglo XVIII), en el informe secreto, acusa a los encomenderos de que preferían indios porque al esclavo había que cuidarlo.
–También ponen a esclavos como capataces de las poblaciones indígenas. En esta complejidad incide mi libro. Con trazos gruesos tú no entiendes la historia de España. Es tan compleja, es tan paradójica, tiene tantas capas, es tan enorme, que si simplificas lo único que harás es buscar perchas identitarias.
–Ahí está el meollo del libro. ¿Buscamos a 'los nuestros' en la historia?
–Y puedes quedar satisfecho tú solo pero te pierdes todo. Para mí la historia de España es una fuente de conocimiento humanístico. ¿Por qué no intentamos entender mejor las sociedades americanas, o Al-Ándalus? Las visiones identitarias están fomentadas por historiadores y publicistas que piensan que sus creencias y sus valores son los mismos que los que existieron en el pasado y los mismos que tiene que tener toda la sociedad. Que los que no los tengan no son parte de esa historia.
–Cita a Pierre Vilar: la historia debe enseñar a leer el periódico.
–Eso es. Me he sentido identificado con Azaña, en las sesiones de las Cortes de la aprobación del Estatuto Catalán, cuando dice, miren, tenemos esta realidad. Y la única manera que tenemos de manejar esto es, efectivamente, entendiendo esta diversidad y asumiéndola como propia por parte de todos.
–¿Cree que las versiones identitarias irán a menos?
–Un taxista sevillano me preguntó: nosotros los españoles, ¿de qué nos tenemos que sentir orgullosos? Y yo no supe qué respuesta darle. Ahora creo que le diría: se tiene que sentir orgulloso de vivir en un país muy diverso, con lenguas diversas, con culturas diversas, incluso religiones diferentes.
–¿Eso no es esquivar hechos como la circunnavegación, o la expedición Balmis, si solo nos podemos sentir orgullosos de fenómenos gramaticales? La ciudadanía necesita una comunidad sentimental con objetos de respeto.
–Un historiador inglés decía que la única historia que merece la pena es la que hace sentirse orgulloso a un joven de 19 años. Por esa razón, los ingleses se pueden sentir muy orgullosos de haber dominado un continente entero como la India, cosa que nos produce un cierto rechazo. O los norteamericanos de haber masacrado a todos los indios e imponer su sociedad más avanzada.
–No todo es así.
–Pero te empiezas a meter en líos, porque lo que te puede proporcionar orgullo para otros puede tener un reverso de la moneda. En una sociedad de conocimiento, me pregunto si tenemos que seguir manteniendo estas ideas, que ya no dan respuestas.
–¿Obviamos que hubo cosas concretas que fueron positivas?
–El problema es la adjetivación. He intentado en el libro huir de los adjetivos. En lugar de tener un relato compartido sobre la base de juicios del pasado, sobre si estuvo bien, si estuvo mal, tengamos un relato compartido basado en un conocimiento. ¿Al-Ándalus estuvo bien o estuvo mal? Yo le puedo hablar de astrolabios, de avances médicos y otro de Al-Manzor y de cómo destruye Barcelona en una de sus campañas.
«La Guerra Civil no puede ser un hecho de identidad política. Eso debe terminar. Es historia»
Eduardo Manzano
Historiador
–¿Esa distancia es posible con el siglo XX, con la Guerra Civil, con Cataluña?
–La Guerra Civil debe ser concebida ya no como un hecho de identidad política, sino como un hecho histórico. Hay mucha gente a la izquierda a la que no le gusta nada esto. Pero, de alguna manera, tiene que llegar un momento en el que esto se termine. Es historia.
–¿Qué debe hacer la tolerancia con la intolerancia?
–Ahora mismo lo más progresista que podemos hacer, todos, es buscar lugares de encuentro. Y ya está. Entender lo que se está diciendo, unos y otros. Eso no es ser equidistante, es simplemente tratar de sacar la conversación del enquistamiento que estamos viviendo. No nos está haciendo mejores, nos empobrece. Con ese enquistamiento sólo ganan los extremos más reaccionarios.
–Todo se ha deteriorado muchísimo. ¿Qué tendría que hacer, digamos, el mundo conservador para aceptar de una vez tanta diversidad?
–Aceptar la diversidad en la historia de España. No volver a ese relato que consideran que es el único y exclusivo de la nación española. Yo este libro lo acabo con una defensa de la Constitución del 78, el mejor marco legal que hemos tenido para la diversidad. Aceptar la diversidad de España, entender que el euskera es una lengua que es necesario defender y que es necesario, bueno, pues, seguir manteniendo.
–Y el mundo progresista, ¿qué debe hacer para vencer esa especie de arcada que tiene con nuestra historia?
–Lo primero sería abandonar una cierta visión trágica de la historia de España. Hay elementos terribles, como en Europa. Segundo, aceptar que somos el resultado de un proceso que no estaba determinado para producir el presente. La izquierda quizá tendría que volver a leer más historia. Importan clichés de la anglosfera. Hay que producir un poco de pensamiento crítico propio y aceptar el país, alguna narración histórica tienes que ofrecer. La izquierda no ha sabido manejar una historia que cambia de forma y que encierra paradojas.
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