José Manuel Puebla, viñetista de ABC: «Hoy no se buscan votantes críticos sino fans, que se cargan los matices»
El humorista gráfico de ABC recopila sus viñetas del último lustro en 'La ventana indiscreta'
Todas las viñetas de Puebla en ABC
José Manuel Puebla hace un homenaje a Hitchcock en su nuevo libro
Asomarse por la 'La ventana indiscreta' de José Manuel Puebla (Cartagena, 1970), aunque amortiguada por el humor, da cierta sensación de vértigo. No solo porque al contemplar de nuevo los más de dos centenares de obras que el humorista gráfico ha publicado en ... ABC y 'La Verdad' se obtiene la enésima prueba de lo rápido que pasa el tiempo, sino porque, como si del personaje encarnado por James Stewart se tratase, el instante que atrapa con su lente de aumento resulta de lo más revelador: Puebla dibuja verdades como viñetas.
El certero homenaje a Alfred Hitchcock fue idea del cineasta José Luis Garci, que también prologa esta recopilación, y la editorial Reino de Cordelia propuso extenderlo a toda la antología. Así, la actualidad del último lustro bajo el prisma de Puebla se organiza en el libro en torno a 'La soga' (economía), 'Frenesí' (sociedad) o 'Psicosis' (pandemia).
Dice Garci en ese texto introductorio que lo de Puebla tiene algo así como filosófico, a lo Savater. «Es de lo que más me ha emocionado del prólogo. Junto con la comparación que hace de Nieto y de mí en la página 4 de ABC como la mejor pareja de dobles del humor desde los tiempos de Stan y Oliver, que me parece graciosísimo», confiesa el humorista gráfico. Ese poso de pensamiento y reflexión pasa a través del tamiz de su ingenio para tejer el hilo argumental de 'La ventana indiscreta'. Y le ha salido una verdadera oda a la duda y a la zona de grises, en contraste con el pensamiento binario, tan resultón en redes sociales y tertulias hoy en día.
Una de las cosas que más le preocupan al dibujante es el aumento de la crispación en España, que Puebla entronca dentro de una ingeniería social que se quiere llevar a cabo. «La alientan para que no puedas pensar y así te puedan desposeer de espíritu crítico», afirma. «Es un desmontaje psicológico del ser humano –prosigue–. Aparece en 'La psicología de las masas', de Gustave Le Bon. Me parece a mí que algún político lo tiene también en la mesilla de noche». Con esos mimbres ha creado Puebla al chamán. Ataviado con una máscara primitiva y un cetro, está completamente despojado de ironía, solo dicta órdenes. «Separémosles de sus creencias para conducirles a una nueva alma colectiva. Salvémosles de sus ataduras y cuando sientan que son dueños de su destino, ya les habremos impuesto nuestra religión», entona como un mantra alrededor de la fogata en una de sus viñetas.
En esa estrategia de polarización «no se buscan votantes críticos, sino fans y los fans se cargan todos los matices. Pero eso es válido para los partidos de fútbol, no para una convivencia sana y de individuos adultos. Se crea una sociedad de adolescentes», argumenta el ilustrador. La tolerancia se convierte entonces en un valor en franco retroceso: «Han conseguido viciar un ambiente en el que ya solo nos podemos unir y comportarnos como gente normal en un partido de la Selección Española, en una Semana Santa o fiestas locales. Una vez que terminan, el gurú toca arrebato y divide el mundo: solo eres de los míos si dices que las bolsas blancas contaminan menos que el resto. Y no puedes decir que las azules, las verdes o las rojas contaminan igual», señala Puebla. La caricatura del pensamiento binario queda plasmada a la perfección en otro de sus dibujos: un hombre sentado en la mesa de un restaurante es incapaz de decirle al camarero lo que quiere de comer hasta que no le llegue el argumentario de su partido.
En 'La ventana indiscreta' también aparece cómo el humorista lleva al paroxismo el temor de decir algo equivocado, excluyente y potencialmente cancelatorio: «Preocupa más lo políticamente correcto que hacer correctamente lo político», se queja uno de sus célebres pensadores del banco. «Lo políticamente correcto ha sido la censura de nuestras vidas. A mí me hace mucha gracia cuando se habla de la censura a la que se enfrentaron Mingote, Chumi Chúmez o Martín Morales. Yo no vivo con nostalgia de aquellos tiempos, pero es cierto que estos maestros dirían que lo de ahora es peor. Había una censura que ellos sorteaban porque al otro lado había lectores transversales que tenían en común un deseo de libertad. Ahora ya no hay, lo que existen son lectores bipolares, que por la mañana dicen una cosa y por la tarde, la contraria».
Pese a que Puebla dice mantenerse ingenuo y con un envidiable nivel de estupefacción, es cierto que, cuando se conjugan el ambiente asfixiante y el bombardeo informativo, dan ganas de salir huyendo. En esos momentos es cuando el ilustrador saca a flote a su aislado: «Aparte de un juego de palabras con la isla, es náufrago por voluntad propia. Me permite desarrollar otro tipo de pensamientos que no son políticos, tienen que ver más con el silencio, con momentos de reflexión. Por eso, cuando ve que se acerca a la isla un mensaje en una botella, le da con el palo para que se aleje y le dice que no quiere notificaciones». ¿Obedece este personaje a un anhelo personal? «A veces –contesta–. Si mi mujer me escuchara diría: 'Pero qué va si tú eres un animal social', pero tengo mis momentos, sí. Los necesito para poder volver a salir con entusiasmo al mundo». Y con la perplejidad bien alta, por favor, añadiríamos nosotros.