La aventura de rodar 'La sociedad de la nieve', una 'performance' para viajar al corazón helado de las tinieblas

J. A. Bayona diseñó un plan de rodaje para desdibujar las fronteras entre realidad y ficción y poder recrear entre los actores su propia 'sociedad de la nieve'

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Parte del elenco y el equipo de 'La sociedad de la nieve', durante el complejo rodaje comandado por J. A. Bayona Quim Vives (Netflix)

«Este rodaje se planteó como una 'performance'», presume, orgulloso, Juan Antonio Bayona, que sabe que las posibilidades que ha tenido para rodar 'La sociedad de la nieve' son tan escasas en la industria actual como sobrevivir 72 días en lo alto de ... los Andes tras un accidente de avión, que es lo que les pasó a los integrantes del equipo de rugby uruguayo cuya historia ha llevado a la gran pantalla y más allá. Porque el rodaje fue un lugar casi de experimentación donde J. A. Bayona empujó a los actores a un lugar desconocido para recrear esa 'sociedad' entre el elenco y el equipo.

«Cogimos a un grupo de chavales muy jóvenes, la mayoría con poca o ninguna experiencia en cine, y crearon un vínculo en los seis meses en los que estuvieron haciendo 'castings'. Los hicieron además durante la cuarentena, con lo que muchas veces tuvieron que hacerla juntos. Y de ahí salió el grupo de actores. Estuvimos después siete semanas ensayando con ellos, repasando toda la historia y el libro», asegura Bayona, que recuerda cómo Pablo Vierci, que estaba en esos ensayos, separaba a los actores del grupo y les hacía un resumen exhaustivo de la biografía de cada superviviente. Por si acaso no estaban suficientemente imbuidos del espíritu, la producción se llevó a los chavales a Uruguay para que conocieran a los que salieron con vida de los Andes y a las familias de los que fallecieron. «Algunos incluso durmieron en sus casas», rememora Bayona.

El reto del rodaje

Tras todos esos preparativos, el elenco ya respiraba y pensaba como las 45 personas que viajaban en el Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló el 3 de octubre de 1972 en la cordillera de los Andes. Pero entonces Bayona fue más allá. Preparó un rodaje cronológico -algo muy poco habitual- para un total de 140 días de trabajo -algo más insólito aún-. «Imagínalos allí, juntos, pasando frío y hambre como lo pasaron los supervivientes. Al final de ese proceso, tienes a un grupo de personas que han creado su propia sociedad de la nieve a semejanza de la que intenta retratar. Como director era una pasada», rememora, ilusionado como un chiquillo.

Meses después de aquella experiencia salvaje, los actores siguen sacudidos por ese viaje emocional. Enzo Vogrincic -que lleva el peso de la trama dentro de una trama coral- no dejó de llorar durante la proyección en el festival de Venecia y, semanas después, ya en Madrid, en otro pase en la Academia de Cine, su lacrimal volvió a desbordarse.

«Uno de los momentos más gratificantes del rodaje es cuando se desdibujan las fronteras entre la realidad y la interpretación, cuando tienes a un actor delante y lo que está pasando en la cámara es la realidad. Eso me había pasado en 'Lo imposible', en 'Un monstruo viene a verme'... Y en 'La sociedad de la nieve' pude llevar hasta el límite eso que tanto me satisface», celebra el director.

Momentos del complejo rodaje de 'La sociedad de la nieve' Quim Vives (Cortesía de Netflix)

Que J. A. Bayona haya podido firmar un plan de rodaje más propio de los tiempos de Cecil B. DeMille que de nuestro presente tiene tanto mérito como coordinar a las 1.200 personas que han trabajado de manera directa en la película. Ese mastodóntico esfuerzo de producción se resume en un detalle: los créditos duran 13 minutos. Pero no hay milagros. Le ha costado años levantar el proyecto por, entre otras cosas, el empecinamiento del director de rodar en español -a diferencia de la estadounidense '¡Viven!'- y sus ganas de volver a hacerlo en España tras su aventura hollywoodiense. «Era importante no solo el español, también trabajar con actores uruguayos, en las localizaciones reales y en las condiciones lo más parecidas posibles», destaca J. A. Bayona.

Antes de este rodaje mastodóntico y después de la epopeya de conseguir la financiación de esta superproducción, el cineasta se enfrentó a otro reto cargado de complejidades: convertir en guion el libro donde cada uno de los dieciséis supervivientes recuerda en primera persona cómo fueron los setenta y dos días en la cordillera.

Video.

Abrir la película

«Cuando me sentaba con los guionistas siempre se hablaba de cuál es el tema de la película. Y al hablar de un tema se reducía la película, se hacía pequeña. Me encontré teniendo con ellos discusiones larguísimas bizantinas donde yo intentaba todo el rato abrir la película. Eso lo entendí después de hablar con uno de los supervivientes y al leer el libro, porque me llamaba la atención cómo hay un personaje que está todo el rato presente y del que no sé habla: los muertos. Y cuando me entrevisto por primera vez con los supervivientes me doy cuenta de que son gente que todavía necesita contar la historia una y otra vez. Algunos de ellos van dando charlas por el mundo contando la misma historia una y otra vez como si, al contarla, de alguna manera buscaran solucionarla. Y yo pensé: «Esta gente no tiene solucionada esta historia. Necesitan más que yo que se haga otra película»». Y así, por fin, este viaje, plagado de retos, concluirá con su estreno en Netflix el próximo 4 de enero.

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