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Charlène, anatomía de la esposa soltera

La dorada tribu

Viene a ser otra Grace Kelly, una Grace menor, con más gimnasio y menos hechizo, pero al fin al cabo una princesa dorada, apacible, triste y hermosa que retiró a Alberto del tajo de huir siempre del compromiso

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Ángel Antonio Herrera

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Charlène es una princesa distinta y traspapelada, que no es la alegría de la huerta de Mónaco, precisamente. Ni de Mónaco ni de ningún sitio. Con ella, las noticias son tirando a tristonas. La última, que ha cumplido trece años de matrimonio con Alberto ... de Mónaco, y la noticia es una primicia récord, porque esta pareja parecía haber celebrado un divorcio desde el día mismo en que se casaron. A mí Charlène me gusta, porque es un enigma con el pelo corto, y cuadra en la titulación de esposa soltera, según alegría verbal que birlo a Joaquín Sabina. Charlène es, en efecto, una esposa soltera, desde hace trece años, y más. Viene a ser otra Grace Kelly, una Grace menor, con más gimnasio y menos hechizo, pero al fin al cabo una princesa dorada, apacible, triste y hermosa que retiró en su momento al cincuentón Alberto del tajo de huir siempre del compromiso. Dicen los que dicen que saben que la pareja firmó un contrato conyugal, y eso no nos parece ni bien ni mal, más allá de que es un buen modo de atar la alegre longevidad a la cruda convivencia.

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