Peter Lindbergh, el geómetra de la espontaneidad
la dorada tribu
Este fotógrafo, maestro del blanco y negro, trabajó para las revistas prestigiosas del género, como 'Vanity Fair', o 'Vogue', y firmó en tres ocasiones el célebre calendario Pirelli. Aborrecía el Photoshop
Peter Lindbergh, el fotógrafo que retrató el alma de las mujeres
![Êl fotógrafo alemán Peter Lindbergh](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/07/peter-RVOQ18bp6EbML8Ti6hB6UHL-1200x840@diario_abc.jpg)
Peter Lindbergh era un polaco de simpatías que pasaba muchas temporadas de alegre holgura en la isla de Ibiza. Tenía aprecio y apego por España, y sumó entre sus musas inolvidables a Penélope Cruz, Maribel Verdú, o Rosalía, más recientemente. Creía que «la verdad, ... como la belleza, es frecuente», según el diagnóstico de Borges, y se aplicó al lema con la cámara en la mano. Murió en París, en 2019, con 74 años. Se iba así un clásico de la modernidad.
Lindbergh es el autor de la estampa histórica e insuperable donde las modelos Christy Turlington, Linda Evangelista, Rachel Williams y Tatiana Patitz posan sin posar en una playa, hermanadas de camisa blanca. La foto, en su día, se descartó de la publicación, porque iba en dirección contraria a las fotos de moda al uso, todas en color y con las modelos sin gesto, tediosas de perfección, cansadas de juventud, todas intercambiables, tan perfectas que dudaríamos de su existencia.
MÁS miembros de la tribu dorada
Aquella foto de descarte es un póster supremo de la inauguración del auge de las modelos de los 90, luego rebautizadas 'top models', cuya alineación empieza en Naomi Campbell o Cindy Crawford y llega hasta nuestra maravillosas nacionales de aquel momento, desde Inés Sastre o Judit Mascó hasta Celia Forner o Elena Barquilla.
Fue Lindbergh un maestro del blanco y negro, y de las fotos de grupo, bajo la matemática de la espontaneidad. No retocaba las fotos, como la mayoría de los colegas, y aborrecía el Photoshop, que es de algún modo un achaque de la juventud de las maniquíes. Aquí van al respecto sus propias palabras: «La imagen que se envía de las mujeres es escandalosa. Con Photoshop se crean robots, como si fuera una ventaja medir 1,80 metros y pesar 45 kilos. Esa norma nos lleva al fin de la civilización». Parecen palabras dichas por un enemigo del oficio.
Trabajó para las revistas prestigiosas del género, como 'Vanity Fair', o 'Vogue', y firmó en tres ocasiones el célebre calendario Pirelli, la última en 2017, protagonizado por actrices como Nicole Kidman, Helen Mirren o Léa Seydoux, sin velos de maquillaje ni más adorno que la luz directa de la intimidad.
Hasta la boda de Marta Ortega
Llegó al arte de la fotografía muy tardíamente, porque ya había cumplido los 30 años, pero su estilo resultó un trueno inmediato. Y un estilo, y una cátedra. Le nacieron discípulos incontables. Si fotografiaba a una modelo, o una actriz, era como si les concediera un premio.
Tenía una pasión sólida por Van Gogh, y dedicó parte de su juventud al escaparatismo. Venía de un padre que se dedicó a la venta de caramelos, e iba resueltamente para firma de oro de la belleza moderna, que será convulsa, o no será, según averiguó André Breton, y Lindbergh siguió, despreciando la rutina de la fotografía preparada y fastuosa, con más oropel que temperatura, con más sastrería que pulpa.
Hizo de la mujer un sacerdocio, y siempre pensó antes en el cuerpo que en la ropa. Hizo las fotos exquisitas de la boda de Marta Ortega. Su retrato coral de las modelos apoteósicas del año noventa se descartó en su momento por exótica, pero cotizó enseguida más allá de los 100.000 euros en las subastas de Sotheby´s. Fue artista. Es.
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