El Thyssen se descoloniza, pero amnistía a Gauguin y el 'Mata Mua'

El museo aborda una relectura crítica de sus colecciones. Una iniciativa que el ministro Ernest Urtasun ve necesaria y aplaude por su valentía

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'Grupo familiar en un paisaje', de Frans Hals, donde aparece un joven africano en el centro del cuadro Museo Thyssen

En las colecciones del Museo Thyssen –«se informa, no se juzga», dicen–, el 95 por ciento de los artistas son hombres y blancos [el 100% de los directores de los tres grandes museos nacionales de Madrid también lo son y no parece un ... problema] y de los 625 artistas presentes en ellas solo uno es afroamericano: Romare Bearden. Dos 'pecados' por los que al parecer el barón Thyssen debe redimirse. Claro que, como coleccionista particular que fue, y uno de los más importantes del mundo, debió comprar con su dinero lo que le venía en gana. Faltaría más. Fue el Estado español el que adquirió su colección en 1993 por 350 millones de dólares. Ahora, la pinacoteca, siguiendo las tendencias museísticas, se ha propuesto no enjuiciar su colección, dicen, sino hacer una relectura crítica de la misma. También, de la colección Carmen Thyssen, alquilada por el Estado por 6,5 millones anuales durante quince años.

Debe de estar contento el ministro de Cultura, cuya presencia se espera el lunes en la inauguración de la exposición 'La memoria colonial en las colecciones Thyssen-Bornemisza' (del 25 de junio al 20 de octubre de 2024). En el catálogo, dice Urtasun que la exposición «se inscribe en la discusión global sobre las nuevas narrativas museísticas, auspiciada por el ICOM; desactiva metáforas, quiebra silencios, repara ausencias y propone nuevos lenguajes». Y da la enhorabuena a los responsables del museo por «abrir esta conversación, de manera valiente, vehiculando, a través de sus colecciones, una reflexión necesaria sobre el futuro del arte, los museos y la cultura».

Coincide con él Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, para quien esta muestra es «tan necesaria» y felicita a los comisarios por «su brillante y valiente trabajo». «La descolonización museística no consiste solo en la restitución de objetos que vinieron de África, Asia o América a las capitales occidentales, sino que implica una profunda transformación crítica de la institución museo, empezando por la relectura de las colecciones», advierte Solana.

El esclavista David Lyon, retratado como un dandi por Thomas Lawrence. Detalle Museo Thyssen

Para este proyecto, que en principio iba a ser solo un recorrido temático de la colección, se ha escogido a cuatro comisarios. A Juan Ángel López-Manzanares, conservador del museo y director del proyecto, se suman tres comisarios externos, muy en sintonía con la descolonización museística: Alba Campo Rosillo, historiadora del arte y especialista en arte americano; Andrea Pacheco González, directora del espacio FelipaManuela (se define como «una organización artística que, desde una perspectiva transfeminista y decolonial, convocamos personas que buscan subvertir las relaciones de poder, las jerarquías y los modelos eurocéntricos de hacer, pensar, narrar y enseñar los fenómenos culturales de nuestro tiempo») y Yeison F. García López, director de Espacio Afro («centro cultural de Madrid que se ha convertido en un punto de encuentro para la cultura negra, africana y afrodescendiente en España»). Además, el proyecto cuenta con el soporte teórico de José Luis Vilacañas, catedrático de Filosofía de la Complutense, que defiende la Leyenda Negra y que emprendió una batalla contra la 'Imperiofobia' de Elvira Roca Barea.

La muestra pone bajo la lupa 55 obras de las colecciones históricas del museo (la colección permanente y la colección Carmen Thyssen), en las que, dicen, «predomina la imagen eurocéntrica, y por lo general indulgente con la colonialidad» (o sea, los malos de la película). A ellas se suman otras 18 obras contemporáneas procedentes de la colección de TBA21 (atesorada por Francesca Thyssen, hija del barón), que «aportan una mirada crítica, fruto de la reflexión sobre el colonialismo y su legado» (los buenos). Niegan la mayor los comisarios: «No es una historia de buenos y malos. No juzgamos, ni hemos cancelado nada. La cancelación es un error. No es una exposición de tesis, ofrecemos una mirada crítica de las colecciones Thyssen, enriquecemos el relato contextualizándolo. Si cancelas, tampoco estás explicando lo que sucedió en el pasado».

'Idas y venidas. Martinica', de Gauguin, que sustituye en la exposición al 'Mata Mua' Museo Thyssen

El Museo Thyssen sigue la senda del Reina Sofía en la era Borja-Villel y quiere ponerse al día con «los desafíos de la sociedad del siglo XXI: la crisis climática, la igualdad de género, las migraciones o la descolonización». La crisis climática es abordada en muestras de marcado tinte ecologista organizadas por TBA21 y la perspectiva de género, con el programa Kora o con exposiciones como 'Maestras' (el 8-M tiñó de morado las salas del museo). Ahora le toca el turno a la descolonización.

Advierten los comisarios que «los artistas de las colecciones europeas nos ofrecen una mirada sesgada del mundo. A menudo es más importante lo que las pinturas ocultan que lo que evidencian» y esta exposición tiene como objetivo «conocer aquello que fue silenciado, lo que permanece oculto en las obras de las colecciones Thyssen». La exposición se divide en seis apartados: el extractivismo y la apropiación, la construcción racial del otro, el esclavismo y la dominación colonial, la evasión a nuevas arcadias, el cuerpo y la sexualidad, y el cimarronaje y los derechos civiles.

Antes de entrar en la muestra, en el vestíbulo del museo, una pintura de Jan van Kessell III nos recuerda la presencia de africanos en el centro de Madrid en el siglo XVII. Ya en las salas de exposiciones, unos 'inocentes' bodegones con objetos procedentes de ultramar son vistos como ejemplos de la extracción y explotación de recursos naturales de las tierras ocupadas. «Durante siglos, las potencias europeas se disputaron los recursos de los territorios de ultramar: oro, plata, piedras preciosas son extraídos por indígenas y africanos esclavizados. El extractivismo colonial encuentra su fundamento en la jerarquización racial de las personas. Africanos, indígenas, árabes y gitanos son representados como salvajes y primitivos». ¿De verdad se esconde todo esto tras un simple bodegón?

Artistas como Gauguin, Picasso y Kirchner, con gran presencia en el Museo Thyssen, son acusados de «apropiación cultural mediante el uso de lenguajes artísticos ajenos, como el llamado primitivismo». Deberían arder en la hoguera Andy Warhol, Richard Prince y el 90 por ciento de los artistas contemporáneos, cuyos lenguajes siempre se 'han apropiado' de otros artistas.

La esclavitud está presente en 'Grupo familiar en un paisaje', de Frans Hals. Se ha descubierto que los retratados son miembros de la familia de Jacob Ruychaver, director general del castillo de Elmina, en Ghana, al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales entre 1641-1645 y 1651-1656, y el joven africano que aparece en el centro del cuadro «debió haber sido trasladado directamente a las Provincias Unidas para trabajar como sirviente. La presencia de africanos en los cuadros como meros elementos decorativos representaba el estatus social». A su lado, David Lyon, que amasó una fortuna con el tráfico de personas, retratado como un dandi por Thomas Lawrence. «España no fue ajena al esclavismo. Participa en la trata, sobre todo en Cuba, con el comercio de más de un millón de personas», dicen los comisarios.

La muestra también denuncia «la visión arcádica del continente americano como tierra para el usufructo europeo»: «Los indígenas estadounidenses durante el siglo XIX son pueblos asediados, exterminados, confinados en reservas. América es considerada por los colonos europeos como un segundo paraíso que Dios les ha entregado para su usufructo exclusivo». Asimismo, se denuncia que «muchos artistas occidentales se sienten fascinados por los harenes árabes, arquetipo de la sensualidad oriental y el sometimiento del cuerpo de la mujer». El discurso se ceba con artistas como Otto Mueller y sus 'Dos desnudos femeninos en un paisaje': «Apela a un prototipo de sexualidad salvaje, contribuyendo a la difusión de tópicos coloniales y patriarcales que vinculaban a la mujer no-occidental con una permanente disponibilidad sexual». De Matisse se dice que «proyectaba una mirada sexualizada sobre la mujer oriental» en sus odaliscas.

'Dos desnudos femeninos en un paisaje', de Otto Mueller, que, según los comisarios, «apela a un prototipo de sexualidad salvaje» Museo Thyssen

Pero se blanquea, se amnistía a Gauguin, artista favorito de la baronesa Thyssen. Aunque en principio estaba previsto incluir en la exposición el 'Mata Mua', finalmente no está y en su lugar cuelga 'Idas y venidas, Martinica', del mismo artista. 'Mata Mua' se convirtió en 'rehén' de la baronesa Thyssen, que se lo llevó del museo a su búnker en Andorra para negociar el alquiler de su colección. Niega López-Manzanares que haya habido presiones por parte de la baronesa o la dirección del museo para excluirlo del relato descolonizador: «Es una obra capital en la instalación de la Colección Carmen Thyssen. Dependíamos de las necesidades del museo». En el catálogo, el retrato que se hace de la obra favorita de la baronesa es, digamos, bastante condescendiente. Lo sitúa «en la estela de lo exótico y pintoresco». Eso sí, ni una palabra de la afición del pintor por las menores de edad, a las que llevaba a la casa del placer. «Bueno, tal vez se podría haber hecho más hincapié en ello», apunta López-Manzanares, quien habla en el catálogo del «'ego fálico' del conquistador. Hubo mezcla de colonos y mujeres amerindias, pero se produjo de forma violenta, forzada. El 'ego fálico' no fue exclusivo del Nuevo Mundo». ¿No es esto un juicio en toda regla? Aclara que es una cita del pensador Enrique Dussel: «Normalmente, se habla de mestizaje. Pero en muchos casos no es un mestizaje aceptado, sino forzado».

La muestra se cierra con un espacio dedicado a la resistencia: el cimarronaje y los derechos civiles, donde «los excluidos del relato histórico se abren paso». Cuelga el 'Retrato de un hombre de la isla de Dominica (?)', obra de un artista del círculo de sir Joshua Reynolds. Hasta 2017, la pintura estuvo atribuida a Gilbert Stuart como 'Retrato del cocinero de George Washington'. «Es una de las primeras representaciones en las que una persona afrodescendiente aparece como protagonista».

Habrá, faltaría más, quien aplauda iniciativas como esta exposición en el Thyssen, pero habrá quien vea en ello cierta incongruencia, un doble rasero de medir, pues el museo se 'ha aprovechado' del tirón mediático del 'apropiacionista cultural' Picasso con exposiciones como 'Picasso/Chanel' o 'Picasso, lo sagrado y lo profano', y del 'depredador sexual' Gauguin con la muestra 'Gauguin y el viaje a lo exótico', donde, por cierto, no se destacaban precisamente sus defectos sino sus virtudes: «Condicionó la transformación del modernismo».

Estudio para la cabeza de 'Desnudo con paños', de Picasso Museo Thyssen

¿Habrá en el futuro una exposición sobre el pasado nazi de Fritz Thyssen? ¿Descolgaremos la odalisca de Matisse, basada en los harenes orientales, por machista? ¿Qué hace en el Met el retrato del esclavo de Velázquez? ¿No habría que cancelar al pintor por esclavista? ¿Y a Rembrandt por retratar a Marten Soolmans y Oopjen Coppit, cuyos antepasados eran comerciantes de azúcar y esclavistas? ¿Qué hace colgado en el Prado con honores el 'asesino' Caravaggio?

Y en este discurso, ¿dónde queda el cuadro de Pissarro 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia'? ¿Es su devolución otro de los desafíos de la sociedad del siglo XXI? Hay quien piensa que sí (según sus palabras, parece que el propio Urtasun está entre ellos) y quien, en cambio, apoya a España en su lucha en los tribunales de Estados Unidos por no perder esta obra maestra. Una lucha que ya ha costado millones de euros.

Pero, ¿cómo se traducirá esta investigación del pasado colonial en las colecciones Thyssen, más allá de la exposición y del catálogo de la misma? ¿Se modificarán las cartelas y textos de sala? ¿Habrá cancelaciones de obras? «En el museo no cancelamos nada, dice tajante López-Manzanares. No se revisarán las cartelas, porque no hay. Tenemos textos de sala. Probablemente, cambiará la información de las obras en la web del museo».

«No juzgamos a los artistas, sino un tiempo histórico», explican los comisarios. «Esta colección, que es maravillosa, tiene esa visión muy eurocéntrica y, en cierto modo, también muy masculina. Afortunadamente, es una colección con siete siglos de historia que permite abordar muchos temas que no se han tratado. Es un ejercicio de reparación histórica. No podemos cambiar la historia, pero sí podemos ofrecer otras perspectivas, contar la otra parte de la historia, sin culpas».

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