Disipándose aún los últimos estertores de la Semana Santa, en el Teatro Lope de Vega se abría, en un día de Fiesta Nacional por excelencia, el Domingo de Resurrección, la temporada en la plaza de la Real Maestranza con la trigésima edición del Pregón Taurino, a cargo, aunque parezca de principio extraño, de un lord inglés. Tristan Garel-Jones, exministro de Asuntos Exteriores Europeos y América Latina del Reino Unido y, en el ámbito que nos ocupa, firme defensor de la Fiesta Nacional, por lo que recibió recientemente el IV Premio «Manuel Ramírez», otorgado por ABC de Sevilla.
Lleno hasta la bandera para escuchar el perfecto español de este británico que defendió la cultura del toro, la cultura latina y sus valores y la cultura de la muerte ligada a este conjunto, frente a las tendencias anglosajonas y a la globalización, a sus tapujos y a su antropocentrismo sobre los animales.
Un auditorio compuesto por personalidades del mundo del toro, la cultura, la empresa y la sociedad sevillana siguió el hilo conductor que marcó lord Garel-Jones en su pregón, en el que hizo sonreír y reflexionar, con una medida justa dentro en un acto en el que intervino el delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, que contó con la presentación del exministro de Defensa español Eduardo Serra, e interpretaciones de pasodobles de la Banda Sinfónica Municipal, y que, sin embargo, no se prolongó más allá de una hora.
El político y diplomático, que dijo sentirse «muy honrado y algo acongojado» siguiendo los pasos de sus predecesores en el atril —como Rafael Moneo, Andrés Amorós, Fernando Savater o Mario Vargas Llosa—, comenzó su pregón recordando a Juan Belmonte, de quien ayer se cumplían los cincuenta años de su muerte, quien dijo en una tertulia: «todo inglés, hasta que no se demuestre lo contrario, es espía». Garel-Jones, en esta línea, dijo con gracia: «Tengo un pasado criminal porque fui político, pero les aseguro que no soy espía», para arrancar a explicar su primera vinculación al mundo de los toros, cuando, junto a sus padres, llegó a vivir a Madrid e iba andando hasta Las Ventas con la seriedad del uniforme de su colegio inglés, como le pedía su instinto. La lectura del «Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías», de Lorca, y la lectura de «Imagen de la muerte y otros textos», de Manuel Arroyo Stephens, concretó aquel instinto de considerar que una corrida de toros eran «palabras mayores». Su matrimonio con la española Catalina Garrigues, sobrina de Antonio Díaz Cañabate, no hizo sino apuntalar esa afición que lo llevó ayer a prologar la fiesta que se abre en Sevilla,
Poniendo sobre el mesa su conocimiento de dos culturas, la anglosajona —de la que no reniega— y la hispanolatina, afirmó que «caminamos, casi como sonámbulos, hacia una cultura global homogénea de habla inglesa y con los valores anglonorteamericanos, cuyo rechazo hacia la fiesta es tan visceral como equivocado». «No quiero vivir en un mundo monocultural —afirmó—, y la cultura hispanolatina es la única que puede hacer un contrapeso al avance arrollador del anglosajón. Y, curiosamente, la Fiesta de los Toros, junto con la lengua española, deben ser la punta de lanza del contraataque que debemos iniciar, precisamente por la incomprensión total que suscita en la mentes sajonas y por los valores más esenciales que representa la Fiesta y que el mundo angloamericano está en peligro de perder de vista». Porque, para Garel-Jones, «la Fiesta nos obliga a contemplar y a considerar la muerte y la diferencia entre un ser humano y el resto de la creación». «El el mundo anglosajón —añadió— ya no son capaces de mirar a la muerte a la cara. Incluso apenas son capaces de pronunciar la palabra. En cambio, quienes hemos visto a Antonio Ordónez en un desplante ante un toro bravo sabemos que lo fundamental de la vida es aprender a mirar a la muerte a la cara y caminar hacia ella con dignidad». Es un puntal de la filosofía de defensa de la Fiesta del diplomático, quien incidió en el antropomorfismo que reina en el mundo anglosajón, atribuyendo características y emociones humanas a los animales, «que cae en lo ridículo y a veces incluso raya la inmoralidad». Dejó claro que quienes defienden la Fiesta rechazan todo abuso o vandalismo contra la naturaleza y se remitió varias veces a la semántica para explicar ese concepto de «sentimentalismo animal» de los ingleses, poniendo el acento en «realidades, a veces jocosas y a veces profundamente inmorales», con ejemplos extremos que se dan en en mundo angloamericano y que hicieron reír al público, algunos a carcajadas limpias: «Un estudio —”de la Universidad de Londres, nada menos”— parece demostrar que las cabras adquieren el acento regional de donde viven. “¡Interesante!”», «Un chimpancé llamado Natacha ha sido nombrado “genio” por unos científicos alemanes»; entidades como «Organización benéfica para ranas, sapos y tritones»... Insistió lord Garel-Jones en varias ocasiones en no subestimar la fuerza de la lengua inglesa y su bolsa de valores. con la ventaja de quienes hablan de «Bullfight» (pelea con un toro) y «Bloodsport» (deporte de sangre), «trampas del lenguaje», para reivindicar que el antropomorfismo y la huida ante la muerte no sean parte de la cultura global que se avecina, por lo que pidió apoyo para los gobiernos de España, Hispanoamércia y los hispanoparlantes de EE.UU., además de otras entidades, en la defensa de la lengua y la cultura hispanolatinas para conseguir el «panhispanismo».
Por último, alertó del poder de los detractores de la Fiesta en Internet, advertido desde el «Club Taurino de Londres», que lanzará una web para dar réplica, y para el que también pidió ayuda.
«El lema de esta gran ciudad que es Sevilla dice “No me ha dejado”, pues bien, no permitamos que la Fiesta de los toros sea dejada y luego arrollada por el globalismo que se nos avecina. ¡Vamos a los toros! ¡Vamos a la plaza de la Maestranza», terminó su pregón.