La enorme «gratitud» del hijo de Adolfo Suárez
Emotivo rencuentro en el Congreso de la generación política de la Transición

«Siento una enorme gratitud», comentaba Adolfo Suárez Illana a ABC frente al féretro de su padre, mientras el paso lento de los miles de ciudadanos que querían rendir su último homenaje al expresidente continuaba sin cesar en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados.
Desde que el féretro del expresidente del Gobierno llegó a las diez de la mañana al Palacio de la Carrera de San Jerónimo, el hijo del artífice de la Transición no ha querido alejarse de sus restos mortales, pero tampoco de la gente que ha esperado largar colas solo para pasar unos segundos frente al féretro, porque su intención era «saludar a todos los ciudadanos». Un saludo que quería que se viera reflejado en su presencia constante en la capilla ardiente.
El día amaneció frío para dar el último adiós al duque de Suárez . Aun así, los ciudadanos desafiaron el tiempo y se agolparon hasta donde las vallas de seguridad lo permitían para ver la llegada del féretro, al que escoltaban sus hijos, nietos y otros familiares. Solo media hora antes, el Consejo de Ministros se había reunido de forma extraordinaria en el mismo Congreso de los Diputados para conceder al expresidente su último gran reconocimiento : la Real y Distinguida Orden de Carlos III.
Mientras los restos mortales del que fuera jefe del Ejecutivo enfilaban la Carrera de San Jerónimo hacia el Congreso bajo los redobles de tambores de la Guardia Real y en un ambiente de solemnidad y silencio, las principales autoridades del Estado, políticos de la Transición que acompañaron a Suárez en su vida política, como Rodolfo Martín Villa, Marcelino Oreja o Soledad Becerril, y representantes de todos los sectores de la sociedad, iban llegando al Congreso. Para algunos, como el expolítico José Ramón Caso, que le acompañó hasta el final en su última aventura política en el Centro Democrático y Social, este encuentro en torno a Suárez suponía un «homenaje a lo que fue aquel tiempo y una reivindicación de una forma de hacer política. Me he emocionado a medida que me acercaba al Congreso y he visto las largas colas de gente», comentaba a ABC.
A Suárez lo recibieron en la puerta de la Cámara Baja todos los presidentes de la historia democrática de España. Una imagen de concordia que reunió a Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Frente a los expresidentes, Mariano Rajoy acompañado de su mujer, Elvira Fernández, y los presidentes del Congreso, Jesús Posada, y del Senado, Pío García-Escudero. En la calle, muchos diputados, eurodiputados y representantes políticos en las Cámaras regionales, que no quisieron perderse el momento histórico de la despedida al expresidente.
Una vez que los restos mortales del duque de Suárez se instalaron en la capilla ardiente, se produjo quizás el momento más emotivo del día de ayer: el reencuentro entre Su Majestad el Rey y su «colaborador excepcional», ya fallecido. Don Juan Carlos, al que acompañaba Doña Sofía y la Infanta Doña Elena, impuso al expresidente la condecoración que el Gobierno le había concedido media hora antes. Sus Majestades permanecieron unos minutos frente al féretro de Suárez y se fundieron en un abrazo con cada uno de los hijos del expresidente. Cuando abandonó el Congreso, el Rey, que se había mostrado entristecido en su último adiós, admitió que sentía «una gran pena».
Una vez que Sus Majestades los Reyes abandonaron el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, fueron los presidentes autonómicos, dirigentes políticos y autoridades del Estado los que dieron su pésame a la familia de Suárez. A las doce de la mañana, cuando la cola de gente que quería despedirse del expresidente alcanzaba los dos kilómetros, la capilla ardiente se abrió al público.
Y mezclado entre ese público que lloraba, aplaudía frente a los restos mortales de Suárez y depositaba flores junto al ataúd, se produjo la visita de los Príncipes de Asturias al filo de las tres de la tarde. Su presencia no interumpió el goteo de ciudadanos por el Salón de los Pasos Perdidos.
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