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Los hijos y nietos velaron el féretro de Adolfo Suárez con entereza hasta la noche

Los propios miembros de la familia eran quienes consolaban a amigos del expresidente

Los hijos y nietos velaron el féretro de Adolfo Suárez con entereza hasta la noche ángel de antonio

L.L.C/P.C./A.M.-F.

La familia veló ayer con serenidad el cuerpo sin vida de Adolfo Suárez en la capilla ardiente instalada en el Congreso, convertida en un incesante desfilar de autoridades y de ciudadanos que guardaron colas kilométricas para despedir en una última muestra de respeto al que fuera presidente del Gobierno. Sus hijos, Adolfo, Javier, Laura y Sonsoles; sus hijos políticos y sus cuatro nietos, Alejandra, Fernando, Adolfo y Pablo, recibieron al lado del féretro «el cariño y la fuerza» de los españoles que, según el portavoz de la familia, les ayudó a sobrellevar un dolor que el lunes se mezclaba con el agotamiento de muchos días de angustiosa espera en la clínica donde el domingo moría el expresidente.

A pesar del abatimiento, la familia decidía dejar abierta toda la noche la capilla en señal de agradecimiento a esos miles de personas que no paraban de llegar para rendir homenaje a Adolfo Suárez. Cerca de sus restos mortales, en un plano como siempre de discreción, también estuvieron ayer los hermanos del expresidente, José María Ricardo e Hipólito, casi inadvertidos entre la multitud, no siempre silenciosa, que discurría por el Salón de los Pasos Perdidos.

De luto riguroso, la familia llegaba a la Carrera de San Jerónimo minutos después de las diez de la mañana para entregar al Congreso el féretro cubierto con una bandera de España. Sin música, la emoción del millar de personas congregadas en los aledaños se desbordaba en aplausos con el repicar solemne de los tambores y la entrada del ataúd en el palacio por la Puerta de los Leones trasladado por un piquete de honor. En el centro del cortejo, el mayor de los hijos, Adolfo Suárez Illana, caminaba portando el estuche que guarda el Toisson de Oro con el que el Rey distinguió al expresidente en 2008. Suya, y de aquella fecha, es la foto entrañable mil veces publicada estos días en la que Su Majestad aparece de espaldas abrazando por el hombro a quien había elegido en 1976 para formar el segundo gobierno de su reinado y conducir la transición política.

Desde esa imagen, —y aún antes, cuando se detectó el Alzheimer al expresidente— han transcurrido años en los que la familia ha tenido tiempo para asumir el deterioro y la idea de la muerte de Adolfo Suárez, tal como comentó su hijo al anunciar el pasado viernes la inminencia del desenlace. La entereza era ayer el resultado. Fueron muchas las ocasiones en que se vio a los miembros de la familia consolando a los amigos más cercanos, a los colaboradores más fieles, con abrazos largos, palabras de afecto y sonrisas balsámicas.

El afecto de los Príncipes

Los momentos más entrañables que vivió la familia fueron los encuentros privados que mantuvieron con Sus Majestades los Reyes de España y la Infanta Doña Elena, por la mañana; y al mediodía con los Príncipes de Asturias. Don Felipe y Doña Letizia llegaron procedentes de Bilbao , donde habían asistido al funeral del alcalde Iñaki Azcuna. A su llegada, después de saludar a las autoridades, mantuvieron un encuentro con toda la familia del expresidente. Le esperaban en la sala conocida como «Escritorio» Adolfo Suárez Illana y su mujer Isabel Flores. Don Felipe se fundió en un abrazo con el hijo del expresidente, con el que mantiene una amistad personal, y posteriormente con su mujer.

El resto de la familia Suárez fue saludando uno a uno a los Príncipes de Asturias y a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, que los acompañó en la capilla ardiente. Don Felipe y Doña Letizia mantuvieron una charla informal con la familia y recordaron la figura del expresidente y el papel que desempeñó en la Transición española. Tras visitar la capilla ardiente, en la que permanecieron unos minutos, y antes de despedirse, volvieron a reunirse en la misma sala.

La herencia del Ducado

Al margen de las exequias, con la muerte de Adolfo Suárez se abre ahora la herencia del título de Duque de Suárez, con Grandeza de España, que el Rey le concedió un mes después de que presentara su dimisión como presidente del Gobierno. La depositaria será su primera nieta, Alejandra Romero Suárez, hija mayor de Mariam, la primogénita del expresidente, que falleció hace diez años, después de haber luchado contra el cáncer. Alejandra tiene 24 años, es abogado y miembro del comité ejecutivo de la Asociación para la Defensa de la Transición.

En el transcurso de la jornada, la familia recibió ayer innumerables pésames y comunicaciones, como la del Ayuntamiento de Albacete, que dará a una calle el nombre de Adolfo Suárez. En su memoria, El Ferrol -donde dirigió el Gobierno del Estado- decretó ayer tres días de luto oficial.

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