'Criptobros': los nuevos lobos de Wall Street
'Criptobros': los nuevos lobos de Wall Street
Viernes, 20 de Diciembre 2024, 09:48h
Tiempo de lectura: 13 min
Bitcoin por fin ha llegado a la Luna! La criptomoneda que nació en foros antisistema ha superado los 100.000 dólares. En las redes sociales, los inversores 'degenerados' –como se autodenominan los que buscan retornos de mesa de ruleta– lo celebran con emojis de cohetes, mientras que los tradicionales desempolvan la profecía del exitoso inversor Warren Buffett, el Oráculo de Omaha (y del sentido común), cuando advirtió: «Puedo decir con casi absoluta certeza que las criptos acabarán mal».
De momento van como un tiro. Y esta vez no parece otro rally especulativo. En un giro que hace temblar el sistema financiero, Donald Trump ha puesto el poder regulatorio en manos de amigos de confianza que aspiran a ponerle el turbo: Paul Atkins, el comisionado que permitió algunas de las prácticas más temerarias que llevaron a la crisis de 2008 y se reinventó como abogado de la industria cripto, dirigirá la todopoderosa Comisión de Valores y Bolsa (SEC); mientras David Sacks, miembro de la 'PayPal Mafia', como sus colegas Peter Thiel y Elon Musk, aquellos libertarios que soñaban con crear dinero fuera del control estatal, dirigirá las políticas de la Casa Blanca en materia de inteligencia artificial y criptomonedas. Como señala The New Republic, «los criptobros están salivando». Pero, oiga, ¿quiénes son los criptobros?
Son los nuevos 'lobos' de Wall Street, aunque disfrazados con piel de cordero. Ya no se conforman con estar en la periferia del sistema; reclaman el centro mismo. Lo que esto signifique (¿revolución desde arriba o la madre de todos los Ponzis?) enfrenta a los analistas, que solo se ponen de acuerdo en una cosa: sea lo que sea, funciona de arriba abajo. Así que empezaremos por el tejado. Allá en las alturas, los más influyentes son hombres blancos (y algún asiático), educados en Stanford y otras universidades de la élite. Y no es casualidad que Musk, Thiel y Sacks sean sudafricanos blancos que crecieron en el apartheid y compartan la añoranza hacia una sociedad «ordenada verticalmente» (léase 'segregada') en castas. Su obsesión por crear sistemas paralelos al Estado, y ahora por colonizarlo, puede leerse como una forma de restaurar el poder que cierta versión del progresismo (lo woke) les disputa. En 2021, el asalto al Capitolio de sus feligreses 'acojonó' al mundo; en 2024, los cuernos de búfalo se han quedado en el trastero. Nadie los necesita porque los criptobros van camino de atrincherarse en el mismísimo Despacho Oval. Además, han pagado para instalarse allí. Musk donó 245 millones de dólares a la campaña de Trump, más que toda la industria petrolera.
Los nuevos lobos de Wall Street
CRIPTOBROS
Nombrado ‘criptozar’ de la Casa Blanca | Junto a Musk y Thiel, formó parte de Paypal y, como ellos, es un expatriado sudafricano con nostalgias infantiles de una sociedad segregada que ilustra la revancha del hombre blanco. Ahora, Trump ha decidido que supervise las dos tecnologías más disruptivas, las criptomonedas y la Inteligenica Artificial. El minado de critomonedas se va a disparar, entre otras cosas porque se usará para financiar la carrera de la IA.
El profeta del nuevo mundo, el Network State | El CEO de Coinbase —una de las principales compañías del sector— es el gurú cripto más escuchado en Washington. Mientras vende en el Congreso el bitcoin como herramienta de libertad financiera, promueve el ‘Network State’: su visión de un mundo donde los estados-nación y los gobiernos han sido sustituidos por comunidades de Internet —unidas por un interés común (por ejemplo, la sostenibilidad)— y que votan en blockchain.
El banquero central en la sombra | Es el director financiero de Tether, una criptomoneda estable diseñada para mantener un valor fijo vinculado al dólar en una proporción de 1:1. Es decir, en teoría, un Tether siempre debería valer un dólar. Esta criptomoneda estable o stablecoin aspira a ser el nuevo patrón oro del mundo cripto. Devasini era cirujano plástico, pero dejó la medicina cuando vio que las criptos eran más lucrativas.
El estafador confeso más rico del mundo | Construyó la mayor plataforma de compra-venta de criptomonedas del mundo: Binance. Multado con 50 millones de dólares y forzado a dimitir por lavado de dinero (se declaró culpable), sigue siendo el más rico del sector. La paradoja perfecta: fue castigado por el sistema, pero conserva su fortuna. Es de origen chino y tiene nacionalidad canadiense.
El idealista que desafía a Wall Street | El niño prodigio que a los 19 años creó Ethereum y su criptomoneda Ether representa la cara más técnica y visionaria. Su moneda hace posible las finanzas descentralizadas (DeFi), un experimento radical que aspira a recrear todo el sistema bancario sin bancos: préstamos, trading y derivados financieros controlados por código en lugar de humanos. Buterin es un idealista… Si alguien puede construir la arquitectura digital para destronar al dólar, es él.
De momento han conseguido el estatus de 'empleado especial' del Gobierno: sin necesidad de audiencias de confirmación ni requisitos de divulgación financiera, estos tecnócratas pueden diseñar políticas que afectan a sus intereses privados. El caso de Musk es flagrante. Como director del Departamento de Eficiencia Gubernamental –denominado irónicamente DOGE, como su propia criptomoneda– podrá desguazar lo público y recortar, por ejemplo, fondos a la NASA, la gran competidora de SpaceX, o influir en la regulación de la IA mientras compite con OpenAI.
Luego están los ideólogos. Gente como Brian Armstrong, CEO de Coinbase (una de las mayores plataformas de intercambio de criptomonedas), que predica el Network State, un futuro donde las naciones serán reemplazadas por comunidades digitales autogobernadas. O Vitálik Buterin, el visionario creador de Ethereum. Aunque bitcoin es la primera y más conocida criptomoneda, ether es incluso más ambiciosa. Está en el centro de un ecosistema descentralizado: la Web3, la evolución de Internet basada en blockchain, que aspira a convertirse en una economía mundial paralela.
¿Y abajo? Pues más hombres blancos, aunque más jóvenes y muy desencantados con un sistema que, la verdad sea dicha, se está mostrando muy cicatero con sus expectativas. «No nos queda otra que especular para sobrevivir», resume el sociólogo Aris Komporozos-Athanasiou, del University College London. «Vivimos en un mundo donde especular es la nueva forma de conectar socialmente. Ya no apostamos solo con dinero: apostamos en redes sociales, en apps de citas, en política. Las criptomonedas son solo el síntoma más visible de una sociedad que ha convertido la especulación financiera en su modelo de funcionamiento. Es la lógica del casino elevada a forma de vida».
Este pensamiento captura el nihilismo financiero de una generación que ha perdido la fe en las vías tradicionales de ascenso económico. Según un estudio de la Universidad de Chicago, el inversor cripto típico está dispuesto a asumir riesgos extremos. Y su auge coincide con la explosión de las apuestas deportivas on-line. «Este año, los estadounidenses están en camino de apostar casi 150.000 millones de dólares en deportes», calcula The Economist. En el fondo, la bro-economy no hace distinciones, es un casino donde el 40 por ciento de los hombres jóvenes están metidos en apuestas y cripto. ¿A qué aspiran estos chavales? ¿A cambiar el mundo? Nah… A comprarse un Lamborghini. No en vano, «Lambo!» es uno de sus gritos de guerra.
Pero el bitcoin ha sufrido al menos tres mutaciones entre sus fieles en su corta historia. Nació en las catacumbas de Internet tras la crisis: una moneda peer-to-peer, que permite transacciones directas entre usuarios sin intermediarios como los bancos. Algunos cafés y comercios alternativos la aceptaban. En Kreuzberg, en el distrito más punk de Berlín, los anarquistas brindaban en 2013 por el fin del sistema bancario cuando el bitcoin alcanzó la estratosférica cotización de… ¡600 dólares! La mayoría de aquellos bares ya no existe. Y de la utopía de una moneda para el pueblo no queda ni rastro.
La segunda transformación llegó con los criptobros: bitcoin dejó de ser una moneda para convertirse en un vehículo especulativo. Ya nadie compraba con bitcoins: era demasiado valioso para gastarlo. Se convirtió en 'oro digital'. Y es que bitcoin nació con una promesa de escasez programada: solo se podrán minar 21 millones de monedas, una limitación diseñada para evitar la inflación que afecta al dinero tradicional. La fecha estimada para alcanzar este límite era 2140. Pero habrá que revisarla. Primero porque la carrera de la IA puede cambiar el panorama: las empresas de inteligencia artificial están comprando centrales nucleares no solo para alimentar sus modelos de lenguaje, sino también para minar criptomonedas y ayudar a pagar los costes exorbitantes en energía y computación. Y segundo porque estamos ante una explosión de nuevas monedas: sitios como Pump.fun permiten crear tokens instantáneos con solo elegir un nombre y una imagen. Todo vale, desde memecoins basadas en hamsters hasta tokens promocionados por traders que se prenden fuego en directo en Discord o TikTok.
Y ahora presenciamos la tercera metamorfosis: su institucionalización. Y el mejor ejemplo es la propia familia Trump: el patriarca, que hace tres años llamaba «estafa» al bitcoin, ahora promete convertir a América en «la capital cripto del planeta»; sus hijos mayores dirigen empresas en el sector; y el joven Barron, aquel 'mini-Donald', como lo llamaba su madre cuando lo untaba con crema de caviar al bañarlo, no sale de su cuarto, pendiente de las cotizaciones de sus activos y presume de su título de embajador de World Liberty Financial, una plataforma de finanzas descentralizadas fundada por un vendedor de consejos para ligar y otro de limpiezas de colon.
La nueva nomenclatura...
Imagina a un inversor de 25 años, bebida energética en mano, murmurando a las tres de la mañana frente a seis pantallas: «¡HODL con diamond hands, bros!». Para el no iniciado podría parecer que sufre un episodio psicótico. Para otro criptobro, acaba de articular una estrategia de inversión. Su jerga está salpicada de emojis, y muchos vocablos vienen del póker. Este es el diccionario esencial.
Pero bitcoin nunca ha funcionado como moneda real y sus principales usos siguen siendo turbios: la avaricia y el crimen. Como señala Dennis Kelleher, CEO de Better Markets: «Si tuvieras que revelar los riesgos asociados, nadie participaría». Porque, bajo esta fachada de nueva respetabilidad, el mundo cripto sigue siendo el Salvaje Oeste. Te puedes encontrar con docenas de estafadores, desde el caído Sam Bankman-Fried hasta los operadores de esquemas pig butchering ('matanza del cerdo') que te enamoran primero y te despluman después; y es el método de pago preferido para el ransomware, el tráfico de drogas y el lavado de dinero.
Por eso, lo primero que se le pide a la SEC es «claridad regulatoria»... Pero la regulación que anhela la industria cripto tiene un objetivo sospechoso: que las criptomonedas sean clasificadas como commodities (materias primas), no como valores. Es la diferencia entre ser regulados como el trigo o como acciones de Apple. Esto significaría que dejarían de ser oficialmente 'dinero' para convertirse en simples mercancías. Como revela The Atlantic, esto permitiría a las plataformas operar con mucha menos supervisión, como los futuros de cereales o petróleo, pudiendo escapar del control directo de la SEC.
Esta jugada tiene un punto débil. Puede amedrentar a los grandes fondos de pensiones. Si de verdad los criptoactivos aspiran a la normalización, necesitan que los fondos de los maestros de Ohio o los bomberos de Texas se metan sin miedo. La razón es simple: no son simples inversores, sino los custodios del futuro financiero de generaciones enteras. Su entrada no solo aportaría billones en capital fresco, sino más valioso: legitimidad.
La historia del dinero siempre ha sido una historia de confianza. Las reservas de oro en las bóvedas de Fort Knox y otros bancos centrales daban respaldo físico a cada billete en circulación. Cuando Nixon abandonó el patrón oro en 1971, consagró el reinado del dinero fíat: billetes que no valen nada por sí mismos, sostenidos por la fe en el sistema. El dólar se convirtió en la moneda refugio global porque el mundo confiaba en la Reserva Federal estadounidense. Ahora, bitcoin propone algo radicalmente diferente: un sistema monetario que no requiere confianza y que tampoco está garantizado por nada tangible. Y este experimento está siendo adoptado no por El Salvador de Bukele, pionero en estas lides, sino por el Estado más poderoso y epicentro de las finanzas mundiales.
Como señala el periodista de Washington Christopher Beam, «la 'total falta de propósito' de las criptomonedas puede haber sido su mayor ventaja: sin una misión clara más allá de que 'el precio suba', el movimiento ha podido transformarse en lo que pedía este momento histórico». Pero Warren Buffett mantiene su advertencia: «Ya me meto en suficientes problemas con cosas que creo que entiendo... ¿Por qué demonios debería apostar a favor o en contra de algo sobre lo que no sé nada?». Para el CEO de Berkshire Hathaway, las criptomonedas son como conchas marinas: no tienen valor intrínseco, solo son valiosas si alguien paga más por ellas que lo que pagaste tú. El tiempo dirá si el mayor inversor de la historia tenía razón o se está perdiendo tocar la Luna.