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Destinos / LA CAPITAL DE SUIZA OFRECE UN TRATO EXQUISITO AL TURISTA... Y ALGÚN QUE OTRO OSO CALLEJERO

Bern para creer

Viajar varios días por el mismo país supone correr el riesgo de sufrir lo que yo denomino "empachera turística". Todo lo que se sale de madre acaba por saturar, ya sea exquisito o no. Suiza no fue una excepción. Después de un puñado de días viendo callejones medievales, gótico tardío por doquier y espectaculares paisajes montañosos, llegó un momento en el que ya no sabía si estaba repitiendo pueblo o no. Sin embargo, Berna, ciudad turística por excelencia, consiguió hacerme volver a la ilusión del día uno de la forma más inesperada. Nada más entrar en la población, cerca de la oficina de turismo, un tumulto de personas invitaba a acercarse. "Vamos a ver a los osos" comentaban en voz baja los educados turistas europeos. "Mmm... ¿osos?"

Día 08/10/2012 - 10.08h

Mi curiosidad me llevó a seguir a Vicente (donde va la gente, ya lo dice el refrán), éramos cientos los que nos agolpábamos para ver el símbolo de la ciudad. Un emblema heráldico que, para mi sorpresa, no estaba esculpido en bronce, como el popular símbolo de la Puerta del Sol madrileña (que por cierto, en realidad es una osa, alegoría de la Osa Mayor...). Los osos estaban vivos y coleando en un recinto al aire libre perfectamente integrado: el Bärengraben. Esto de no saber alemán, es lo que tiene. Primer sorpresón.

Pude contar tres animados plantígrados acostumbrados a ser el centro de atención, que se acercaban juguetones a su entregada audiencia esperando una recompensa gastronómica. Inverosímil para mí, cómo el orden y organización, vital en este tipo de atracciones, reinaban sin sometimiento aparente, como por arte de magia. Intenté imaginar entonces una posible implementación en mi querido país, pero teniendo en cuenta nuestros precedentes e idiosincrasia sin par, concluí que no sólo había que admirar a los animales sino al ejemplar público que allí se contenía. Quizás ahí radicaba el secreto de que todo fuera como la seda. Nadie soliviantaba a los pacíficos animales.

Después del episodio anecdótico, y dado que el coche se podía aparcar fácilmente a la entrada de la urbe, seguimos por el puente que preside la ciudad todo recto hasta la calle principal. De repente, estábamos en el siglo XIII, el tiempo de más brillo para los Habsburgo. Sin duda, la estructura de los edificios medievales perfectamente conservados, las fuentes renacentistas y la torre-reloj conforman un paseo fascinante lleno de atracciones turísticas. Mejor ir de la mano con un experto en arte o historia para sacarle todo el jugo al asunto.

Me quedé embelesada observando el minucioso diseño del reloj móvil del siglo XV, reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Su preciso mecanismo no sólo reflejaba la hora, sino además la posición astrológica de los signos del zodiaco. Simplemente espectacular.

Dentro del centro urbano hay que realizar una parada obligatoria en la Catedral protestante de Saint Vincent, que es considerado símbolo nacional por su valor cultural y arquitectónico. También reconocida por la Unesco, tiene el honor de ser la más alta de todo Suiza. Desde la torre se pueden vislumbrar los Alpes en un día despejado con un poco de suerte. Pensé que esta gente sabe vivir. Como dato imprescindible hay que apuntar que la fachada de este edificio, llamado;el;Münster,;tiene unas vidrieras medievales de gran valor artístico y de una temática ciertamente sorprendente. La entrada principal está cubierta de esculturas dogmáticas y devocionales perfectamente policromadas que representan episodios del Juicio Final. Personalmente me quedé fascinada por la escena, que afortunadamente ha sido reformada recientemente.

Para los amantes de la naturaleza, Berna ofrece un gran número de jardines botánicos de gran valor, en especial el Rosengarten. Desde allí se puede disfrutar de unas espléndidas vistas de la ciudad y el río. Hay que subir una colina pero con el calzado adecuado, ojo. Resulta un buen punto de descanso y bucólico final-comienzo para un día ajetreado en tierras suizas.

Si las fuerzas no han flaqueado y estamos en horario, la oferta museística es para no dejarla pasar. Berna posee un amplio abanico de posibilidades. Posiblemente la opción prioritaria deba ser el Kunst Museum (Museo del Arte): es referente nacional por sus colecciones de primerísimo nivel que marcan tendencias. Está ubicado en el centro y desde la catedral se puede llegar en 15 minutos de cómodo paseo.

Conclusión: sin duda, Berna es un destino diferente que debes incluir en tu viaje a Suiza. Sin más... Bern, para creer.

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Mi curiosidad me llevó a seguir a Vicente (donde va la gente, ya lo dice el refrán), éramos cientos los que nos agolpábamos para ver el símbolo de la ciudad. Un emblema heráldico que, para mi sorpresa, no estaba esculpido en bronce, como el popular símbolo de la Puerta del Sol madrileña (que por cierto, en realidad es una osa, alegoría de la Osa Mayor...). Los osos estaban vivos y coleando en un recinto al aire libre perfectamente integrado: el Bärengraben. Esto de no saber alemán, es lo que tiene. Primer sorpresón.

Pude contar tres animados plantígrados acostumbrados a ser el centro de atención, que se acercaban juguetones a su entregada audiencia esperando una recompensa gastronómica. Inverosímil para mí, cómo el orden y organización, vital en este tipo de atracciones, reinaban sin sometimiento aparente, como por arte de magia. Intenté imaginar entonces una posible implementación en mi querido país, pero teniendo en cuenta nuestros precedentes e idiosincrasia sin par, concluí que no sólo había que admirar a los animales sino al ejemplar público que allí se contenía. Quizás ahí radicaba el secreto de que todo fuera como la seda. Nadie soliviantaba a los pacíficos animales.

Después del episodio anecdótico, y dado que el coche se podía aparcar fácilmente a la entrada de la urbe, seguimos por el puente que preside la ciudad todo recto hasta la calle principal. De repente, estábamos en el siglo XIII, el tiempo de más brillo para los Habsburgo. Sin duda, la estructura de los edificios medievales perfectamente conservados, las fuentes renacentistas y la torre-reloj conforman un paseo fascinante lleno de atracciones turísticas. Mejor ir de la mano con un experto en arte o historia para sacarle todo el jugo al asunto.

Me quedé embelesada observando el minucioso diseño del reloj móvil del siglo XV, reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Su preciso mecanismo no sólo reflejaba la hora, sino además la posición astrológica de los signos del zodiaco. Simplemente espectacular.

Dentro del centro urbano hay que realizar una parada obligatoria en la Catedral protestante de Saint Vincent, que es considerado símbolo nacional por su valor cultural y arquitectónico. También reconocida por la Unesco, tiene el honor de ser la más alta de todo Suiza. Desde la torre se pueden vislumbrar los Alpes en un día despejado con un poco de suerte. Pensé que esta gente sabe vivir. Como dato imprescindible hay que apuntar que la fachada de este edificio, llamado;el;Münster,;tiene unas vidrieras medievales de gran valor artístico y de una temática ciertamente sorprendente. La entrada principal está cubierta de esculturas dogmáticas y devocionales perfectamente policromadas que representan episodios del Juicio Final. Personalmente me quedé fascinada por la escena, que afortunadamente ha sido reformada recientemente.

Para los amantes de la naturaleza, Berna ofrece un gran número de jardines botánicos de gran valor, en especial el Rosengarten. Desde allí se puede disfrutar de unas espléndidas vistas de la ciudad y el río. Hay que subir una colina pero con el calzado adecuado, ojo. Resulta un buen punto de descanso y bucólico final-comienzo para un día ajetreado en tierras suizas.

Si las fuerzas no han flaqueado y estamos en horario, la oferta museística es para no dejarla pasar. Berna posee un amplio abanico de posibilidades. Posiblemente la opción prioritaria deba ser el Kunst Museum (Museo del Arte): es referente nacional por sus colecciones de primerísimo nivel que marcan tendencias. Está ubicado en el centro y desde la catedral se puede llegar en 15 minutos de cómodo paseo.

Conclusión: sin duda, Berna es un destino diferente que debes incluir en tu viaje a Suiza. Sin más... Bern, para creer.

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