"El rey es favorable a todas las religiones. Es judío para los judíos, cristiano para los cristianos y musulmán para los musulmanes". Al habla Ted, un improvisado taxista fichado sobre la marcha para explorar el Ezulwini Valley, la perla de la oferta turística suazi (con permiso del Piggs Peak), que sirve de puente entre la capital Mbabane y Manzini, la ciudad más importante del país y la única con aeropuerto.
Mbabane tiene arte. Llegamos por la noche tras sorprendernos en la frontera con Sudáfrica, vía Johannesburgo, con una aduana donde se regalaban condones. A montones. Para prevención del sida. La capital de Suazilandia se fundó en 1903, en la época del protectorado británico. Es una ciudad ecléctica, con bastante verde y bien asfaltada. Cómoda, pero algo impersonal.
Gwanmile street y Dr Shishagi street son las dos calles donde en la práctica se cuece todo. Baste decir que el monumento teóricamente emblemático es una antigua lámpara (old lamp) que en su día formó parte del Puente de Waterloo de Londres. El cristal estaba roto el día que andaba por allí. Y según Ted, así lleva varios lustros. ¿Es éste el encanto del vintage auténtico...?
Al sur de la vía principal se encuentra el mercado. Muy colorista. Lo atienden las llamadas 'mamás' del mercado. Está sorprendentemente limpio. Ofrece artesanías, zapateros, peluquerías, medicina tradicional, verduras, frutas, artesanías... en fin, todo lo necesario para la vida moderna.
Para ir de marcha el lugar indicado es el Moonlite, donde se comen los mejores pollos con indescifrable acompañamiento por muy poco dinero. En la parte del pub, la oscura, los locales danzan en círculo, muy al estilo tradicional, aunque con Shakira y Lady Gaga como telón de fondo. Paroxismo al poder. Todo un espectáctulo. Sórdido, pero espectáculo. "Tú eres mi hermano", me dice un tipo desdentado mientras me intenta quitar la cerveza. De repente otro salta de la barra y me 'protege'. Al minuto me está pidiendo dinero. Vaya jungla... Poco rato después me estoy tomando la tercera sidra Savana y casi me animo a bailar con cierta caída homosexual.
Así se las gasta Mbabane.
