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La enorme roca de la playa de Matalascañas que tiene una historia de más de 400 años

La Torre de la Higuera, en el entorno de Doñana (Huelva), forma parte de los baluartes defensivos construidos en el siglo XVI como defensa contra los piratas berberiscos

Vacaciones en Huelva: La costa de las playas interminables

Torre de la Higuera, en la playa de Matalascañas (Huelva) JFA
J. F. Alonso

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Fue una torre de vigilancia costera. Una de las muchas que ordenó construir Felipe II en el siglo XVI en las costas del sur para defenderse de los ataques de los piratas berberiscos, musulmanes que organizaban sus incursiones desde el norte de África. Ha pasado mucho tiempo, y el mar ha engullido varios cientos de metros de playa (un metro al año como media, según la Universidad de Huelva, UHU), de forma que algunas de esas torres están ahora rodeadas de agua, según el momento del día y la marea. Pero casi todas provocan preguntas curiosas entre los turistas: «¿De dónde ha salido esa roca? ¿Cómo ha llegado ahí?».

Los baluartes defensivos de la provincia de Huelva están entre los más destacados de este tipo de edificaciones. En la zona del Parque Nacional de Doñana -a pocos kilómetros unas de otras, en el término municipal de Almonte- hay media docena: Torres del Oro y Asperillo, en la llamada Playa de Castilla (de la segunda quedan pocos restos); Torre de la Higuera, en Matalascañas; Carbonero, Zalabar y San Jacinto.

La Torre de la Higuera es un pellizco de historia en esta esquina de España, cerca de la aldea de El Rocío y de las dunas de Doñana. Y es también un símbolo que llama poderosamente la atención de los turistas de Matalascañas, una urbanización llena de segundas residencias de vacaciones y apartamentos de verano. La playa es enorme pero casi vacía en temporada baja, de forma que 'La Peña' o 'La Piedra' concentra todas las miradas de los pocos paseantes que se acercan a hacerse un selfie en invierno.

Este baluarte formaba parte de un proyecto de fortificación de la costa desde Gibraltar a Ayamonte. Su estado actual, en posición invertida, tiene el aspecto de un enorme bloque de piedras recostadas sobre el agua y la arena. El lugar que ocupa no es el original, lo que históricamente se creyó que se debía al terremoto de Lisboa de 1755, que habría provocado su caída desde el barranco en el que se construyó. Sin embargo, otras investigaciones más recientes desmienten esta teoría y aseguran que «la torre ya había caído 12 años antes del maremoto».

Desde el paseo que conduce al faro, dejando atrás las ruinas de la Torre de la Higuera, encontramos enseguida el acceso a unas pasarelas de madera que nos introducen en el Parque Dunar de Matalascañas, donde medra un bosque de pino piñonero. Hay senderos señalizados que se adentran en los montículos arenosos y que pueden recorrerse sin dificultad. Este parque, situado en la frontera oeste de la urbanización, ofrece una muestra casi intocada de lo que fue la costa onubense desde el paraíso de Doñana hasta el poniente. Aquí, al contrario de lo que acontece en el parque nacional, quedaron fijadas las dunas por la vegetación, ofreciendo un espléndido mirador hacia la playa y el océano.

Más allá, hacia la playa de Mazagón, se levantan las dunas fósiles del Asperillo, cuyos 'cabezos' se elevan más de cien metros sobre la costa en un espectacular acantilado. Estas dunas protagonizaron hace 30 años un pulso entre ecologistas y promotores urbanísticos que pretendían construir aquí un remedo de Matalascañas que hubieran bautizado como Costa Doñana.

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