La fortaleza de Ollantaytambo se ve impresionante desde el primer instante: el conjunto de andenes propios de la construcción inca se ve como esculpida en la montaña, simplemente majestuosa. De entrada vas viendo todo lo que tienes que subir, que no es poco. Hay quien sostiene que le gana por la mano a Machu Picchu, va a depender de los ojos con que la mires. Mi amiga Jael está en esta línea. No es la única.
Este lugar representó una zona estratégica militar por su ubicación clave para la defensa de la capital del Imperio. También fue un lugar ceremonial pues hay muchas fuentes de agua que aún fluye por su interior sin saber a las claras hasta ahora cuál es el origen de su captación. Esto sólo lo podemos descubrir en la parte baja, es decir, antes de empezar a subir por los andenes. Ya en la parte alta se puede ver lo que quedó del Templo del Sol, la piedra magníficamente trabajada y tallada. Es una pieza megalítica de impresionante tamaño. Aquí todo el trabajo de piedra es una obra de arte independiente del resto, pues tambièn tenemos la Portada del Inca y el Intihuatana.
El nombre de esta ciudad se tomó por un general del ejército inca de Pachacútec, lllamado Ollantay. En realidad parte de una leyenda que se trasmitió de generación en generación. Recuerdo haberlo estudiado en el colegio: el famoso 'Drama Ollantay' es muy popular e incluso se escenifica. Quizás es la gran obra clásica de la literatura inca. Resulta que Ollantay se enamoró de la hija del inca Pachacútec, llamada Kusi Qoyllur. Como no pertenecía a la nobleza, el inca no permitió que se casaran.
El pobre Ollantay, triste y decepcionado, se internó en la actual Ollantaytambo y sublevó a su población en contra del Inca. Fue una lucha que se prolongó durante diez años. Finalmente fue capturado. Sin embargo, para ese entonces Pachacútec ya había muerto y no pudo disfrutar su victoria. Su hijo, el sucesor, después de enterarse de la verdadera historia, lo perdona y permite el casamiento. Qué cosas. Así, Ollantay, Kusi Qoyllur e Imaq Sumac, la hija de esta mítica relación, vivieron felices comiendo perdices... Historia con final feliz.
Es imposible que no se dibuje una sonrisa en nuestros rostro mientras leemos la historia y paseamos por las calles rectas, perfectamente trazadas, muy estrechas y tremendamente pintorescas. Algunas de las casas lucen magnífcas con su porte colonial y se yerguen sobre muros de la época inca. El color rosa oscuro de la piedra se incrusta en la memoria, nunca se podrá olvidar. Tanto como la plaza principal donde un inmenso bloque con aristas imposibles encaja sus quince ángulos en una hilera doble. Mejor que un Tetris.