El sobrenombre de la ciudad, la puerta de México, exige una puntualización: la puerta es más bien de salida, y no siempre está abierta. No son pocos los que llegan a Tijuana con la idea de estar unos días y luego se ven frenados en la frontera. Temporalidad y desesperación no son buenas aliadas. No todo es deshumanizador en Tijuana, pero el caldo de cultivo es el que es. Aquí hay que ser un tipo duro o al menos aparentarlo.
La quinta esencia del espíritu Tijuana se condensa en la avenida de la Revolución, 'la Revu', como aquí la llaman. En esa calle hay personal bilingüe, un buen montón de farmacias de descuento, putiferios deprimentes, montones de güisquerías, clubes de table dance... en fin, lo mejor de cada familia. Supuestamente, es la calle con mayor presencia policial de la ciudad.
Lo que pasa es que muchos chavalitos de San Diego de menos de 21 años de edad no pueden emborracharse en su ciudad de origen, porque la legislación estadounidense es más restrictiva, y en la Revu se sirve de todo mientras se pague. Consecuencia: las borracheras de los ?teenagers? están a la orden del día... Estuve en unos pocos bares muy oscuros a base de tequilas con naranja y botellines de cerveza. Lo más parecido al salvaje oeste.
Quizás no es para tanto y mi visión es muy negativa, pero en los días que lo frecuenté vi de todo. Personalmente vi cómo en plena calle por la noche ofrecían servicios de mujeres, y algunas parecían menores de edad. Una cosa deprimente por completo. Y denunciable.
Muy cerquita de la Revu el escenario cambia: por ejemplo, en la calle Séptima están el Café Français y el Restaurante Chiki Jai, los dos de máximo postín. Otro mundo, a un paso.