Esta historia comienza así. Mi amiga Carola se mudó con su chico a San Sebastián hace dos años y su insistencia para que la visitara era proporcional a la tirria que le tengo a Mourinho, a más e imparable, por lo que decidí darle un abrazo en persona y de paso, ver las playas del Cantábrico. El plan era el siguiente: aprovechar la Semana Grande de San Sebastián, la del 15 de Agosto, estancia pagada en el Monte Igueldo, pintxos y fuegos artificiales.
Podríamos haber pillado un vuelo hasta Bilbao, que con tiempo salen a 100 euros, pero claro... Estar de prestado en casa ajena es un arma de doble filo, ¿y si no es un buen momento?, ¿y si a los tres días nos cansamos o se cansan de nosotros? Yo, fiel cofrade de 'lo bueno si es breve dos veces bueno' decidí apostar por carretera y manta que, aunque más caro, te da la inconmensurable libertad de largarte cuando te lo pida el cuerpo o cuando entiendas que es hora de irte. (La comunicación no verbal aplicada al turista, un universo por explorar, juas).
Mi plan inicial, partiendo desde el sur, era el siguiente. Día 1 Sevilla- Mérida. 189 kilómetros en dos horas, Día 2 Mérida- Madrid. 345 kilómetros en tres horas y media. Y un día más hasta San Sebastián, 454 Kilómetros en cuatro horas y 47 minutos. Íbamos a hacer una parada en Burgos pero nos entró querencia como a los caballos y decidimos darlo todo y llegar cuanto antes a los brazos de mi amiga.
El trayecto Madrid-San Sebastián fue un camino fácil hasta que llegamos al País Vasco. Tras pagar peaje en Armiñón, Álava, nos encontramos con un paisaje montañoso y forestal plagado de curvas y túneles futuristas que continuaron hasta el final del trayecto, no sin antes volver a pagar en Zarauz, Guipúzcoa, otros más de diez euros. En este momento, me acordé del instante en el que desprecié la opción del avión, para qué negarlo. Eso sí, las carreteras estaban en un perfecto estado que ya quisiéramos en otras partes de España. Llegamos al Monte Igueldo, nuevo domicilio de mi amiga y besotes, abrazos y sobre todo felicidad por haber completado la gesta épica sanos y salvos.
DIA 1. PASEO POR LA PARTE VIEJA
Desde nuestra ubicación teníamos unas vistas espectaculares del Mar Cantábrico y de lo que se me parecía la Torre de Sauron, "Ah, por eso le llaman a Bilbao, Bilbo, no?" (nota de la redactora: chiste malo donde los haya, sólo aplicable en ambientes 'frikis', se pueden perder amistades en el caso contrario). Resultó ser la torre del Parque Igueldo pero que alguien me diga que no se le parece, ¡vamos!
Bajamos a la Bahía de la Concha y ¡qué espectáculo! Las afamadas playas de la Concha y Ondarreta son definitivamente unas de las mejores urbanas de toda Europa. Perfectamente integradas en la ciudad, constan de 2.000 metros de longitud, arena blanca y aportan duchas públicas, aseos y vestuarios en perfecto estado de revista. Así como alquiler de tumbonas y chiringuitos para comer, mientras la ley costera así lo permita.
El enclave está rodeado de una avenida de distinguidos edificios de principios del siglo XX que acentúan el eco de una Belle Epoque tan refinada como pintoresca. El Teatro Victoria Eugenia, el Hotel María Cristina, La Catedral del Buen Pastor y el Ayuntamiento en contraste con el Auditorio Kursaal, donde se celebra el Festival de Cine, o El peine del Viento de Chillida testimonian el legado de ese espíritu de esplendor para con las nuevas generaciones.
Después del paseo de reconocimiento por el casco antiguo, la parte más animada de la ciudad, paramos para tomar los aclamados pintxos, una forma de tapear a la vascuence de lo más peculiar. Me llamó la atención la 'buena fe' de los camareros que te dejaban poner en tu plato los pinchos que quisieras para luego contar los palillos prueba de lo consumido y hacer la cuenta. Obvio que pensé en la mala implementación que tendría esta técnica en mi tierra sureña... sin comentarios. Sin embargo, nuestros cicerones nos comentaron que lejos de contar los palillos residuales para hacer la cuenta final, los camareros tomaban nota de lo consumido por cada cliente como en cualquier establecimiento para evitar listillos que 'olvidaran' entregar todos los palillos. Si es que en el fondo, los españoles somos todos iguales para ciertos aspectos...
Además de la preciosa ciudad, debo decir que la gente fue muy amable con nosotros aunque tuviéramos por otro lado la cobertura de nuestros cicerones. La gente estaba feliz, estaban de fiesta, su Fiesta: era la Semana Grande de San Sebastián. A ello me disponía.
DIA 2. FUEGOS ARTIFICIALES
Después de una jornada de descanso y relax por la Concha, que por otra parte su nombre viene dado por la forma de la bahía y no a ninguna señora en particular, esperamos ansiosos a que atardeciera para ver el comienzo del Concurso Internacional de Fuegos Artificiales. Y qué puedo decir, el espectáculo pirotécnico y el ambiente fueron inmejorables, con todos mis respetos para los japoneses. Había gente que hacía su botellón en la playa disfrutando de los reflejos en el mar en primera línea. (Eso sí, todo recogido a continuación, bravo por ellos). Otros se agolpaban respetuosamente en el paseo marítimo helado en mano buscando la mejor perspectiva. Los fuegos fueron un decorado inolvidable para una gran noche.
Volviendo a la Semana Grande (Aste Nagusia en vasco), el Ayuntamiento había organizado los clásicos conciertos gratuitos cerca de la medianoche en la explanada de Sagüés. A mí particularmente no me hacían gracia ninguno pero en el cartel brillaban artistas de renombre como Celtas Cortos, Melendi o Def Con Dos. Un gran ejemplo a imitar que se repite en muchas otras ciudades y playas españolas. A ver si algún alcald@ se da por aludid@. Puedo decir que la Semana Grande hace honor a su nombre, siempre hay algo que hacer y la animación no decae a ninguna hora.
DIA 3. EMULANDO A JUAN SEBASTIÁN ELCANO
A pocos kilómetros de San Sebastián y rodeando la costa del mar Cantábrico existen muchos pueblos pintorescos entre los que se encuentra Getaria, tierra natal de Juan Sebastián Elcano, el cual siendo marino experto se estableció en Sevilla y con el dinero de la Reina Isabel la Católica se fue junto con Magallanes a darle la vuelta el mundo. Ni cortos ni perezosos decidimos acercarnos a explorar ese pueblo tradicionalmente pesquero y vinicultor, ya que su txakoli es tan famoso que hasta tiene denominación de origen.
Nada más llegar se puede observar la escultura homenaje a Juan Sebastián Elcano situado en lo alto del pueblo. El casco antiguo está ubicado en un desnivel entre la costa y el Monte Antón, (que visto desde lejos parece un ratón, por lo que el Monte Ratón es el término más popular en la zona para los lugareños). De entre sus monumentos históricos hay que resaltar la Iglesia de San Salvador y el Túmulo de Arriandi, que data de la Edad de Hierro nada menos.
Nos comentaron que cada cuatro años se hace una recreación del mítico desembarco de Elcano en Sanlúcar de Barrameda, tras dar la primera vuelta al mundo, haciendo uso de la réplica de la Nao Victoria que pionera en circundar el globo en 2005. La próxima se realizará el siete de agosto de 2013. A la vuelta, a 15 kilómetros de San Sebastián está Zarauz, pueblo turístico con prestanza y destino vacacional de la zona. Como curiosidad, Arguiñano tiene un hotel restaurante que se escapa del bolsillo del hidalgo moderno pero su ubicación a primera linea de playa y sus vistas (el 'ratón' de Getaria se ve perfectamente) le hacen un destino casi obligado para el que se lo pueda permitir.
Mis vacaciones en Guipúzcoa fueron sorprendentes, cálidas (no me refiero al tiempo que no acompañó precisamente) y sobre todo inolvidables. Gran tierra Euskadi, estupenda gastronomía y mejor compañía. A veces hay que dejar que la vida te sorprenda.