Uno de los relojes más bonitos de Europa en una ciudad Patrimonio de la Humanidad
El mayor símbolo de Berna (Suiza) es la Zytglogge, una torre del siglo XIII con un hermoso reloj astronómico que mantiene su mecanismo del siglo XVI
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El casco histórico de Berna, la capital de Suiza, tiene varias señas de identidad. Por ejemplo, sus edificios de arenisca verdosa, extraída en canteras cercanas, al pie de los Alpes. También sus soportales (más de seis kilómetros de ellos en las calles del centro de la ciudad) y las puertas abiertas a la calle de los sótanos que solían servir como graneros, carboneras y espacios de almacenaje en general y que hoy en día albergan cafés, restaurantes, tiendas de artesanía e incluso pequeños teatros y salas de cine. O sus fuentes, muchas de ellas decoradas con estatuas que representan alegorías de virtudes o leyendas ligadas a la historia bernesa. Pero el mayor símbolo de Berna seguramente sea la Zytglogge, una torre del siglo XIII con un hermoso reloj astronómico que mantiene su mecanismo del siglo XVI.
Originalmente, la torre no tenía ese nombre ni esa función. Fue primero una de las torres defensivas de la muralla de la ciudad. Y, cuando la urbe se fue extendiendo y se levantaron nuevos muros, pasó a ser una cárcel. Fue después de que en 1405 un gran incendio destruyese las casas de los alrededores cuando los restos de las mismas se usaron para rellenar el antiguo foso de las murallas, el trazado de las calles cercanas pasó a ser el actual y la antigua torre defensiva se amplió, se convirtió en torre del reloj y empezó a ser llamada por los lugareños 'zytglogge', 'campana del tiempo' en

dialecto bernés.
Y desde ese lejano siglo XV la campana de la Zytglogge ha indicado el ritmo del centro de Berna, marcando no solo las horas, sino también las fases de la luna, el presente signo del zodiaco, la fecha y las horas de la salida y la puesta del sol. Y cada hora empieza el baile de las figuras del reloj: primero, el gallo canta y mueve sus alas, lo que hace que el bufón se adelante y empiece a tocar las campanas (en realidad, dando los cuartos) y los osos -animal que da nombre y símbolo heráldico a Berna- vestidos de caballeros, soldados y burgueses se pongan a desfilar. El gallo vuelve a cantar y el dios Cronos gira su reloj de arena y comienza a mover su cetro, marcándole al dorado campanero (conocido por los berneses como Hans von Thann) el ritmo con el que tiene que golpear la campana con su mazo. Una vez las campanadas han marcado la hora, el gallo vuelve a cantar por tercera vez.
Pero la Zytglogge no solo es un sitio que contemplar desde fuera a las horas en punto. Además de eso, la torre se puede visitar por dentro, bien en visitas en grupo públicas (casi todos los días de la semana en primavera y verano) que pueden incluir también un recorrido más amplio por la ciudad, bien -en cualquier momento del año- contratando previamente una visita privada con la oficina de turismo local. Merece la pena subir los 130 peldaños del interior de la torre, en el cual se pueden ver maquetas que ilustran el desarrollo de la torre y sus aledaños a lo largo de los siglos y contemplar desde lo alto una excelente panorámica del casco histórico de Berna, considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pero lo más interesante es, sin duda, la oportunidad de ver en funcionamiento el mecanismo que mueve el reloj.
El mecanismo actual no es el que tuvo originalmente el reloj, pero es casi tan antiguo. Concretamente, de 1530. Impresiona ver la complejidad del sistema de ruedas dentadas, poleas, resortes y péndulos que marca las horas y controla el movimiento de las figuras. Lo que normalmente es un movimiento pausado, casi hipnótico, da paso cada hora a un frenesí controlado en el que empiezan a saltar resortes, moverse piezas inesperadamente, sonar el fuelle que crea el canto del gallo… Todo ello, mientras las campanas resuenan por la torre. Un espectáculo cuidadosamente mantenido por un responsable que se encarga de que todo esté correctamente engrasado y en perfectas condiciones. Pero la principal tarea de este relojero es resetear cada día el sistema de pesos que mueve el mecanismo: cinco piedras que en total pesan más de 400 kilos y que cada día deben ser subidas a lo alto de la torre mediante un juego de poleas accionadas por una manivela. Una tarea que garantiza que Berna siga moviéndose al compás de la Zytglogge.
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