Está situado al suroeste y se extiende por 760 hectáreas. Da para perderse, claro. A este medio bosque se puede acceder en autobús colectivo sin ningún tipo de problemas. Siempre y cuando no se tenga prisas, claro. En el Parque Lenin se puede pasear a caballo, remar en un lago, montar en bici acuática o incluso tomar partido en un rodeo cubano. Merece la pena sentarse en busca de sombra mientras se toma un helado. Fácilmente se pone uno a hablar con el personal y se echa una mañana más que correcta.
El zoológico es otra cosa. Está por la zona que podemos llamar Nuevo Vedado y se accede por la avenida 26. Resulta muy llamativa la isla de los monos, un recinto que se encuentra muy cerca de la puerta de entrada y que atrae la atención de los niños, de lo más entretenido. Lo más curioso es la reproducción de ecosistemas con animales en libertad. Merece la pena.
Cuando yo fui, hace ya un tiempito, la inversión estaba paralizada y de los cinco continentes que existen, sólo uno había sido completado. Era África. Como si de un parque nacional africano se tratase, había pequeños autobuses (destartalados y amarillos) en los que montarse para ver de cerca a los perezosos leones que buscan sombra sin echar cuenta a los turistas. Los tiene uno a menos de un metro, pero son bastante vagos como para enseñar los colmillos.
El ambiente familiar del zoo no tiene parangón. En mi línea, me puse a hablar con el conductor del bus y me llevó a las jaulas de los felinos más grandes. Me permitieron darle de comer a los tigres, leones y compañía junto con el veterinario. Me enseñaron un montón de curiosidades y fue sin duda una visita increíble que no está pagada.