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Destinos / UNA INTRODUCCIÓN A LA CULTURA VINÍCOLA DEL PAÍS ANDINO DE LA MANO DE 'CONCHA Y TORO'

Un brindis por Chile... con Carménère

El nombre de Chile está ligado inevitablemente al vino. Los caldos chilenos llevan conquistando el mundo desde hace años. Para descubrir el secreto de su éxito lo mejor es acercarse a uno de sus viñedos. Quizás el más famoso es el de Concha y Toro, además bastante accesible desde Santiago. Incluso está muy cerca de una de las estaciones de metro de la Región Metropolitana, concretamente hay que ir a la Comuna de Pirque. Total, que sea uno enólogo o no, se trata de una visita obligada.

Día 08/10/2012 - 10.08h
Foto: MANUELA ROJO
La indicación no permite dudas acerca del tipo de la uva plantada
Foto: MANUELA ROJO
Los visitantes a la bodega se muestran atentos a las explicaciones
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Antes de llegar, es fundamental la logística. Sin una cita previa no se va a ningún lado, ya que se funciona con grupos guiados y son muy estrictos con la hora de partida. Para empezar, te enseñan la casona de Concha y Toro donde comienza la leyenda. El político y empresario don Melchor de Concha y Toro, marqués de Concha viajó a Francia y se trajo cepas de la región de Burdeos y de paso también al reputado enólogo monsieur Labouchere. La riqueza de la tierra del valle del Maipo y la climatología hicieron el resto para que prosperara la cultura vinícola. Aunque hay que reseñar que no fue el pionero que empezó todo esto. Existen antecesores.

Otro punto fuerte ligado al crecimiento vinícola guarda relación con la filoxera. Este parásito prácticamente aniquiló todos los viñedos del mundo menos los de Chile. El aislamiento del océano Pacífico por el oeste, la Antártida por el sur, la cordillera andina por el este y el desierto de Atacama por el norte convirtió al país en territorio libre de plagas. Uno de los casos más conocidos es el de la variedad carménère, que se creía extinta en el mundo desde el siglo XVIII. Sin embargo, en 1994 se encontraron algunas vides mezcladas con la variedad merlot. La fuerza de los supervivientes gobierna el mercado. Hoy en día el carménère es un estandarte que representa orgullosamente al país.

La visita continúa por los viñedos, donde se pueden apreciar muestras de todas las cepas que cultivan, así como su sistema irrigación y técnicas para hacer que el proceso resulte literalmente perfecto. Todos los detalles están cuidados al límite, un buen ejemplo de ello es que son siempre mujeres las que recolectan la uva y esto es por la suavidad de sus manos. Me quedé atónito con la cantidad de variedades: merlot, cabernet sauvignon, syrah, sauvignon blanc, carménère, chardonnay, gewürztraminer, carigna... Fascinante.

Tras la primera parte de la visita empieza lo bueno: la degustación de vinos, cómo no arrancamos con un carménère. La verdad es que es simplemente delicioso. Accedemos a la bodega, allí te explican que la diferencia entre las barricas de roble americano y las de roble francés no son sólo los 70 años de edad entre los árboles sino además varios cientos de euros. Por eso, la noble madera francesa se usa para el producto de gama más alta, Don Melchor, que dicen que está entre los cuatros mejores vinos del mundo.

Bajando por una escalera se entra en el denominado Casillero del Diablo, nombre que se le da a su marca más prestigiosa a nivel mundial (ha llegado a patrocinar al Manchester United, club de fútbol inglés). Es un lugar oscuro, una voz en off cuenta la historia que don Melchor ante los robos que se producían en sus instalaciones divulgó entre sus trabajadores que había visto al diablo. A veces él se escondía y asustaba a sus empleados haciendo ruido con cadenas. El rumor se extendió rápido y los robos cesaron de la noche al día. Para los más curiosos, sepan que aún se pude ver la sombra del diablo en la primigenia bodega antes de degustar una copa de Don Melchor.

Para continuar, una sumiller te enseña cómo se procede para degustar un buen vino. Primero vemos el color, con un contraste del mantel, segundo lo olemos para sentir sus ingredientes, como tercer paso se oxigena con giros rápidos y por último se prueba. Es clave usar los tres sentidos: vista, olfato y gusto. Cuatro copas, sumadas a las dos de antes, hacen un total de seis que permiten que llegues a la tienda de souvenirs tan contento que acabas sacando la tarjeta de crédito. Es lo que tiene... Así se logra una gran gestión de marketing y lo demás es tontería. No es de extrañar que Concha y Toro se sitúe entre los diez primeros productores del mundo de vinos.

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