La España Mágica | Trasmoz
El pueblo excomulgado
En edicto arzobispal, vigente desde 1255, expulsó de la Iglesia a todos los habitantes de esta localidad aragonesa

Trasmoz , situado al pie de la sierra del Moncayo, es un pueblo con menos de un centenar de habitantes y un pasado singular que evoca un remoto esplendor. Hay pocos lugares en la Península como esta localidad zaragozana donde leyenda y hechos históricos ... se confunden en la noche del tiempo.
Corría el año de 1255 cuando el arzobispo de Tarazona decidió excomulgar a toda la población de Trasmoz a petición del abad del monasterio de Veruela, situado a muy pocos kilómetros. Han pasado siete siglos y medio y la excomunión sigue vigente al no ser levantada por el Papa , la única autoridad eclesial con poder para anularla.
Trasmoz era en la Edad Media un enclave de extraordinaria riqueza con minas de hierro y plata, bosques y grandes reservas de agua. El pueblo tenía un enorme castillo, sede de un señorío adscrito al reino de Aragón. La peculiaridad de este pueblo es que no tenía que pagar impuestos ni someterse a la autoridad del abad de Veruela, lo cual no era del agrado de la Iglesia. Parece ser que allí residían judíos y musulmanes , que convivían en paz con los cristianos.
Circulaban en el siglo XIII rumores de qu e las brujas se congregaban en el pueblo para adorar al diablo y celebrar sus aquelarres. El abad de Veruela concluyó que las acusaciones eran ciertas y logró la excomunión de todos sus habitantes, lo que significaba que no se podían celebrar cultos en su iglesia. De facto, la iniciativa significaba que todos los vecinos y sus descendientes quedaban condenados al infierno.
El conflicto entre Trasmoz y Veruela no sólo no se solucionó, sino que se fue agudizando durante más de dos siglos y medio. En el año 1511, siendo monarca Fernando II de Aragón, el problema se recrudeció cuando Pedro Manuel Ximénez de Urrea, señor de Trasmoz y hombre de letras, se alzó en armas contra el monasterio, que había desviado agua del pueblo sin pagarla. El abad, respaldado por el Papa, volvió a dictar un edicto en el que maldecía al pueblo, invocando el Salmo 108 de la Biblia. La cruz de la iglesia de Trasmoz fue cubierta con un velo negro, mientras tañían las campanas. Cuando la guerra estaba a punto de estallar, Fernando dio la razón a Ximénez, poniendo fin al litigio. Pero la excomunión se mantuvo en vigor pese a que los habitantes del enclave siguieron con sus cultos.
Trasmoz, antaño motivo de litigio entre Navarra y Aragón, entró en declive a partir de mediados del siglo XVI cuando el castillo se incendió. Nadie lo reconstruyó y la población fue descendiendo, mientras su floreciente economía declinaba . Pero el pueblo continuó ligado en la imaginación popular a la brujería y las artes ocultas, inspirando la pluma de Gustavo Adolfo Bécquer en varias narraciones.
Bécquer, que estuvo en Veruela, contó la muerte de la Tía Casca, mujer de rostro horrible y largas greñas que vivió en Trasmoz a principios del siglo XIX. Fue despeñada por un precipicio por los habitantes del lugar porque practicaba el mal de ojo y traía mala suerte a quienes se cruzaban en su camino. Hoy se la recuerda con un monumento frente al castillo. Su torre del homenaje ha sido restaurada y cuenta con un museo en el que se pueden ver algunos restos arqueológicos de origen medieval y objetos vinculados a la brujería.
Dice la leyenda que el castillo de Trasmoz, cuyo origen etimológico significa ‘trasmontes’ por su situación cercana al Moncayo, fue levantado por un mago llamado Mutamin en una sola noche gracias a la ayuda del diablo . Lo mágico y misterioso trasciende la historia de esta localidad, donde se celebra cada año una feria de la brujería en la que no faltan pócimas curativas en base a las hierbas de la comarca.
Acercarse a este pequeño pueblo y subir a su castillo, desde donde se contemplan las montañas, permite palpar las huellas de un pasado lejano en el que leyendas, tradiciones y viejas supersticiones guiaban la vida de los hombres . De ellos venimos nosotros.
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