Suscríbete a
ABC Premium

La sombra de los aranceles planea también sobre la sangre humana

Los derivados de la sangre humana y animal están entre los diez productos que más exporta España a EE.UU.

En 2024 el Estado ingresó casi 3.500 millones de euros por ventas de 'oro rojo', pero a su vez gastó 5.970 millones

La UE mantiene la esperanza de negociar los aranceles con Estados Unidos

Bolsas de sangre en un centro de transfusión GUILLERMO NAVARRO
Elena Calvo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La sangre humana también se vende y se compra a otros países y, como tal, puede llevar aranceles. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado recientemente que considera imponer cargas a los productos de la Unión Europea en respuesta al IVA, que tacha de «arancel encubierto». El aceite de oliva, los perfumes o las baldosas de cerámica fueron algunos de los productos que más exportó España a Estados Unidos el año pasado, pero hubo más de 328 millones de euros que el Estado se embolsó vendiendo productos relacionados con la sangre humana o animal. De hecho, esta categoría, tal como recogen los datos provisionales de 2024 de las estadísticas de comercio exterior de bienes de España y la UE, fue la octava que más ingresos generó por exportaciones de nuestro país al americano. Paradójicamente, esas cifras no suponen ni una quinta parte de los productos derivados de la sangre humana que España compró al país que preside Trump, pues en este caso el desembolso fue de más de 1.856 millones de euros.

En España, pagar por donar sangre no es legal, como sí lo es en otros países como Estados Unidos o, sin tener que ir tan lejos, Alemania o Georgia. Pero eso no implica que esté prohibido comerciar con la sangre. De hecho, se hace. En 2024, el Estado ingresó 3.473 millones de euros por exportaciones de sangre humana, animal y productos derivados al resto del mundo. Por el contrario, gastó 5.971 millones de euros en importaciones. «Se puede comercializar tanto la sangre completa, las diversas partes o componentes y aquellos derivados que se obtienen a partir de ella», explica José María Esteban, doctor y farmacéutico del Cuerpo de Sanidad Nacional, que conoce bien el asunto, pues ha desempeñado su trabajo en control sanitario de aduanas en productos para uso y consumo humano.

La sangre tiene tres partes: la líquida, es decir, el plasma; las células, como las plaquetas o los glóbulos blancos y rojos; y otros componentes de origen proteico, como son la albúmina, fibrinógeno, anticuerpos o globulina, entre otros. Del plasma se pueden obtener varios derivados o sustancias para tratar enfermedades, por ejemplo en casos de ébola, donde se puede curar a la persona infectada con plasma de otra que ya ha pasado la enfermedad y que por tanto contiene anticuerpos. En cuanto a las células, es habitual la transfusión de plaquetas a pacientes con hemorragias internas, por ejemplo a personas que hayan sufrido hemorragias cerebrales y a las que, aparte de medicamentos, se les ponen esas plaquetas para evitar problemas por la falta de coagulación. Los glóbulos rojos, por su parte, se utilizan en personas con problemas de oxígeno mientras que los blancos se usan en terapias génicas.

La «paradoja», apunta José María Esteban, reside en por qué España vende sangre y hemoderivados si a la vez tiene que comprarlos. Y son varios los motivos. El primero, sigue este experto, es por una cuestión del tiempo que aguanta la sangre. «Hay que mantenerla refrigerada, por lo que cuando hay un exceso se sangre, se exporta. En cambio, cuando tenemos déficit, como en España no se puede pagar por las donaciones de sangre pero en otros países sí, se puede importar sangre entera», aclara.

Capacidad tecnológica

Además, continúa Esteban, nuestro país tiene dos grandes laboratorios farmacéuticos que se dedican al tratamiento de la sangre, es decir, que a partir de sangre entera pueden obtener plasma, células o plaquetas, entre otros compuestos, de manera que cuando en España hay suficientes existencias pueden exportarla a otros países. Pero hay ocasiones en las que las necesidades del país son superiores a la capacidad de producción de estas dos empresas, por lo que se recurre a la importación de productos hemoderivados. Puede darse también la circunstancia de que la compra se deba a que la obtención de ciertos factores de la sangre no se pueda realizar con la tecnología disponible en España pero sí con la de otros países. Esto ocurre, por ejemplo, con algunas citoquinas, sustancias que están en la sangre y que sirven para tratar enfermedades autoinmunes como el lupus o algún tipo de cáncer y que se deben extraer con una tecnología que actualmente no está disponible en España.

Pero hay que tener en cuenta que las inspecciones para el comercio de este tipo de productos son muy exhaustivas. Para empezar, la exportación en estos casos solo se autoriza por parte de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) y la salida de medicamentos hemoderivados requerirá informe previo favorable de la Dirección General de Salud Pública y Equidad en Salud, del Ministerio de Sanidad. Así, constatan que España no tiene falta de existencias en ese momento. Es decir, si en España falta sangre, no se vende a otros países.

Las exportaciones solo pueden realizarlas entidades autorizadas, la mayoría laboratorios farmacéuticos, que tengan licencia para tratar el producto que se va a vender. Se les exigen una serie de certificados tanto nacionales como internacionales que garanticen cuestiones como el origen, la seguridad o la ausencia de componentes o microorganismos dañinos en la sangre, así como un informe previo favorable por parte de la Aemps y de Salud Pública. Una vez en aduana, los inspectores farmacéuticos comprueban la documentación y autorizaciones y que tenga las condiciones de refrigeración, embalaje o estado adecuadas. Para las importaciones se siguen pasos similares, con la autorización por parte de la Aemps, aunque no de la Dirección General de Salud Pública. Además, en ambos casos, para determinados productos se exige un control analítico que lleva a cabo el Laboratorio Oficial de Control de Medicamentos (LOCM) de la Aemps, explica José María Esteban.

La imposición de aranceles

Esta categoría de productos, que se engloba dentro de la de productos farmacéuticos según la clasificación de comercio exterior, se consideran estratégicos, por lo que aunque nada impide a Trump imponerles aranceles, podría ser contraproducente, considera Esteban. «Podría, pero sería tirar piedras contra su propio tejado, porque ellos también necesitan esos hemoderivados. Son productos estratégicos de los que muchas veces sus laboratorios no se pueden surtir», cuenta. En caso de que finalmente se graven, reflexiona, el impacto lo sufrirán los laboratorios farmacéuticos y los centros que se tengan que surtir de este tipo de productos, así como el sistema sanitario, pero duda de que ese impacto económico pueda afectar al usuario final.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación