Los perros buscan un soplo de respiración, una señal, pero no encuentran nada
Un grupo de bomberos de Málaga realiza rastreos entre los escombros en las aldeas
Hasán, el Príncipe heredero atrapado entre su padre y el terremoto
Terremoto en Marruecos, en directo: muertos y heridos, rescate de desaparecidos y última hora de las zonas afectadas

Llegaron desde Málaga a Tala Nyacoub en coche. Solo pudieron entrar a Marruecos cuando el país les dio permiso. Desde entonces, bajaron conduciendo seis horas de Tánger a Marrakech y luego otras tres más hasta el epicentro del terremoto. Su misión es prácticamente un ... imposible: rastrear las zonas donde puede haber vida. Son un grupo de Bomberos por el Mundo, que en su primer destino fue con el ejército marroquí en una aldea devastada. No hallaron nada. Allí sólo había muerte. Volvieron al puesto de mando y buscaron nuevas zonas.
La carretera de Amerezgan acaba de ser abierta. Las máquinas pesadas habían abierto camino. En la montaña se ven los pueblos derrumbados. La llegada es una odisea. Los bomberos, acompañados por ABC en su propio vehículo, se tienen que bajar en varias ocasiones para desbloquear la carretera. No valen las sirenas ni los distintivos. Los coches bajan de la montaña, mientras ellos tratan de subir. Los vehículos con los distintivos de la Diputación de Málaga avanzan hasta donde nadie ha entrado nadie hasta llegar a sólo tres kilómetros del epicentro.
La caravana de coches se convierte en una fila de burros cargados con víveres, mantas y agua. Los vecinos del último 'duar' al que se puede acceder por esta zona se acercan a la ventana para dar las gracias por la presencia. Les indican un lugar donde rastrear, una localización donde puede haber vida. Los niños se agolpan ante la novedad. Las ambulancias con los primeros heridos que puedan bajar de este pueblo después de tres días parten con premura. El objetivo es buscar entre los escombros.
En el patio de una casa, aparcan los coches. Los niños sonríen al verlos. Uno de ellos trata de enseñar algo de español mientras se sitúan en el terreno. La mezquita en ruinas corona un amasijo de escombros. Los vecinos se agolpan para ver cómo trabajan los bomberos. Los efectivos andaluces toman posiciones. Se colocan de forma estratégica para rastrear esos escombros.



Allí arranca le primero perro. El adiestrado se queda quieto, no se mueve. Tampoco mira hacia ningún lado. No puede desviar al perro ni siquiera con el movimiento de los ojos. Así, el primer can comienza a rastrar los escombros. Empieza por abajo. Sube por una ladera de una montaña de cascotes, se metes por la mezquita, sigue dando vueltas. Oliendo cada piedra, cada hueco. Busca un halo de respiración, el olor de un cuerpo. Una señal. No encuentra nada. El adiestrado lo felicita por el buen trabajo.
Tras este comienza otro. Es una perra, que está cansada. Comienza a rastrear. Este can tiene la medalla de Andalucía por sus rescates en Turquía, pero no puede hacer mucho. No halla nada. El adiestrador decide replegar a su binomio. Es el momento del otro perro. El tercero. Lo sueltan en entre las piedras. Le dan la señal y empieza olfatear cada piedra, cada caña, cada trozo de adobe. Empieza en la parte baja y va subiendo.
MÁS INFORMACIÓN
El perro sube, pasa por la mezquita en ruinas y se va para una zona donde hay dos bomberos señalando el perímetro. Finalmente, no hallan nada en este lugar. Por esta razón, deciden replegarse. No hay nada. Los perros no han sacado a nadie. Ni vivos ni muertos. No hay personas entre los escombros. Así, los perros vuelven a su trasportín, pero antes hay un momento para sacar una sonrisa a los niños. Estos se agolpan con los animales, les dan agua y juegan con los bomberos. No es solo el soplo de esperanza de un equipo especializado en buscar vida, sino la sonrisa de los que lo han perdido todo al ver que la ayuda llega a sus hogares.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete