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Milei invita oficialmente al Papa Francisco a visitar Argentina

A través de una carta, el mandatario le dice al Pontífice que «su presencia y su mensaje contribuirán a la tan deseada unidad de todos nuestros compatriotas»

El Papa pide al foro marxista que «dialogue con todos, sin excluir a nadie a nivel político, social y religioso»

Javier Milei, junto a su hermana Karina, firma la carta de invitación al Pontífice ABC
José Ramón Navarro-Pareja

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«Usted bien sabe que no necesita invitación para venir a la Argentina. A riesgo de decir lo innecesario, le invito a visitar nuestra amada Patria». Con estas palabras, el presidente argentino Javier Milei ha invitado oficialmente al Papa Francisco a visitar el país, su lugar de origen pero al que no ha vuelto desde que fue elegido al frente de la sede de Pedro, en marzo de 2013. Milei confía en que el Papa pueda realizar el viaje «conforme a las fechas y los lugares que nos sean indicados, teniendo presente el deseo generalizado de nuestras ciudades, provincias y pueblos de contar con su presencia y transmitirle su filial afecto».

Desde hace más de diez años, Francisco nunca ha concretado su intención de volver a su tierra natal. Frente a las preguntas de los periodistas, siempre ha respondido con evasivas o con una cierta ironía cuando contestaba que ya había estado «durante 76 años en Argentina». El viaje nunca se ha realizado, ni siquiera como una breve escapada, a pesar de que Francisco ha visitado países limítrofes con Argentina como Chile y Brasil. Aunque nunca se ha dado una razón oficial para esa negativa, fuentes oficiosas del Vaticano siempre han argumentado que el Papa retrasaba la visita en espera de una situación de calma interna en el país, para evitar que su presencia fuera politizada, por una u otra parte.

Un supuesto motivo, que, tras la victoria de Milei, y viendo como había transcurrido la campaña electoral -en la que las posiciones de Milei frente a Francisco fueron utilizados en su contra por su contrincante peronista- parecía hacer todavía más difícil que el Papa volviera a pisar su patria. De hecho, unas palabras del Papa, pronunciadas pocas horas antes de las PASO (la primera vuelta de las presidenciales) fueron interpretadas como un ataque al entonces candidato Milei. En una entrevista, el Pontífice alertaba de los «payasos de mesianismo», de «los redentores de un día para otro», y de «los flautistas de Hamelin que son encantadores de gente y las terminan ahogando».

Por su parte, Milei había llegado a afirmar que Francisco era «el representante del maligno» y lo acusó de «estar al lado de dictaduras sangrientas», en referencia a regímenes comunistas como China. Unos planteamientos que llevaron a un grupo de curas villeros (barrios populares a los que solía acudir Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires), encabezados por el padre José María «Pepe» Di Paola a organizar una misa de desagravio en defensa del Papa. Un evento que intentaron rentabilizar políticamente algunos sectores peronistas cercanos a Sergio Massa, el candidato que disputó la segunda vuelta a Milei.

Sin embargo, la tensión entre ambas partes se fue relajando a lo largo de la campaña electoral. Milei pidió disculpas al Papa por sus palabras -aunque no se desdijo de sus diferencias en política económica- y el Pontífice quitó hierro a los apelativos desde el Vaticano, al asegurar en otra entrevista a la cadena mexicana Televisa que «en la campaña electoral se dicen cosas 'en broma', digo entre comillas. Se dicen seriamente, pero son cosas provisorias, cosas que se usan para crear un poco de atención. Pero que después caen solas». Sobre su viaje a Argentina, también puntualizó unos días antes de las elecciones que «no depende del triunfo o derrota de ningún partido», acallando a quienes afirmaban que la victoria de Milei postergaría indefinidamente la visita.

Llamada del Pontífice

Así, tras su victoria, Milei recibió la llamada del Pontífice, a que ahora hace referencia en la carta en la que le invita a Argentina. «Agradezco su muy significativo llamado telefónico del 22 de noviembre, luego de mi elección como presidente. Valoro sus sabios consejos y sus deseos de coraje y sabiduría para mi persona, tan necesarios para encarar el desafío de dirigir los destinos de nuestra Patria y de nuestros conciudadanos», explica el mandatario argentino.

En su texto, Milei hace partícipe al Papa Francisco de los «tiempos de aflicción y de esperanza», que atraviesa la nación argentina. «Observamos a nuestro alrededor como la pobreza con sus diferentes rostros y consecuencias alcanza a la mitad de todos nuestros compatriotas», específica.

«Nuestra economía se encuentra en estado crítico y es preciso adoptar medidas urgentes para evitar una catástrofe social con consecuencias dolorosas», añade Milei, en referencia a las políticas que se ha visto obligado a tomar en las primeras semanas de gobierno para sanear la situación económica y que, le dice al Papa, las ha tomado «teniendo presente su consejo de tener la sabiduría y el coraje necesarios».

Una forma de involucrar a Francisco en las reformas sociales y políticas que está llevando adelante. «Somos conscientes -le señala Milei al Papa- que estas decisiones pueden profundizar inequidades, por lo que nuestra prioridad máxima es proteger a nuestros compatriotas más vulnerables, agradeciendo la colaboración de la Iglesia Católica, cuya acción en el campo social es invalorable».

En ese sentido, Milei también vincula la visita de Francisco con una mejora de la situación del país. «Como Presidente de la Nación Argentina, considero que su viaje traerá frutos de pacificación y de hermanamiento de todos los argentinos, ansiosos de superar nuestras divisiones y enfrentamientos», le explica. «Su presencia y su mensaje contribuirán a la tan deseada unidad de todos nuestros compatriotas y nos brindará la fuerza colectiva necesaria para preservar nuestra paz y trabajar por la prosperidad y el engrandecimiento de nuestra querida República Argentina», añade.

Benedicto XVI y Juan Pablo II sí volvieron a su patria

El argumento de evitar la politización nunca ha sido considerado como convincente en círculos vaticanos. De hecho sus antecesores, tanto Benedicto XVI como Juan Pablo II visitaron en varias ocasiones sus países de origen incluso en circunstancias mucho más complejas. Muy significativo fue el primer viaje del Papa polaco a su patria, sobre todo el discurso en la plaza de la Victoria de Varsovia, el 2 de junio de 1979, que está considerado como el inicio del fin del comunismo en Europa del Este. Aprovechando la festividad de Pentecostés, Juan Pablo II finalizó su homilía proclamando: «Descienda tu espíritu, descienda tu espíritu. ¡Y renueve la faz de la Tierra!», para a continuación añadir «¡De esta tierra!», una expresión que fue entendida por los tres millones de asistentes como una llamada a la acción. Diez años después caía el Muro de Berlín.

Más plácido e íntimo, aunque lleno de emoción, fue el regreso de Ratzinger a Baviera, donde visitó la parroquia en que había sido bautizado y los lugares en que había vivido, se reencontró con amigos de la infancia, rezó ante la tumba de sus padres y su hermana e incluso pasó una última tarde en la biblioteca de su casa cercana a Ratisbona.

Una experiencia que también podría repetir Bergoglio, quien todavía mantiene lazos familiares con su Argentina natal, de atender la petición oficial que ahora le hace el presidente Javier Milei. Un gesto, dado el tono amable y conciliador de la carta, que también despeja las dudas de que el viaje pudiera ser utilizado políticamente.

En realidad, la excusa oficiosa de su entorno, nunca verbalizada por el Papa, esconde el temor de Francisco a no ser bien acogido por una buena parte de la población, que, como señala Milei en su carta, se encuentra dividida y enfrentada. Como arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio, no fue nunca una figura de consenso. Además, el uso que ha hecho el peronismo del Papa durante la campaña electoral -al intentar contraponerlo como figura de autoridad frente a Milei-, ha resultado, además de infructuoso (dada la significativa derrota que sufrieron), un desgaste para el Pontífice en su tierra natal.

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