La máquina Enigma y el desconocido equipo de españoles que ayudó a descifrar los códigos nazis
El Equipo D junto con los criptógrafos polacos hicieron un trabajo clave para ganar la guerra
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De izquierda a derecha: Marian Rejewski, Edward Fokczynski, español no identificado, Henryk Zygalski, español no identificado, Jerzy Rozycki, Antonio Camazón, Antoni Palluth, español no identificado
Se cumplen 90 años de la máquina Enigma que fue un quebradero de cabeza para los aliados y protagonizó uno de los pasajes más fascinantes de la Segunda Guerra Mundial. La 'máquina de los secretos' nazi suponía un complejo rompecabezas que reunió a algunas de las mentes más brillantes del momento -(matemáticos, aficionados de los crucigramas, estudiosos en el ajedrez, linguistas)- para conformar un ejército en la sombra que sería crucial para poner fin al conflicto. Básicamente porque gran parte de los mensajes enviados entre el ejército nazi, su diplomacia y sus servicios secretos hacían uso de Enigma. De hecho se dice que gracias al trabajo de los aliados en su descifrado se consiguió acortar la guerra dos años.
Comunicaciones cifradas alemanas durante la invasión de Francia
Esta creación aún sigue dando nuevos capítulos para la historia, uno de ellos es el del grupo de españoles que trabajaron en este dispositivo. Un hecho que se reveló tras la desclasificación de los archivos secretos franceses, que ha dado nombre al documental 'Equipo D, los códigos olvidados'». Tal como explicaba su director, Jorge Laplace, a los medios: «Faltaba hacer justicia y reivindicar la parte del mérito que tuvimos los españoles en que se acabara la Segunda Guerra Mundial».
La máquina Enigma de España
El Ministerio de Defensa de España detalla en su documentación sobre la Enigma comercial que las primeras diez llegaron a España en 1936, como apoyo de la Alemania nazi al ejército de Franco en la Guerra civil española. Señalan que el cometido era el cifrado de comunicaciones.
Y apunta que «de este envío se conocen los números de serie, tratándose todas del modelo comercial del tipo K. En aquel momento, fueron recibidas por el Comandante Antonio Sarmiento León-Troyano, organizador de los servicios de escucha, criptografía y desencriptación. Un segundo envío de otras diez, adquiridas por el Gobierno de Franco, llegaron en enero de 1937, y las últimas llegaron para servir a las comunicaciones de la Legión Cóndor, y que al ser sufragadas por España se quedaron aquí». En ese sentido, España albergó la primera versión de la Enigma.
Uno de los familiares de los involucrados en descifrar códigos por aquella época explica en las redes las funciones básicas que se cumplían en este campo durante la Guerra civil española.
La Guerra Civil española no solo fue una zona de pruebas de las armas que se usarían posteriormente, sino que fue un campo de entrenamiento del espionaje y la criptografía. La diferencia fundamental con las Enigma militares, es que las comerciales, usadas inicialmente, eran menos sofisticadas. De hecho, los británicos compraron una Enigma comercial en 1927 con el fin de analizarla concienzudamente- El encargado fue Dilly Knox, figura crucial en el descifrado de códigos durante la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, el mayor impedimento para seguir ampliando su conocimiento fue que el Estado alemán vetó su uso comercial con una guerra que estaba a las puertas de estallar. Su fabricación se nacionalizó y su producción tuvo un uso exclusivamente militar. Por lo que en los treinta el trabajo más complicado fue tener acceso al intercambio de mensajes entre los miembros del ejército alemán.
Si bien las señales de los alemanes no eran audibles desde la isla británica, las producidas por las máquinas enviadas a España sí podían ser interceptadas. De modo que las Enigma de España sirvieron para probar el músculo de la criptografía de la época y sentar las bases de una máquina que luego se haría más compleja.
Uniendo fuerzas
Hackear al enemigo era el objetivo, y en ese empeño se esmeraron también siete españoles, el Equipo D. El líder del grupo D, el vallisoletano Antonio Faustino Camazón, se llevó el secreto a la tumba y ni siquiera su familia lo supo hasta hace bien poco. Este equipo unió fuerzas con los criptógrafos polacos, el llamado 'grupo Z', donde destacaban hombres como Marian Rejewski, Jerzy Rozycki o Henryk Zygalski.
Marian Rejewski
Rejewski contó con la ventaja de haber dispuesto de una máquina Enigma interceptada por el servicio de inteligencia en un envío desde Berlín a Varsovia, debido a que los alemanes no etiquetaron el equipaje como valija diplomática. Así consiguieron descifrar una parte de los mensajes que transmitía el ejército alemán antes del estallido de la Segunda GuerraMundial.
Según la web del Ministerio de Defensa de España construyeron un artificio que venía a ser «Enigma en paralelo» y que llamaron bomba kryptologiczna, pero con la ocupación alemana fue imposible desarrollarla en Polonia. En julio de 1939, les entregaron algunas de sus réplicas de la máquina al servicio de inteligencia británico y francés, además de pasarle información de enorme valía para el avance contra el enemigo.
Por tanto, todos ellos, polacos, españoles y franceses trabajaron juntos. Y para realizar esta labor se escondieron en el «templo secreto» PC Bruno (Poste de Commandement Bruno), localizado en el castillo de Vignolles, al noroeste de París.
El colaborador extraordinario de matemáticas de la Universidad de Zaragoza que interviene en el documental, Manuel Vázquez, nos explica que «se cree que el grupo de Camazón se dedicó a descifrar mensajes de la máquina Enigma, pero entre alemanes e italianos, o entre españoles, entre la España de Franco e Italia. Porque hay que tener en cuenta que las escuchas que se hacían se concretaban en mensajes de los alemanes a Italia, a España, o a la zona invadida de Austria o de Hungría, es decir las zonas más cercanas de alrededor del sur de Francia. Entonces, ahí habría lenguas diversas y es de suponer que los españoles colaboraron con eso». De paso los Aliados también estaban especialmente interesados en saber si España se uniría a la guerra en el bando de Hitler.
Posteriormente debido a que los nazis entraron en el país galo el grupo de criptógrafos se trasladaron a la Francia no ocupada, en Uzés, cerca de Nimes. Hoy en ese lugar hay una placa que recuerda esta proeza y nombra a los españoles olvidados, apunta Paz Jiménez Seral a ABC, profesora de Álgebra de la Universidad de Zaragoza y otra de las voces que aparece en el documental. Y matiza que los polacos sí fueron reconocidos desde hace tiempo en su nación por esta importante labor.
Monumento dedicado a los matemáticos polacos que durante la Segunda Guerra Mundial se dedicaron al descifrado de la Enigma
Seral especifica que estuvieron casi tres años juntos colaborando. El trabajo de estas personas fue crucial para ayudar a los equipos del otro lado del Canal de la Mancha, en Bletchley Park, la instalación militar británica en el que operaban más de 10.000 personas, un 75% de ellas eran mujeres. Allí fue donde el matemático Alan Turing, el nombre que se ha llevado la mayor parte de los focos en la historia de la máquina Enigma, fabricó una especie de ordenador electromecánico, basada en la bomba kryptologiczna polaca, pero más elaborada. Tenía 108 rotores que simulaban los de las máquinas alemanas y equivalía a 36 Enigmas. Acabando así con la inviolabilidad de la Enigma.
Maqueta de bombe británica
Anatomía de la Enigma
La máquina Enigma funcionaba mediante permutaciones, la profesora Seral nos detalla que «lo que hacía era cambiar unas letras por otras. De manera que una letra A la podía cambiar por la P, pero luego la misma letra A la podía cambiar en vez de por la P por otra».
Máquina Enigma de cuatro rotores
Antonio Barro Ordovás, capitán de navío retirado, detalla en su escrito sobre Enigma que el dispositivo consistía «básicamente en un teclado como el de una máquina de escribir; y más hacia arriba, había un panel con letras que se iluminaban al pulsar las teclas. También había tres o cuatro ranuras, dependiendo del tipo de máquina, donde se introducían los correspondientes rotores, con 26 posiciones cada uno, que se podían configurar inicialmente, a mano, en una posición relativa determinada por las letras que aparecían en unas ventanillas delante de cada rotor».
Rotores de la máquina Enigma
Tras la pista
El jefe del servicio de información del ejército francés, el general George Bertrand, publicó sus memorias, donde hablaba de un grupo de exiliados procedentes del servicio secreto de España a los que regularizó su situación. Y en 1967 el militar polaco Władysław Kozaczuk en «Battle for Secrets» menciona a Antonio Camazón. Además proporcionaba una foto- (la que se puede ver al inicio de este artículo)-del equipo D y el equipo Z en el que sería su centro de operaciones durante un tiempo, pero solo daba el nombre de los criptógrafos polacos.
No sería hasta los noventa cuando un reportaje de un periódico español hizo una mención del libro polaco en el que hablaba de la intervención de unos criptoanalistas españoles dirigidos por un tal Camazón. Nicolás Luis Ballarín, sobrino de Camazón, al leer el artículo empezó a atar cabos, sin duda estaban hablando de su tío. El mismo hombre con el que pasó durante diez años cada sábado por la tarde. Con él hacía excursiones con su seiscientos, y aprovechando esos momentos llegó a contarle sus secretos mejor guardados.
Ballarín en los ochenta intentó infructuosamente dar a conocer el nombre de su tío. Pero recuperó la esperanza y decidió contactar con la Asociación Círculo Republicano del Alto Gállego, y éstos con Arturo Quirantes, el profesor de la Universidad de Granada, especializado en historia de la codificación, que había intentado seguir la pista de Camazón. Ahora podrían saber más sobre este misterioso personaje. No en vano, Quirantes se refería al equipo D diciendo: «Nos movemos entre las espesas capas de niebla de la Historia. Me refiero a la vida y milagros de un grupo de criptógrafos republicanos a los que apodaré «Los siete de Camazón».
Camazón y el Equipo D
Camazón, el líder del Equipo D, nació en Valladolid en 1901. Se sabe que sus padres tenían una tienda de ultramarinos y con 12 años intentó escapar de casa y huir a Colombia como polizón en un barco. Pero fue repatriado y el intentó le valió ser enviado a estudiar a Madrid. Destacó por su brillantez y su facilidad para aprender idiomas. Incluso Santiago Ramón y Cajal llegó a hacer una breve mención sobre él en sus memorias. Su sobrino relata en una entrevista en el 'Heraldo de Aragón', que su tío «Iba a dar clases a las embajadas y aprendía francés, inglés y alemán», y en el proceso terminó por hablar hasta doce idiomas.
Antonio Camazón
Se sabe que fue comisario de policía en la España republicana, en esa labor se despertó su interés por la criptografía. Pasando después al Servicio secreto español, donde se entrenó en la búsqueda y captura de Abd el Krim, momento en que añadió otro idioma a su currículum, el árabe. José Ramón Soler, experto en criptografía española explicaba en la revista 'Alfa' que Camazón «nunca fue el típico criptoanalista que utilizara métodos matemáticos; lo que tenía era conocimiento porque leía mucho y era muy intuitivo: infería detalles a partir de la caligrafía y de la psicología de las personas».
Al comienzo de la Guerra Civil fue nombrado jefe del servicio de inteligencia de la policía. Trabajó en el frente del Ebro y en Tardienta, al tiempo que intercambiaba información de la Guerra Civil con los franceses, según narra su sobrino.
Por esa época se casó con María Cádena, una enfermera aragonesa. Cuando el fin de la Segunda República se hacía cada vez más evidente, huyeron por separado a Francia. Ella cruzó el Pirineo con una identidad falsa, y él terminó ingresando con otros exiliados españoles en un campo de concentración al sureste de Francia.
Pese a este obstáculo el giro de los acontecimientos se dio cuando Camazón consiguió hacerle llegar un mensaje al oficial galo Gustave Bertrand usando al personal que sacaba la basura del campo. La petición fue atendida y el pacto sería que él los ayudaría a cambio de que lo liberasen junto con otros seis españoles expertos en criptografía para que se unieran en el puesto Bruno.
El profesor Quirantes apunta que «Todos ellos fueron enrolados oficialmente en la Legión Francesa, se supone que bajo nombre falso, con el beneplácito del propio General Gamelin, Jefe de la Defensa Nacional». Sin embargo, la entrada de los nazis en Francia les obligó a trasladarse posteriormente a Argelia. De hecho en el trayecto en avión tuvieron que hacer un aterrizaje forzoso en Madrid, sin embargo la falsa identidad de Camazón como André Magnol lo mantuvo a salvo.
En octubre de 1940, todos volvieron al trabajo ocultos en la Francia no ocupada. Y Quirantes explica que «en cualquier momento podían verse detenidos por las autoridades proalemanas, o por los propios alemanes si éstos decidían cruzar la frontera interfrancesa. Esto ocurrió finalmente a finales de 1942, cuando tras la invasión aliada del Norte de África, Hitler decidió ocupar el resto del territorio francés. Nuevamente era hora de hacer las maletas. Apenas se dio la primera alerta, el Equipo D español voló hacia África del Norte«.
Ballarín añade en su entrevista en el Heraldo que en Argel se camuflaron en un almacén de pescadores y trabajaron entre los barcos. Y Camazón llegó a ver los campos de concentración nazis.
Los polacos tuvieron peor suerte, explica el profesor Quirantes.« Se dirigieron a España; en el camino, algunos fueron capturados por la Gestapo, otros lograron cruzar los Pirineos y, tras unos meses de encierro en campos españoles, consiguieron llegar hasta Inglaterra«, detalla.
En la posguerra, según comenta su sobrino, a Camazón se lo rifaban los servicios secretos estadounidenses, pero terminó trabajando para los franceses, en el Deuxième Bureau en el Ministerio de Asuntos Exteriores, como experto en Latinoamérica y España. Cuando se jubiló finalmente regresó a España.
Otros interrogantes
«Camazón decía que había sido el exiliado mejor tratado por el gobierno francés porque tuvo un muy buen trabajo en París hasta que se jubiló. Y como su mujer tenía familia en Jaca, decidió instalarse allí», comenta la profesora Seral. Además su sobrino explicaba a los medios que «cuando vino en 1968 a Jaca aquí no se sabía lo que era la criptografía. No le di importancia, pero me contó muchas cosas.Tenía mucha documentación. Hablaba del sistema polialfabético a través del que unas letras sustituyen a otras. Decía que les costó mucho descifrarlo».
Camazón moriría en 1982 y Seral recuerda que tras su muerte su familia se deshizo de su gran biblioteca, unos 800 títulos en 150 lenguas diferentes que terminaron en la Biblioteca María Moliner de la Universidad de Zaragoza y era la viva prueba de su gran conocimiento de las lenguas.
La profesora de la Universidad de Zaragoza nos destaca que lo más increíble de toda la historia de Enigma es cómo se pudo mantener en secreto el hecho de que se estuvieron descifrando mensajes durante tantos años, ya que los polacos empezaron en 1933. Y matiza que en el caso de los españoles, a excepción de Camazón, sobre los otros seis españoles, «prácticamente no se sabe nada. Se está ahora investigando a raíz del documental».
MÁS INFORMACIÓN
Matiza que «lo que tiene que quedar claro es que había gente muy valiosa en España que en el exilio siguieron trabajando por los derechos y las libertades que se han perdido en el olvido. Y estos no han tenido el reconocimiento que deberían. Es más, en el caso de volver a España como fue el de Camazón tuvieron que sufrir en silencio». Por tanto, quedan más capítulos aún por desentrañar de la clave Enigma que darán que hablar sobre el Equipo D.
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