Decisivo para el futuro del continente europeo
La invasión rusa de Ucrania es una flagrante violación del derecho internacional
Una presencia más necesaria que nunca (11/03/2025)
Llevado y sostenido por todo el pueblo de Dios (04/03/2025)

Para cualquier católico debería ser importante lo que la Iglesia dice de las grandes cuestiones de cada momento histórico. Por eso es sustancial el comunicado de la Presidencia de la COMECE, la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea, en apoyo del pueblo ucraniano ... , recordando «a todos los que han perdido la vida, a los heridos, a los que han tenido que huir de sus hogares, y a los que siguen defendiendo su patria».
Dicen los obispos que «la lucha de Ucrania por la paz y la defensa de su integridad territorial no es sólo una lucha por su propio futuro, sino que su resultado será decisivo para el destino de todo el continente europeo y de un mundo libre y democrático». En esa misma línea declaran que «la invasión rusa de Ucrania es una flagrante violación del derecho internacional, que el uso de la fuerza para alterar las fronteras y los atroces actos cometidos contra la población civil no solo son injustificables, sino que exigen la consiguiente búsqueda de justicia y rendición de cuentas». Llama la atención la energía y claridad con la que la COMECE se opone a cualquier distorsión de lo que realmente ha sucedido, y por eso piden a los países miembros de la Unión Europea que permanezcan unidos en su compromiso de apoyar a Ucrania y a su pueblo. También advierten que cualquier acuerdo de paz, para ser justo y duradero, deberá respetar plenamente el derecho internacional, estar respaldado por garantías de seguridad efectivas y establecer las condiciones para que las familias ucranianas puedan vivir una vida digna, segura y libre en su patria soberana e independiente. En el despliegue de ese acuerdo es imprescindible que los ucranianos no sean invitados de piedra. A juicio de los obispos europeos, para que se establezca la paz, la comunidad internacional habrá de contribuir a la reconstrucción de Ucrania, y el agresor ruso debería también participar adecuadamente en ese esfuerzo.
Los obispos envían también un mensaje a la Unión Europea en un momento en que se están redefiniendo los contornos de una nueva arquitectura de seguridad mundial, y le piden que «se mantenga fiel a su vocación de ser una promesa de paz y un ancla de estabilidad para su vecindad y para el mundo». Mientras escucho todo esto, tan justo y razonable, me doy cuenta de que no es en absoluto evidente hoy. Por eso es de agradecer la palabra de la Iglesia, que puede ser ninguneada o ridiculizada, incluso por alguno que se tiene por ferviente católico. Pero es una guía para vivir en justicia y libertad en este mundo de confusión y violencia.
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