Japón levanta el veto para reactivar la mayor planta atómica del mundo
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Sus chimeneas, apagadas desde 2012, pueden volver a humear en los próximos meses. Más de una década después de su desconexión, el Gobierno japonés levantó ayer su veto a la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, la mayor del mundo en producción de electricidad con una potencia de 8.212 megavatios.
Con sus reactores detenidos tras el tsunami que desató la catástrofe de Fukushima en 2011, el peor accidente atómico desde Chernóbil en 1986, esta planta no pudo volver a funcionar en 2021 por los fallos de seguridad detectados por la Autoridad de Regulación Nuclear. Entre ellos, la falta de protección ante un atentado terrorista y su vulnerabilidad a la entrada de personal no autorizadas en zonas sensibles.
Una vez subsanados dichos problemas, y después de 4.268 horas de inspecciones, el regulador japonés ha levantado la prohibición sobre la planta de Kashiwazaki-Kariwa, que le impedía recibir uranio nuevo para sus reactores y recargarlos con barras de combustible nuclear. Se allana así el camino para su reactivación, pero eso no significa que tenga ya luz verde para empezar a funcionar porque antes necesita el permiso de las autoridades locales en la prefectura de Niigata, al noroeste de Japón. «Escucharemos a los vecinos y tomaremos una decisión», anunció su gobernador, Hideyo Hanazumi, según informa Kyodo.
El proceso no será rápido ni sencillo por el historial de incidentes que acumula la planta, gestionada por Tepco, la misma compañía eléctrica propietaria de la siniestrada central nuclear de Fukushima 1.
Junto al estigma por aquel desastre atómico, que pudo haberse evitado con mejores medidas de seguridad, Kashiwazaki-Kariwa también sufrió un vertido radiactivo al mar de Japón por un terremoto en julio de 2007. El temblor, de magnitud 6,8 y con epicentro a solo 22 kilómetros de la costa de Chuetsu, afectó a varios de sus siete reactores.
Tras varios días ocultando información, Tepco reconoció el vertido y paró tres reactores por riesgo de fugas. Pero los otros cuatro siguieron operativos hasta su pausa temporal en 2012. Incluso continuaban funcionando a pleno rendimiento varias semanas después del accidente de Fukushima, cuando este corresponsal visitó el pueblo de Kariwa y entrevistó a algunos de sus 5.000 vecinos.
Con el miedo en el cuerpo por la catástrofe que había golpeado a Fukushima, en la costa opuesta de Japón, temían que «algo así podía ocurrir en Kashiwazaki-Kariwa». Quien lo advertía era Chie Takakuwa, una profesora de matemáticas jubilada que recopilaba estadísticas sobre las enfermedades alrededor de la central. Con cifras en la mano, alertaba de que se habían disparado las muertes por cáncer de estómago, pulmón e intestino.
Oposición de los vecinos
A pesar de los puestos de trabajo que generaba la planta atómica, de sus inversiones en la zona y de su rebaja en la factura de la luz, muchos vecinos reclamaban su cierre y ahora se opondrán a su reactivación. Pero Tepco y el Gobierno nipón insistirán en su reapertura porque esta central es capaz de generar electricidad para 16 de los 55 millones de hogares en Japón.
Desde que Japón apagó su medio centenar de reactores nucleares tras el desastre de Fukushima, solo ha encendido 12. Otros 27 están apagados de forma permanente y 21 temporalmente, entre ellos los siete de Kashiwazaki-Kariwa. Su reactivación ayudaría a rebajar la costosísima factura energética del archipiélago nipón, que tiene escasos recursos naturales y se ha visto obligado a depender de sus importaciones de combustibles fósiles, sobre todo gas natural licuado, para alimentar su consumo de electricidad.
Teniendo en cuenta la puesta en marcha de algunos de esos reactores nucleares detenidos y el creciente uso de fuentes renovables, el Instituto de Economía Energética de Japón calculó la semana pasada que las importaciones de gas natural licuado descenderán de los 64 millones de toneladas de este año a 58,5 millones en el ejercicio fiscal 2024-25, según Reuters.
Para calmar la inquietud de quienes viven a la sombra de las chimeneas de Kashiwazaki-Kariwa, el portavoz del Gobierno, Yoshimasa Hayashi, prometió que «buscaremos la comprensión y cooperación de la prefectura de Niigata y de las comunidades locales, haciendo hincapié en que la seguridad es lo primero». Pero sus vecinos seguirán recordando la catástrofe de Fukushima.
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