DANA EN VALENCIA
En la calle de la montaña de coches: «Quien pudo trepó hasta los pisos. Una mujer murió abrazada a una farola»
Decenas de vehículos, caravanas y trastos viejos se amontonan en la avenida que une dos de las localidades más afectadas: Sedaví y Alfafar
Atrapada por la DANA de Valencia en casa con sus hijos pequeños a la espera de ayuda: «Sólo han venido a por cadáveres»
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![La calle Gómez Ferrer, donde los pisos impares pertenecen al municipio de Alfafar; y los pares al pueblo de Sedaví](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/11/01/aszdfsdf-RF7gmCFyYd9Bt26GqBw8iuJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Cuando a la ocho de la tarde se fue la luz, Mariola comenzó a pensar que aquella lluvia quizá podría ser más grave de lo que aparentaba. Había llegado a su casa, en la calle Gómez Ferrer de Alfafar, un rato antes y había ... aprovechado el rato para estudiar. Su madre Mari Carmen, también en casa, estaba leyendo junto a ella mientras esperaba a su marido, que estaba ya de vuelta desde Paterna, donde trabaja.
«No llovía mucho -explica Mari Carmen- por lo que el mensaje de alerta de las 20.11 nos sorprendió mucho, ya que no hablaba de inundación». De hecho, poco después, a las 20.29 Mariola grababa un vídeo desde el balcón en que se ve a los coches circular por la calle, mientras cae una fina lluvia que apenas forma un charco entre sus ruedas. Sin embargo, cuatro minutos después, el agua ya cubría más de medio metro. En el tercero que grabó a las 20.54, el agua ya arrastraba los coches por la calle como si fueran un flotador.
«En apenas veinte minutos se montó el caos en la calle», cuenta Mariola. A todos les sorprendió. «En el supermercado de esa esquina -indica con un gesto- había cuatro empleadas que empezaron a cerrar cuando subió el agua, pero luego ya no pudimos ver que fue de ellas». En efecto, en el vídeo de las 20.33 se les puede ver iluminados por la fuerte luz que sale de la tienda, el único lugar alumbrado de la calle. En el de 21 minutos después, el sitio está completamente a oscuras y anegado, mientras los coches que llegan flotando por la calle golpean las paredes.
Es la incertidumbre en la que han vivido los vecinos de esta curiosa calle que comparten dos pueblos -los números impares, como el piso de Mariola y Mari Carmen son Alfafar, mientras que los pares pertenecen al municipio de Sedaví- y que se ha convertido en una de las imágenes emblemáticas de estas inundaciones, con decenas de coches, caravanas y trastos viejos amontonados en varias capas, hasta alcanzar el segundo piso de los edificios cercanos. Una imagen que ayer fue la portada de ABC.
Muertos abrazados a las farolas
A partir de ese momento todo fue tensión y gritos. Quienes pudieron salir de los coches intentaron salvarse agarrados a las farolas o a lo que podían. «Justo aquí abajo, en la reja había un hombre agarrado pidiendo ayuda, el agua ya pasaba de metro y medio y no podía llegar a las ventanas del primer piso», cuenta Mari Carmen. «Tuvo la suerte de que el agua arrastrara dos coches, que al chocar con la farola quedaron uno encima de otro, pudo subir por este todo terreno -explica señalando la portada del diario- y el vecino del primer piso le pudo rescatar desde el balcón. Allí pasó la noche», concluye Mari Carmen la angustiosa historia que esta vez tiene final feliz. Desde su balcón todavía se puede puede ver la huella de la zapatilla que aquel hombre desesperado dejó sobre el aire acondicionado del vecino cuando fue aupado dentro del piso.
Él tuvo la suerte que les faltó a otros. «Un poco más abajo, llegando a la plaza, encontraron a una mujer muerta abrazada a una farola», cuenta a pie de calle Xema, que junto con dos amigos, Jorge y Carlos, revisa la pila de coches por si en alguno estuviera todavía el cuerpo de su conductor. Desde una ventana, un hombre de unos sesenta años, Ángel, dirige la búsqueda. Al escuchar la historia, dice que su hijo también «pudo rescatar a un hombre por el balcón, al dueño de ese coche, el de los seguros». Xema y Carlos saltan como un resorte al oír las palabras de Ángel. «¿Cuál, cuál?«, preguntan al unísono, insistentes y nerviosos. «Ese de ahí abajo, el del RACE», les contesta. «¡Menos mal!», suspiran los jóvenes aliviados. «Era el único que no habíamos podido comprobar porque tiene otro coche encima y un montón de muebles que arrastró el agua del taller de ahí al lado y nos temíamos que dentro aún estuviera su ocupante», cuentan.
En un pequeño consuelo en una tenebrosa búsqueda que, para su desgracia, ya ha tenido varios resultados que ellos se niegan a calificar de «positivos». «Hemos encontrado ya a cuatro. Está mañana aún estaban los cadáveres tapados con las mantas de aluminio en espera de que llegara el juez para el levantamiento», relatan con pesar. A la pregunta de qué les ha llevado a emprender esa labor contestan sin dudar: «Aquí no ha venido nadie, sino nos movilizamos los vecinos todavía estaríamos igual que el martes, o mucho peor».
Ellos comenzaron la misma madrugada del miércoles, cuando pocas horas después de la inundación, el agua empezó a bajar y dejó volver a las calles, cortadas por las pilas de coches, caravanas y hasta un pequeño barco, que arrastró la corriente. Su objetivo fueron primero los vivos: «De esa casa de ahí sacamos a un matrimonio de unos ochenta años con su hija con síndrome de Down, es una planta baja y la inundación les pilló cuando estaban preparándose para ir a dormir. Pudieron subir a la terraza, pero pasaron la noche prácticamente desnudos».
Saqueos
También denuncian que los saqueos comenzaron incluso antes que los rescates. «En ese supermercado de ahí -dicen señalando el mismo en el que Mariola grabó a aquellas cuatro mujeres que «desaparecieron» en cuestión de minutos- ya salían a las cuatro de la mañana con jamones». «Una farmacia de ahí al lado la han saqueado incluso con el dueño dentro», apostilla Jorge la narración de Xema. «Es una vergüenza, es triste como ante una desgracia como ésta haya gente que saque lo peor del ser humano», concluyen.
El improvisado trío rescatador continúa su búsqueda, pero antes preguntan: «¿Cuántos muertos llevamos ya?». «Las últimas noticias hablan de cerca de 150», les podemos contestar con la escasa información que tenemos en ese momento de la tarde. «Mare de Dèu!», exclaman. «Lo último que supimos ayer era unos cincuenta, pero habrá más, muchos más». Y cuentan para despedirse que en el parking del Ayuntamiento todavía sigue inundado y nadie ha podido entrar. «Son dos sótanos y cuando empezó a entrar agua la gente se volvió loca y corrió a sacar los coches. Había una cola para salir cuando llegó la masa de agua». Esos 21 minutos nefastos que evidencian los vídeos de Mariola.
«Lo peor de todo es la desinformación que tenemos», dicen al alejarse para proseguir su incansable búsqueda. Y es que desde el martes a las 20 horas la mayor parte de la población no tiene ni luz ni agua. También la cobertura, que aunque se recuperó parcialmente de nada sirvió cuando se agotaron las baterías de los móviles. «Nosotras aún pudimos saber algo de mi marido», dice Mari Carmen. «Se quedó atascado en la V-30 y cuando el agua empezó a cubrir los coches les dijeron de Protección Civil que subieran a un camión», cuenta.
«Luego les ayudaron a llegar hasta la pasarela que cruza el nuevo cauce del Turia y les pasaron al otro lado, a Valencia», continúa. Contra lo que pueda parecer, el nuevo cauce de Turia, por dónde se desvió el río tras la riada que asoló Valencia en 1957, no fue el causante de la inundación, sino un barracón, el del Poyo, que transcurre al sur de Alfafar. No llegó a desbordarse, pero estuvo a punto -el cauce tiene 175 metros de ancho, aunque según los registros soportó el mayor caudal de su historia desde que se estrenó en 1973-. «Mi marido me contó que de toda esa noche el mayor momento de pánico fue al pasar por la pasarela peatonal sobre el cauce al ver la fuerza con la bajaba el agua», comenta Mari Carmen.
Una vez en Valencia, acabó la ayuda de Protección Civil. «Mi marido intentó conseguir un taxi para que le llevara a casa de sus padres en Paterna, pero no hubo forma. Al final un amigo se lo pudo llevar. Desde entonces no le hemos visto, esperamos que mañana pueda llegar hasta aquí y nos vayamos unos días con mis suegros», cuenta esperanzada. Se hace tarde, y es tiempo de que Mariola y Mari Carmen puedan comer la hamburguesa y la tortilla de patatas que tienen sobre la mesa. «He ido a casa de un amigo que tiene luz y he podido cocinar algo y cargar los móviles», confiesa Mariola. Es el momento de retornarles su tranquilidad y puedan disfrutar de su primera comida caliente desde el martes.
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