La Amazonía se enfrenta a su peor sequía: «Todo está seco»
La mayor escasez en décadas obliga a los países de la cuenca a bregar con el nivel más bajo visto en los ríos, incendios desbocados, racionamiento de agua y cortes de energía
Brasil enfrenta la peor sequía de su historia que genera un aire tóxico para humanos

Los habitantes de la aldea A'ukre, en el territorio indígena Kayapó, en el corazón del estado de Pará en Brasil, tuvieron que caminar tres días para poder votar en las elecciones municipales de este mes, en la ciudad de Tucumã, la más ... cercana a su territorio. Con los ríos secos como nunca, perdieron la única forma de llegar a la ciudad, que es normalmente en balsa, o por avioneta, en casos de emergencia.
«Estamos teniendo que caminar durante días para hacer muchas cosas, incluso para votar, porque nuestra principal vía de acceso es el río. Nunca tuvimos una sequía tan grave y fue la primera vez que nuestra tierra se incendió», cuenta a ABC, Kaket Kayapó, el cacique más joven de la aldea A'ukre, una de las más preservadas de la tierra indígena kayapó, y de Brasil, justamente por no ser accesible por carretera.
El desahogo del cacique es más preocupante aún porque confirma una información del biólogo Rodolfo Salm, un investigador de palmeras en la aldea, que apunta a que cuando una tierra indígena virgen como la que se conserva en el territorio A'ukre se quema por primera vez, puede esperar incendios más graves, porque el terreno deja de ofrecer resistencia.
Como el Sáhara
Brasil se enfrenta a la peor sequía de su historia. Más de mil localidades han registrado una humedad relativa del aire menor al 12%, similar a la que tiene el desierto del Sáhara. Y no es el único país que está lidiando con la escasez. Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú también sufren la falta de lluvias, con impactos en la agricultura, la producción de energía hidroeléctrica, las redes de transporte y los incendios forestales. El fenómeno El Niño, un patrón climático que modifica las lluvias de la región y que ha estado en curso entre finales de 2023 y la primera mitad de 2024, se ha visto amplificado por la deforestación y el cambio climático. Ahora los ríos de la cuenca del Amazonas están en su niveles mínimos históricos.
Según datos del Instituto de Pesquisas de la Amazonia (IPAM), con la sequía hubo un aumento significativo de los incendios en la Amazonía brasileña en 2024, con un mayor impacto en áreas de bosques públicos. De enero a agosto, el fuego consumió 849.521 hectáreas de estas zonas, lo que supone un aumento del 175% respecto al año anterior. Según los especialistas del IPAM, la sequía y la crisis climática está agravando el problema y creando condiciones ideales para la propagación del fuego.
Paulo Motinho, investigador del IPAM, atribuye la crisis a la pérdida de vegetación autóctona por el aumento de la deforestación. Según datos de la red MapBiomas, de la que el IPAM es parte, los territorios indígenas que ocupan el 13% del país protegen 112 millones de hectáreas de bosques. «Es urgente que las tierras pasen a manos de los pueblos y comunidades tradicionales, porque ellos mantienen el bosque en pie», subraya el investigador.
Este año la sequía y los incendios en Brasil comenzaron en junio, mucho antes de la temporada de estío, que normalmente comienza en agosto, especialmente en dos de sus mayores biomas, la Amazonía y el Pantanal, el mayor humedal del mundo, con un aumento de más de un 2.000% este año, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).

Al mismo tiempo, Mapbiomas informa de que Brasil viene perdiendo agua de forma preocupante y que la Amazonía es la superficie que más la está perdiendo. Los índices de sequía en uno de los reservorios de biodiversidad más importantes del mundo puede tener graves consecuencias para las especies y el clima global, alertan los científicos.
«Todo está seco»
En Bolivia, los estragos del desastre ambiental están a la vista, los incendios forestales arrasaron más de 10 millones de hectáreas, de acuerdo a la Fundación Tierra. Tres departamentos de los nueve en ese país están en emergencia, pierden ganado y cosechas por la sequía.
«Todo está seco, seco, el pasto pequeño, las llamas y ovejas no tienen qué comer», describe Sixto Quiroga, rodeado de sus animales cansados y delgados. Desde hace semanas que caminan largas distancias para encontrar forraje en el municipio de San Lucas en Chuquisaca. Fue el primer departamento de Bolivia declarado en emergencia, las autoridades han contabilizado más de 25.000 familias que han perdido plantaciones de patata, maíz, hortalizas y árboles frutales, y también están viendo a su ganado morir.
La sequía está impactando fuertemente en la agricultura y ganadería también del departamento de Santa Cruz. «Animales anémicos, deshidratados, caídos, se espera que mueran», así narra Iván Peña, del Servicio Agropecuario de esa región, el complejo escenario que viven las familias, algunas de ellas declararon que ya perdieron más de sesenta reses.
Productos como la carne de res y pollo han incrementado de precio. De acuerdo con el viceministro de Comercio Interno, se debe a la sequía, «una de las más intensas de los últimos 25 años». Sin embargo, otra de las razones sería que la carne es sacada de contrabando a países como Perú y Argentina, que atraviesan una situación similar.

Para los agricultores bolivianos es hoy un desafío abastecer de algunos productos a los mercados, por ejemplo, el arroz. Gonzalo Vásquez forma parte de las cooperativas arroceras de Bolivia y explicó que de 110.000 hectáreas sólo lograron cosechar 80.000 hectáreas. Prevé un desabastecimiento del producto hasta febrero del 2025. Alistan una nueva siembra, pero les preocupa que las lluvias no sean suficientes.
Otra dimensión del desastre ambiental se debe a los incendios forestales. De acuerdo con la Fundación Tierra el fuego arrasó 10,1 millones de hectáreas, casi el 70% del área afectada está en el departamento de Santa Cruz y se perdieron sobre todo bosques. Los datos gubernamentales refieren que se perdieron menos de siete millones de hectáreas. El fuego no logra ser controlando desde hace cuatro meses y sigue su camino de destrucción. Animales silvestres también están afectados.
Hoy la tierra que solía ser el fondo de ríos y humedales se agrieta también bajo el intenso sol del departamento de Cochabamba. Un total de 19 municipios se han declarado en emergencia por la sequía, los productores no pueden sembrar productos como la patata, el maíz y el trigo por el estado de los terrenos. Las autoridades ya planean construir tanques para almacenar agua de lluvia. Una sequía que según los pronósticos va a continuar e incluso se profundizaría.
Cortes de energía
En Bogotá, la capital de Colombia, la sequía se ha traducido ya en un racionamiento rotativo de agua que va por barios. Cada nueve días, le toca a uno estar sin agua. El embalse de Chuza, del Sistema Chingaza, que abastece el 80% del agua para los ocho millones de habitantes de Bogotá, hoy está al 33% de su capacidad (a 7% de su día cero).
Con el objetivo de salvaguardar las reservas que quedan de agua, las centrales hidroeléctricas funcionan al mínimo y Colombia ha suspendido las exportaciones de electricidad a Ecuador. En el país vecino ya han comenzado los cortes de energía que duran hasta 10 horas, ya que las presas que alimentan las centrales eléctricas están bajo mínimos debido a la peor sequía en los últimos 60 años. Los cortes, según ha anunciado el Gobierno de Ecuador, se alargarán por lo menos hasta diciembre.
La falta de infraestructura, sin duda, es otro factor que contribuye a la crisis y la capacidad de respuesta, pero no se puede obviar que el número récord de incendios en la Amazonía brasileña, avivados por la peor sequía en 75 años y la tala de millones de hectáreas de esta selva vital, son un factor desestabilizador para América del Sur, en especial Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, pues es esta cuenca la que contribuye a regular el fenómeno de El Niño, realidad que repiten desesperados los científicos y expertos.
Al paso que va Colombia, azotada por el impacto de la deforestación, el cambio en el uso de sus suelos, el abuso de sus recursos hídricos y un crecimiento desordenado, a lo que se suman los rigores del cambio climático, el territorio colombiano también empieza a ocupar lugares destacados en las estadísticas de incendios forestales (más de 30 en la temporada seca de 2024) y a escalar puestos en los ránquines de degradación ambiental.
Desde 2023 el país ha visto cómo suben las temperaturas, un aumento de dos gados, en promedio, en especial en la Cordillera Central, con municipios que superaron los 40 grados y Natagaima, que pasó los 43 grados, lo cual definió el mes pasado como un infierno. El balance habla de que casi una tercera parte de los 1104 municipios de Colombia han tenido alerta de incendio y 74 de ellos, alerta roja, especialmente en la región Andina.
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En esto influye la expansión de El Niño, pero no únicamente. El cambio climático tiene también su mano metida y lo que antes eran regímenes de lluvias y sequía más o menos previsibles, ahora empieza a desdibujarse en el mapa y los pronósticos comienzan a fallar de manera importante. Como el de la llegada de La Niña, que con sus torrenciales lluvias ya debería estar en Colombia y apenas empieza a asomarse; pronostican que la sequía puede extenderse hasta abril del 2025 en la Orinoquía y Amazonía. Es lo que sucede al sur del país, en el río Amazonas, que si bien en los últimos días ha visto lluvias tímidas, ha perdido 11 metros en su nivel, un 64% en la velocidad del agua y un 82% de su caudal, comparado con el pasado mes de abril, poniendo en jaque a poblaciones y comunidades indígenas, la comunicación fluvial, la pesca y a Leticia, la capital del departamento Amazonas.
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