MOSQUITO DEL NILO
La Puebla del Río se queda sola por el miedo al virus del Nilo: «Con tanto ecologismo nos dejarán morir»
Los vecinos de la ribera del Guadalquivir se encierran todas las noches en sus casas por el pánico a ser picados por el mosquito 'Culex'
Una mujer de 81 años falleció la semana pasada a consecuencia del virus del Nilo; sus hijos hablan de «rabia» y «desesperación»
Los expertos no creen que el virus del Nilo alcance en Andalucía los niveles de 2020, en el que murieron siete personas
Muere la vecina de 86 años de La Puebla del Río ingresada por el virus del Nilo
![Los vecinos apuran las tardes hasta las nueve de la noche, cuando comienza el riesgo por la salida del mosquito](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/08/04/puebla-del-rio-R69YuSJSCAEynItoG6ovaWL-1200x840@diario_abc.jpg)
Que nunca llueve al gusto de todos toma un sentido literal en La Puebla del Río, donde su economía ha pasado de esquivar dos críticas temporadas por la cancelación de la siembra de sus arrozales a causa de la pertinaz sequía a ... lamentar, ahora que se han vuelto a inundar los campos, que el agua estancada auspicie el desarrollo de los mosquitos. Son más de 15.000 hectáreas de cultivo de arroz dentro de un mismo término municipal, que resulta ser el de mayor extensión de todo el territorio nacional. El mosquito siempre ha sido parte inherente de esta localidad, aunque nunca estuvo tan estigmatizado como ahora, cuando se ha conocido que es vector de transmisión del peligroso virus del Nilo. El tiempo transcurre a otra velocidad en esta parte de la ribera del Guadalquivir, donde sólo es recomendable hacer vida 'normal' en las horas principales del día. El calor queda a un lado: «Se recomienda no salir a la calle al amanecer o al anochecer por alta intensidad de mosquitos», podría decir un bando municipal.
A primera hora de la mañana sólo se dejan ver algunos trabajadores. Al atardecer, «naide», que diría el torero. Como quien se prepara para un posible bombardeo, al compás de la caída del sol se escuchan las caídas de las persianas. Las puertas se cierran y el pueblo se convierte en un lugar inhóspito. Mientras que las administraciones competentes no permitan el uso de ciertos larvicidas e insecticidas, sólo hay una manera de combatir este mal: la reclusión domiciliaria. Siempre y cuando esté bien protegida y desinfectada la casa. En cada ventana hay una mosquitera, los repelentes se venden a precio de oro y los negocios han cerrado porque la clientela ha desaparecido. Junto a los servilleteros, en las barras de los bares hay botes de citronela. «Antes se colocaban en las mesas, pero resulta que nos los robaban», explica una camarera. Una clienta lamenta que haya quien esté especulando con esta situación: «El mismo repelente que he comprado en Sevilla a diez euros lo venden aquí a veintidós».
El pánico a ser contagiados por el virus del Nilo ha transformado a esta tierra de la ribera del Guadalquivir. Medio año atrás, en la última visita del periodista, el pueblo era otro: de la exageración por sus encierros taurinos a la orfandad estival por el miedo a la cornada de un mosquito. Hace unos días falleció a causa de esta infección Granada Romero, vecina de 81 años. Sus hijos escribieron una dramática carta en la que mostraban su «rabia» y «desesperación». Además, piensan que su padre también pasó esta enfermedad hace ochos años porque la sintomatología fue similar. Guillermo Calado, compositor, intérprete y componente de Ecos de las Marismas, advierte que «aquí siempre hemos tenido mosquitos, pero ahora todo es distinto. Antes fallecía la gente y nunca se sabía de qué era. Hasta los perros se nos morían de una manera muy extraña: los llevábamos a los veterinarios y nos decían que no había cura».
Daniel Pineda, hijo de la mujer que falleció la semana pasada y arrocero como su padre, pone el acento sobre las políticas ecologistas de la Unión Europea: «Antes se permitían ciertos insecticidas para tratar, entre otras enfermedades, la pudenta, que a su vez atacaba al mosquito. Ya no tenemos armas para luchar contra las enfermedades del arroz. Con tanto ecologismo conseguirán que vivan los animales y nos dejarán morir a las personas». La Política Agraria Común (PAC) también prohíbe el uso del triciclazol, fitosanitario con el que se aplaca la principal enfermedad de los cultivos, aunque a la importación de países asiáticos se les ha subido el índice de tolerancia.
Aunque no hace falta irse tan lejos: «En Extremadura, Comunidad Valenciana o Delta del Ebro se permiten una serie de productos que aquí tenemos prohibidos», dice Daniel Pineda, que pone como ejemplo Saditrina –insecticida autorizado para el control de los insectos voladores–. Morante de la Puebla, en su feliz vuelta a los ruedos, trata de evitar el pueblo en las horas más complicadas a la vez que ha refugiado sus caballos . «Lo que hace falta es que también le pique un mosquito, ahora que vuelve a sonreír», dicen sus paisanos. Junto a la Huerta de San Antonio, vaticano del morantismo, unos adolescentes se lanzan desde el pantalán al río. «¿No os da miedo el mosquito?», les preguntamos. «El mosquito a partir de las nueve, ahora el problema es el cangrejo rojo, que como nos muerda el pie…».
En la parte alta del río, en lo que podría considerarse un paseo marítimo, un grupo de señores de mediana edad ya se están despidiendo hasta el día siguiente. Son las ocho de la tarde. Por esta zona no hay bares ni comercios abiertos. La Peña de Pesca 'El Mirlo' tenía hace un año su terraza completa de clientes. «Era uno de los sitios más agradables para cenar: tienen buena cocina y vistas directas al río», cuentan sus parroquianos. Este verano no han tenido más remedio que cerrar: «Ahora mismo no hay quien pare aquí a la hora de cenar», dicen.
El Ayuntamiento pide auxilio
Libertad Fernández Milán (IU) es la concejala delegada de Educación, Salud y Consumo en el Ayuntamiento de La Puebla del Río. Viene de reunirse nuevamente con la Diputación de Sevilla, Junta de Andalucía y sus homólogos en los otros pueblos afectados –Palomares del Río, Villamanrique de la Condesa, Bollullos de la Mitación, Isla Mayor, Aznalcázar, Coria del Río, Almensilla, Los Palacios y Villafranca, Las Cabezas de San Juan y Lebrija–. «Con los medios que tenemos, no podemos hacer frente a la problemática que nos encontramos», explica la edil.
«Como municipio, aunque quisiéramos, no podemos fumigar con cualquier producto si resulta que no están permitidos». Ya dan por 'perdido' el año y por eso piden un plan de actuación para la campaña 2025: «Ya que vamos a sembrar, vamos a empezar a tratar con tal producto desde el primer día. Los arroceros están dispuestos a utilizar larvicidas a los tres o cuatro días de inundar las tablas. Hay que tener una directrices. Y eso se lo tiene que pedir la Junta al Estado». Por el momento, según explica, la Diputación ha contratado a dos empresas a ambos márgenes del Guadalquivir para realizar tratamientos.
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