Entrevista
Turismundo Campos, capataz de Setefilla: «Los loreños no hemos venido a engañar ni a Sevilla ni a nosotros mismos»
El hombre que comanda el paso de la patrona de Lora responde a las críticas recibidas por ciertos sectores a su forma de llevar a la Virgen en la Magna y agradece el cariño recibido en la capital hispalense
El capataz de la patrona de Lora: «Me quedo con el cariño de Sevilla hacia la Virgen de Setefilla»
![Turismundo Campos junto a la Maestranza, por donde discurrió la Virgen de Setefilla](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/12/15/turismundo-campos-entrevista-kVYG-RvjVyHxRrFY5xb2qvyZxUGM-1200x840@diario_abc.jpg)
Hace una semana de la Magna y todavía resuenan en Sevilla los ecos de los vecinos de Lora del Río cantando la salve y dando vivas a su patrona, la Virgen de Setefilla. El discurrir de esta imagen mariana por las calles de la ... capital hispalense sin perder un ápice de su idiosincrasia fue, sin ninguna duda, uno de los aspectos clave de la procesión de clausura del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular. También fue una de las estampas que más dio que hablar por las grandes diferencias respecto a la forma de llevar los pasos que impera en Sevilla.
Turismundo Campos es el capataz de la Virgen de Setefilla desde noviembre de 2023 y, por tanto, es la persona que se encargó de comandar las andas de la patrona de Lora durante la Magna. Su nombre es uno de los más pronunciados en los últimos días, y su voz la han escuchado, bien en persona, bien a través de la televisión o las redes sociales, numerosos sevillanos y cofrades. El loreño de moda no puede evitar emocionarse conversando con este periódico sobre todo lo que dio de sí la participación de Setefilla en el congreso y su procesión de clausura, así como los frutos recogidos tras esos históricos días en la capital andaluza.
―Aún debe estar procesando todo lo vivido la pasada semana en torno a la Virgen de Setefilla.
―Así es. Todavía estoy montado en la nube de la procesión magna, porque ha sido algo increíble, algo nuevo para todos nosotros. Esta semana, entre llamadas de teléfono y mensajes, aún no me ha dado tiempo de sentarme con tranquilidad para poder digerir todo esto.
―¿Cómo fue la procesión de clausura para los devotos de Lora del Río?
―Muy bien. Nosotros teníamos dos partes importantes separadas. La primera, el recorrido común, donde portábamos a la Santísima Virgen como hacemos normalmente los años que está en Lora y salimos en la procesión del Corpus acompañando al Santísimo, de una manera ordenada, en la que excepcionalmente y por primera vez se han hecho siete cuadrillas tanto de hombres como de mujeres designadas por antigüedad de hermanos, para que no hubiera ningún problema. Había cinco cuadrillas de hombres, una completa de mujeres y otra mayoritaria de mujeres pero con algunos hombres. Ya en el recorrido de vuelta entre Reyes Católicos y San Andrés, el pueblo cogió a la Virgen como hacemos siempre, como llevamos ocho siglos haciendo.
―Sobre esas dos partes tan bien diferenciadas del recorrido, ¿fue complicado hacer el cambio de una a otra a la hora de comandar el paso siendo el capataz?
―No fue complicado. Nosotros estamos acostumbrados a eso, el pueblo sabe respetar en cada momento cómo tiene que llevar a la Santísima Virgen. El pueblo es soberano, y yo soy parte del pueblo. No por ser el capataz tengo que sobresalir en nada. Yo me considero uno más del pueblo. Pero sí es verdad que el Cecop nos había marcado el punto para hacer el relevo, que era la esquina de Reyes Católicos, y allí había muchos hermanos, muchos fieles esperando. Cuando nos vieron aparecer con el paso, intenté cumplir mi palabra de llegar donde estaba marcado, pero también entendí, porque si yo hubiera estado, habría hecho lo mismo, que vieron llegar a su madre. Por eso, algunos se adelantaron unos metros sin buscar ningún tipo de problema ni sacar los pies del plato. La Virgen llevaba en Sevilla una semana y, al ver a su madre de lejos, salieron corriendo a su encuentro. Es entendible, no pasa nada. Todos nos pusimos de acuerdo, se rezó una salve, se le dieron unos vivas a la Virgen y anduvimos esos ocho o diez metros que faltaban para el punto establecido para el cambio. Ya después, seguimos cantando, rezando y vitoreando hasta llegar a San Andrés, con el relevo de mujeres que se hizo en la Magdalena.
![El capataz de la Virgen de Setefilla durante la entrevista con ABC](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/12/15/turismundo-campos-cafeteria-kVYG--760x427@diario_abc.jpg)
―¿El balance de la procesión es positivo, salió todo como se esperaba?
―Sí, muy positivo. No tenemos noticias de ningún incidente. No hubo que lamentar ningún daño ni humano ni de la Virgen ni del paso. Fue muy positivo. Había mucha gente en todo momento en las aceras expectante por que pasara la Santísima Virgen, fue un éxito.
―A partir de Reyes Católicos, cuando todo el pueblo se puso ya alrededor de la Virgen de Setefilla, fue cuando toda Sevilla descubrió a Lora del Río en su máxima expresión y se vivieron los momentos más emocionantes.
―Efectivamente. Lora estaba cogiendo a su madre y disfrutando de Ella por las calles de Sevilla. Hay que recordar que son más de ocho siglos de historia y era la primera vez que venía a Sevilla. El pueblo disfrutó, la gente colaboró, y el público cantó, rezó y estuvo acompañando a los loreños durante todo el camino.
―¿Cómo notó el cariño y la respuesta de los muchísimos sevillanos y visitantes que había en torno a la procesión?
―Formidable. Tengo muchos puntos en el recuerdo, pero uno de los más bonitos es el de la Campana. Cuando estábamos llegando, les dije a mis paisanos: «¡Vamos a cantar la salve!», y se unieron al unísono todos. En la Campana nada más se oía el rezo de la salve a la Santísima Virgen. Cuando vitoreamos a la Virgen, contestó todo el mundo, hay vídeos por ahí que lo recogen y son increíbles. Me ponen la piel de gallina viéndolos unas cuantas veces cada día.
―Es especialmente fascinante la labor que usted realiza de comandar el paso, ir organizando a la gente y, a la vez, llamar a los devotos para cantar la salve y dar los vivas. ¿Es costumbre de los capataces de Setefilla?
―Yo soy hijo de un capataz que estuvo muchos años, Emilio Campos Naranjo. Mi padre la llevaba de esta forma, se hizo así durante muchos años. Después hubo otro compañero entre mi padre y yo, se siguió haciendo así, y yo he continuado igual. En Lora entendemos esta forma de actuar como la forma de llevar a nuestra Virgen. La junta de gobierno va delante organizando, dándome las directrices que hay que cumplir, y colaborando conmigo codo con codo, al igual que todo el pueblo de Lora. No hace falta que esté alguien con un cargo determinado, vamos todos a una. A mí se me ve un poco más, pero somos todos un equipo de hijos e hijas de la Virgen que llevamos a nuestra madre con mucho orgullo y cariño.
―¿Cómo fueron aquellos momentos cercanos a la entrada en la iglesia de San Andrés, con todo engalanado con las guirnaldas de flores de papel, tal y como si aquello fuese Lora?
―Precioso. Aquello parecía la Roda Arriba, que es la calle central donde está la casa de la Virgen. Yo ya lo había visto, porque me había instalado con la familia aquí en Sevilla unos días para disfrutar de esto y poder estar al pie del cañón, pero cuando llegué con la Virgen, la petalada, el coro cantando... te transportabas a Lora. Era su esencia en las calles de Sevilla. Todo lo que se respiraba era Lora. Todo el mundo se metió el papel de aquello que habíamos venido a hacer: mostrar piedad popular. Otra cosa no habíamos venido a hacer.
«En la Campana nada más se oía el rezo de la salve a la Santísima Virgen»
Turismundo Campos
Capataz de la Virgen de Setefilla
―¿Por qué entró la Virgen casi dos horas antes del horario establecido?
―Hasta el jueves, teníamos un itinerario que iba por la Plaza Nueva, Tetuán y Velázquez. Como comunicó la junta de gobierno al reunirse con la organización, por temas de seguridad nos quitaron esos 658 metros. Era un recorrido de 1,7 km al que le quitaron esos metros, pero dejando el mismo horario que al principio. Si ajustamos la cuenta y hacemos un kilómetro justo, estamos hablando de una hora cada 333 metros. Las dos horas que sobraron son los 658 metros que nos quitaron el jueves. No es por otro motivo. Nosotros fuimos a nuestro paso, en ningún momento se nos metió prisa ni se nos dijo que acelerásemos. El paso de la Virgen tiene su ritmo y sus formas, no podemos entretenernos dos horas más, porque, además, nunca se posa en el suelo. El paso va a hombros, nos lo vamos pasando los varales de unos a otros hasta la recogida. Pero no corrimos. No hay que buscarle los tres pies al gato.
―El discurrir de la Virgen de Setefilla por la capital hispalense ha sido uno de los aspectos que más ha fascinado y que más elogios se ha llevado tras la Magna, pero también ha tenido sus detractores. ¿Qué diría a las personas que no han entendido la forma que los loreños tienen de llevar a la Virgen?
―Si a mí me critican por querer a mi madre como la quiero, que me sigan criticando hasta que me muera, porque la voy a seguir queriendo. Creo que con eso queda el debate zanjado. No voy a cambiar, sigo pensando lo mismo y la voy a seguir queriendo igual. Los loreños no hemos venido revestidos de nada para engañar a Sevilla, ni mucho menos para engañarnos a nosotros mismos. Hemos venido con la pureza real de lo que somos. Hicimos la primera parte oficial como se hace en el Corpus, y la segunda parte, como en la romería, que son las dos formas de llevar a la Virgen. Lo único extraordinario que hicimos fue nombrar las cuadrillas para el recorrido común.
―Al fin y al cabo, la Magna era la procesión de clausura de un Congreso de Hermandades y Piedad Popular. Entiendo que a la hermandad y el pueblo les parecería incoherente recibir una invitación de este tipo y querer disfrazarse de algo que no se es.
―Efectivamente. Vinimos a un congreso que trata sobre la piedad popular, y sevillanos, forasteros y loreños hemos rezado juntos. Yo, que voy delante de la Virgen, observo mucho las caras, y había gente llorando, gente pidiendo para que la Virgen de Setefilla intercediera, gente dando gracias por algo. Por eso me he quedado un poco perplejo con algunas cosas que he leído. Quizá el que no lo ha vivido in situ, ve las cosas de otra manera más fría, pero lo que ese día se vivió en cada momento fue indescriptible. Creo que cumplimos con la piedad popular.
―¿Tiene constancia de que estos días la Virgen de Setefilla haya ganado nuevos devotos después de su estancia en Sevilla?
―Sí, tengo una vivencia muy bonita. El día 9, se celebró una eucaristía de acción de gracias en la iglesia de San Andrés. Al salir, cuando iba de Orfila para Cuna, un señor mayor se me acercó y me dijo: «Enhorabuena por lo de ayer. No conocía a la Virgen de Setefilla», y se puso a llorar. Me abrazó y me dijo que iba a ir a Lora a verla. Le dije que no me diera la enhorabuena a mí, sino a todo el pueblo, que es el que hace posible esto. El hombre siguió llorando hasta que llegó a San Andrés. No lo conocía de absolutamente nada.
―Al ser la primera vez en ochocientos años que la Virgen salía de Lora para venir a Sevilla, la gente que se quedó en el pueblo tuvo que echarla de menos. ¿Cómo fue la vuelta y el recibimiento?
―El martes por la mañana, cuando ya amaneció la Virgen en la iglesia, la alegría se palpaba en la calle con un enorme reguero de gente. Todo el mundo estaba contentísimo de ver a la Virgen de nuevo allí. A Sevilla nos invitó el arzobispo, y nosotros asistimos con ilusión como Iglesia que somos, pero la Virgen tiene que estar en su pueblo, con nosotros. El cariño por Ella es algo que se va pasando de padres a hijos, de abuelos a nietos, y eso se nota. Afortunadamente, ha salido todo bien y ha sido algo extraordinario, que es muy importante para los que tenemos responsabilidades.
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