Locus amoenus
Lola Montez, la escocesa que fingía el duende
La bailarina «sevillana» Lola Montez nació en Irlanda como Elizabeth Rosanna Gilbert, aunque en su tumba de Nueva York fue enterrada como Eliza Gilbert, condesa de Landsfeld
![La apócrifa sevillana Eliza Gilbert (a) «Lola Montez», en 1860](https://s3.abcstatics.com/abc/sevilla/media/cultura/2021/06/05/s/LolaMontezB-kVEH--1248x698@abc.jpg)
Cómo reprocharle a una creativa aventurera del siglo XIX, que se hubiera hecho pasar por sevillana para triunfar como bailarina y ligar a todo trapo? Elizabeth Rosanna Gilbert (1821-1861) tuvo una vida novelesca porque vivió en India y Afganistán; se hizo famosa como bailarina « ... exótica» y tuvo innúmeros amantes, desde poetastros inéditos hasta un rey, pasando por banqueros, militares, periodistas y empresarios. No era sevillana, pero llevó a Sevilla por bandera. Y su vida torrente dialogó con las de las grandes leyendas galantes sevillanas: la Carmen (1845) de Merimée y el Don Juan que inspiró a Molière, Goldoni, Mozart y Byron, pues Lola Montez era pura pasión, sensualidad y concupiscencia. Es decir, que muy británica no parecía.
Las obras que dejó escritas acrecentaron todavía más su fama de mujer fatal, pues a su autobiografía amorosa y artística - Lola Montez, Lectures with a Full and Complete Autobiography of Her Life (1858)-, tenemos que agregar un sugestivo manual para seducir caballeros - The Arts of Beauty or Secrets of a Lady’s Toilet: With Hints to Gentlemen on the Art of Fascinating (1858)- y un inventario de sus conquistas eróticas titulado Anecdotes of Love (1858), todas ellas publicadas en Nueva York y traducidas al francés, alemán e italiano, pero jamás al español, a pesar de la publicidad que nos hizo. Existen numerosas biografías y artículos dedicados a Lola Montez, aunque me hace ilusión recomendar la lectura de la semblanza que Rocío Plaza Orellana le dedicó en Bailes de Andalucía en Londres y París (1830-1850) (2005).
Rocío Plaza Orellana concentra su atención en los años 1843 a 1847, durante los cuales Lola Montez actuó en diversas ciudades europeas como Londres, París, Varsovia y Munich, con un repertorio que incluía bailes como «El Oleano» [Olé], «La Sevillana», «La Gitana» o «las Boleras de Cádiz», y con los que Lola Montez desplazó incluso a genuinas bailarinas españolas, incluso después de haber sido desenmascarada como falsa sevillana por la crítica inglesa. Pero la Lola era tan guapísima y su baile tan dionisíaco, que los espectadores varones rebuznaban cuando entraba en trance coreográfico. Si así los ponía fingiendo el duende, los más seguro es que haya triunfado con todo el abanico de fingimientos.
En 1846 Lola Montez actuó en Munich y el Rey Luis I de Baviera cayó redondo a sus pies, sobre todo cuando le mostró los pechos para que Su Majestad comprobara que los volúmenes se correspondían con su cuerpo serrano. Luis de Baviera le buscó teatro, le puso un castillo y la hizo Condesa de Landsfeld. Un año más tarde el rey tuvo que abdicar y Lola acabó de nuevo en Inglaterra, donde se casó con un joven heredero y oficial de caballería en 1848. Sin embargo, como fue acusada de bigamia por la familia de su segundo marido, se instaló en París hasta que se les rompió el amor y entonces decidió emigrar a Estados Unidos, porque la fiebre del oro prometía emociones intensas. Lola Montez actuó con gran éxito en San Francisco, donde en 1853 contrajo nuevo matrimonio con un periodista que le puso un rancho. Por supuesto, en menos de dos años Lola chutó al interfecto y se quedó con el cortijo, donde montó el «Saloon» más espectacular de la costa Oeste, mezcla de tablao y cenáculo de conspiraciones políticas, porque la apócrifa sevillana se olía el advenimiento de la guerra civil americana y promovió el secesionismo entre sus influyentes amantes, para separar California de los Estados Unidos y crear un nuevo país llamado «Lolaland». Estoy seguro de que lo habría conseguido, de no haber pillado una mortal neumonía que se la llevó con apenas 39 años.
Rafael de León le dedicó una copla e Ivonne de Carlo encarnó a Lola Montez en un episodio de «Bonanza», donde apareció vestida de flamenca.
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