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Arte y demás historias

Esa mujer no volverá a oír el sonido de mi voz

El conjunto palaciego de Versalles no estaba cerrado al público en general, sino que cualquiera podía acceder a determinadas zonas siguiendo unas sencillas normas, como ir vestido correctamente, y en caso de ser hombre, portar una espada a la cadera

Joseph Siffred Duplessis. María Antonieta como delfina. 1772-1773. Museo Nacional del Palacio de Versalles y del Trianon
Bárbara Rosillo

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Durante el siglo XVIII la corte francesa era la más brillante de Europa y la de etiqueta más estricta. En Versalles residía la familia real junto a la más alta nobleza, que ocupaba distintos apartamentos dentro del complejo. El conjunto palaciego no estaba cerrado al público en general, sino que cualquiera podía acceder a determinadas zonas siguiendo unas sencillas normas, como ir vestido correctamente, y en caso de ser hombre, portar una espada a la cadera.

La vida en palacio era un hervidero de intrigas, ya que lo referente a la vida de los reyes y su familia era público y notorio. La anécdota que traemos a colación tuvo lugar el 1 de enero de 1772, teniendo como protagonistas a la delfina María Antonieta y a la favorita del abuelo de su marido, Luis XV, la condesa du Barry.

François-Hubert Drouais. María Antonieta como delfina de Francia. 1773. Victoria and Albert Museum. Londres. Wikimedia Commons

La archiduquesa María Antonia de Habsburgo-Lorena procedía de una familia muy numerosa, ya que ocupaba el puesto décimo quinto de los dieciséis vástagos que tuvo la emperatriz María Teresa de Austria. En su casa era simplemente Antonia, ya que a todas las archiduquesas se las bautizaba con el nombre de María delante, pero al llegar a Francia comenzaron a llamarle María Antonieta.

El matrimonio entre la archiduquesa y el futuro Luis XVI se celebró en 1770, siendo su principal objetivo fortalecer las relaciones entre ambos países, enemigos acérrimos durante siglos. Ella tan solo tenía 14 años y su marido 15.

La princesa era una niña, alegre, espontánea e ingenua que provenía de la corte vienesa, mucho menos rígida y estricta que la de Versalles. Su marido, Luis Augusto, era el nieto mayor de Luis XV y, por lo tanto, el delfín de Francia. Era huérfano, muy tímido y retraído, aunque tenía mejor preparación intelectual que su esposa. Sentía pasión por la caza y le gustaban los trabajos manuales siendo un gran aficionado a la cerrajería, de hecho fabricaba llaves y desarmaba cerraduras bajo la tutela de un cerrajero profesional.

Madame du Barry era de origen muy modesto y probablemente se había dedicado a la prostitución

Al principio el delfín no mostró interés alguno por su esposa, por lo que el matrimonio tardó años en consumarse con la consiguiente impaciencia y desasosiego, no solo de su mujer, sino del rey de Francia y de la emperatriz de Austria, que veían que no llegaba el deseado heredero, aparte de ser la comidilla general de la corte.

La otra protagonista de nuestra historia es la última favorita de Luis XV, la bella madame du Barry. De origen muy modesto, era hija natural y probablemente se había dedicado a la prostitución. Esta «profesional», al convertirse en la favorita, gozó de una gran influencia atesorando todo tipo de riquezas.

Las hijas de Luis XV la detestaban ya que, entre otras cosas, se obligó a una de ellas, madame Adelaida, a cederle sus habitaciones para que la joven pudiera estar más cerca de su real amante. Para muchos cortesanos que una mujer de tan dudoso origen tuviera tal poder resultaba indignante y escandaloso. Entre los que la despreciaban, se encontraba la delfina.

François-Hubert Drouais. Madame du Barry como Flora. 1769. National Gallery. Washington. Wikimedia Commons

Cuando María Antonieta se convirtió en princesa de Francia, madame du Barry ya era la amante oficial de Luis XV. La austríaca quedó desagradablemente sorprendida de cómo funcionaban las cosas en Versalles, pues en Viena no se daban este tipo de comportamientos. Le pareció algo indigno y decidió despreciarla, pero esta determinación no era fácil, ya que el rey se sentía molesto del manifiesto antagonismo de la delfina hacia su favorita. Peligrando la alianza franco-austríaca, la situación llegó a tal extremo que la misma emperatriz María Teresa se vio obligada a intervenir exhortando a su hija para que hablara a la du Barry. Los códigos cortesanos eran sumamente estrictos, de tal manera que un inferior no podía hablar a los reyes o príncipes primero, debía esperar a que se le dirigiera la palabra.

María Antonieta, que deseaba siempre contentar a su madre, accedió a su petición. Al encontrarse con madame du Barry rodeada de sus damas, dejó caer la siguiente frase: «Hay mucha gente en Versallles hoy». Así se templaron algo los ánimos, aunque lógicamente no a gusto de todos. Más tarde la princesa le dijo a su consejero: «Le he dirigido la palabra una vez, pero estoy decidida a dejar ahí las cosas. Esa mujer no volverá a oír el sonido de mi voz».

François-Hubert Drouais. Retrato de la condesa du Barry como Flora. 1769. Museo de Historia de Francia. Versalles. Wikimedia Commons

Al fallecer Luis XV en 1774, Luis Augusto (al que llamaron «el deseado») y María Antonieta se convirtieron en reyes de Francia. Madame du Barry fue «invitada» a abandonar Versalles y enviada a una abadía. Por desgracia el destino volvió a unir a estas antiguas enemigas casi veinte años después, ya que ambas fueron conducidas al patíbulo con tan solo dos meses de diferencia, pero esa es ya otra historia.

Más información en Arte y demás historias: María Antonieta, casada pero virgen.

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