crítica de teatro
Cerrar el círculo
Juan Mayorga y Blanca Portillo se asocian y triunfan con 'Silencio' en el Teatro Lope de Vega
Juan Mayorga y Blanca Portillo llegan al Lope de Vega con 'Silencio' y todas las localidades agotadas
![Blanca Portillo ha bordado su papel en 'Silencio'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/01/29/BlancaPortilloenSilenciodeMayorga-RtQjvU798bi88pSE9aS8ZWP-1200x840@abc.jpg)
'Silencio'
- Dirección: Juan Mayorga.
- Escenografía y vestuario: Elisa Sanz.
- Espacio sonoro: Manu Solis y Mariano García.
- Intérprete: Blanca Portillo.
- Fecha: Sábado 28 de enero.
- Lugar: Teatro Lope de Vega.
A espaldas de la ambición wagneriana de la suma de las artes (la ópera como 'Gesamtkunstwerk', es decir, como obra de arte total que integrara al resto de las manifestaciones artísticas bellas) se hallan posibilidades más humildes —pero quizás secretamente igual de ambiciosas— de coyunda, de refriega, de afilado. En el cine, por ejemplo, Welles lo hizo con la radio, y así Duras con la literatura: la materia fílmica y los (des)encuentros entre sonidos e imágenes llevaban más lejos a estos sus ilustres predecesores.
Aquí Mayorga opera igual al buscar pasajes entre un discurso —mediante el que accediera a su condición de académico de la lengua— y su puesta en escena teatral, entre las palabras alrededor del teatro —dialécticas entre la voz y el silencio como motor de su historia— y su inefable e irrepetible aparición encarnadas en el cuerpo de un actor, en su articulación, en sus gestos. No se trata en 'Silencio' de ilustrar un contenido, como en aquellas conferencias flamencas donde la práctica del artista ayudaba a comprender la teoría del poeta, sino de insuflarle vida, completarlo, expandirlo y, especialmente, refutarlo con 'más teatro', o sea, ponerlo en una perspectiva que lo desvíe de su asumida solemnidad primigenia, ésa que fue fuente de escepticismo —¿qué hago yo en la Academia?— y de sospecha —¿qué tipo de literatura es una obra si ésta no se representa?—.
A todo esto responde una pletórica Blanca Portillo, cuyo potencial camaleónico —amén de en el propio Mayorga 'esperpentizado'— le lleva a transfigurarse en algunas de sus más recordadas encarnaciones, como la de Segismundo o Hamlet, también en otras como Creonte, Bernarda Alba o incluso aquel Woyzeck al que la naturaleza le susurrara la inevitabilidad de su crimen, aunque entre todas prevalezca la de bufón rebelde y melancólico dispuesto a rebelarse frente a su creador, convirtiendo el salón aséptico y jerárquico en un espacio lúdico donde el mobiliario se ajusta a la potencia de su imaginación, el vuelo que reaviva la letra muerta de los dramaturgos. Como buen wittgensteiniano, Mayorga concluye aquí su decir con su mostrar, cerrando el círculo y creyéndose por fin su merecida sanción académica.
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