crítica de teatro
No envejeceremos juntos
El Teatro Central estrena 'Finlandia', obra protagonizada por Israel Elejalde e Irene Escolar
Teatro Central Sevilla: programación, entradas y taquilla
![Israel Elejalde e Irene Escolar protagonizan 'Finlandia'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/01/28/elejalde-escolar-uno-RUvdkSf25yUXaiHuVuEZClK-1200x840@abc.jpg)
'Finlandia'
- Compañías: Kamikaze/Teatro de la Abadía
- Texto, dirección y espacio escénico: Pascal Rambert.
- Traducción y adaptación: Coto Adánez.
- Iluminación: Yves Godin.
- Intérpretes: Israel Elejalde, Irene Escolar, Noa García.
- Fecha: Viernes 20 de enero.
- Lugar: Teatro Central
El primer miedo, el que infundía el riesgo de una metáfora de, digamos, corto vuelo —Finlandia, frío, fin del amor, habitación-cárcel—, se disipa en cuanto estos dos monologuistas se ponen a lanzarse palabras en la mejor tradición de Rambert, que siempre nos coloca en otro plano, no exactamente en el de la verosimilitud, aunque la realidad —las guerras de sexo, culturales y políticas que condimentan nuestros días— se filtre por demasiadas rendijas, imposibilitando el suplemento que conlleva toda alegoría.
Es esta potencia de la palabra como prisma, y de la retahíla de las mismas como concatenación de reflexiones y refracciones, lo mejor y más experimental de 'Finlandia', que ahí suspende las expectativas de quien compareciera como espía o 'voyeur' de la obra escrita 'ex profeso' para Elejalde y Escolar —Rambert no llega aquí a donde sí lo hizo Bernhard al titular una de las suyas con los apellidos de sus actores fetiche: 'Ritter, Dene, Voss'— como si de una fuente de revelaciones personales se tratase. Así, la contaminación de sus propias vidas reales —él volcado en el teatro, ella con mayor proyección en tele y cine— representa sólo una de las caras de la palabra-prisma, aquella cuyos reflejos, además, más cortocircuitan el dramatismo del discurso, pues incluso, por momentos, parecen no creerse demasiado algunas de las diatribas que, masticadas, salen de sus bocas.
A la obra como combate, a los desesperados turnos del boxeo marital, le viene bien la madrugada nórdica, es decir, esa noche eterna donde no existe la progresión, si acaso la que marca la espiral, un pasar cíclico, reincidente, por los mismos temas en distintas versiones mientras se profundiza en el dolor. Por eso 'Finlandia' se va poco a poco diluyendo cuando el punto de fuga, la salida narrativa al agujero discursivo, se comienza a intuir con los primeros rayos del sol. Desde la niña-marioneta de Annette de Leos Carax no se veía peor solución que por la que aquí opta Rambert, extrayendo del hasta entonces magnético 'off' al único botín posible de las desavenencias, la hija en común que duerme en una habitación del mismo hotel. Este desafortunado desvelamiento resta fuerza al último tramo de la obra, como si por la puerta entrara la posibilidad del vodevil, donde cuesta mantener la atención en las palabras.
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