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La Madeja: El lío de Cabrera

El incidente del delegado de Seguridad en un restaurante se resolvió ayer en un encuentro con el hostelero. Los dos tuvieron exceso de celo

El delegado de Seguridad del Ayuntamiento, Juan Carlos Cabrera Raúl Doblado
Alberto García Reyes

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El concejal Juan Carlos Cabrera es muy afable y tranquilo. No es una persona conflictiva ni maleducada. Todo lo contrario. Por eso estoy convencido de que no se excedió en su discusión con el dueño del restaurante de Los Remedios el día de Reyes que no atendió su reserva para diez personas. No era verosímil que nadie de su familia hiciera ningún comentario racista ni que él le instara a cometer una irregularidad para servir a los suyos en una mesa común, como ayer reconoció el dueño del restaurante en un reencuentro entre ambas partes propiciado por el abogado Joaquín Moeckel . Se firmó la paz. Ambos reconocieron sus errores. Fin de la historia. Pero la noticia corrió sin control por las redes sociales y ha tenido incluso repercusión nacional. Un concejal del PSOE de Sevilla exige una mesa con más comensales de los permitidos e insulta al camarero que se la niega. Los hechos no fueron así, pero el carnaval de versiones ideologizadas lo distorsiona todo. Cabrera encargó una mesa para diez personas porque el día de Reyes estaba permitido ese número de comensales según el Boja. El hostelero aceptó la reserva y, una vez allí, le ofreció una mesa de sólo seis personas alegando que este era el límite legal. Cabrera, a quien acompañaban sus padres, ambos octogenarios, y sus hijas pequeñas, le aclaró que no era así: «Hágame caso, que yo sé de lo que estoy hablando» . Y el dueño del bar, que a esas alturas ya lo había reconocido, entendió que lo que le soltó fue el tradicional «usted no sabe con quién está hablando» . A partir de ahí se desencadenó todo el barullo. La escena fue grabada por otro cliente, de ahí que el hostelero reconociera desde el principio que llamó a Cabrera «sinvergüenza». Lo hizo en unos términos bastante desagradables. Ese episodio está registrado. Es más, un camarero dio un empujón a la hermana del concejal , que en todo momento estuvo con las manos en los bolsillos del abrigo y sin levantar la voz para solicitar a su familia que se desistiera de la discusión. Una vez todo controlado, el delegado pidió la Hoja de Reclamaciones antes de abandonar el local y el hostelero se la negó, razón por la que se volvió a incrementar la tensión.

Hasta ahí, todo el error fue del dueño del bar, que no conocía bien la normativa y se excedió en el fondo y en las formas, aunque los ultras de las redes sociales le dieron estopa al delegado atribuyéndole comentarios que el propio hostelero ya ha aclarado que no se produjeron. Pero después se equivocó el delegado . Siendo el máximo responsable de la Policía Local, que a la media hora aparecieran en el bar dos patrulleros con seis agentes parece a primera vista un abuso. ¿Habría acudido la Policía con tanta rapidez y efectivos a la llamada de cualquier ciudadano de a pie ante una discusión de este tipo? La respuesta la sabemos todos.

La tentación de aprovecharse del poder para asuntos de índole particular es muy humana, pero no tiene justificación. El ejercicio de un cargo público obliga a una ejemplaridad que tiene que estar por encima de tentaciones. No se puede levantar el teléfono para llamar al jefe de la Policía por algo así. Es lo típico en este tipo de trifulcas: los dos tenían razón y los dos se equivocaron . Le honra a Cabrera su disposición a arreglarlo todo por las buenas. Pero hay que tener cuidado porque en una disputa entre un político y un ciudadano anónimo ninguno de los dos puede jugar con ventaja. Tenga la razón quien la tenga..

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