Reloj de arena
Atsuhiro Shimoyama: un samurái en el albero
Cuando Fulton y su hijo Federico lo vieron romper plaza se miraron a los ojos y se dijeron: «Qué estampa más torera tiene»
Isabel Gómez Oñoro: ni debajo del agua
![El Niño del Sol Naciente junto a Curro Romero en 1997, cuando Atushiro Shimoyama recibió un festival de homenaje](https://s1.abcstatics.com/abc/sevilla/media/sevilla/2022/07/02/s/nino-sol-naciente-kONH-U62341317122SQy-1248x698@abc.jpg)
Es posible que, en algún momento de su vida, Atsuhiro hiciera suyas las palabras de un escritor compatriota suyo, Yukio Mishima , que dijo para la posteridad, antes de proceder con el ritual del harakiri para morir con honor, que «es absolutamente ... erróneo suponer que los demás están en condiciones de comprender nuestros sentimientos más profundos». Eso le pasó a nuestro héroe muchas veces. Primero en su Tokio natal, donde la familia rompió con él cuando les confesó que su corazón no lo llenaba lo que hacía: gimnástica y el baile clásico. Y que quería hacerse torero en España . Y también le debió espinar el corazón su propio padre, que le recriminaba que tuviera las paredes de su habitación repletas de imágenes sacadas de un Cossío que se agenció en Tokio, vaya usted a saber cómo. El disgusto familiar bien pudiera haber inspirado un drama del Kabuki, el teatro japonés más universal. Su padre llegó a extremos tan innegociables que o Atsuhiro entraba en razón o él dejaba de practicar el golf. Y, claro está, las disyuntivas casi siempre se vuelven en contra del que las plantea. El padre dejó el golf y Atsuhiro voló hacia Sevilla para ser torero…
La vida se empeña en pintar existencias paralelas para que, una vez reveladas, nos cueste cerrar la boca que nos abre la sorpresa. John Fulton y Atsuhiro nacieron con un destino similar, pero con distintos pasodobles acompañando la música de sus sueños. El torero de Filadelfia encontró su vocación viendo en el cine la versión primera 'Sangre y Arena' . Atsuhiro sintió idéntica llamada viendo la misma película, pero esta vez interpretada por Sharon Stone , el mejor cruce de piernas que jamás ha visto Hollywood. En Sevilla, ambas vidas convergen en los ruedos. El hijo de Fulton, Federico, residente hoy en Florida, me cuenta que lo vieron torear una becerrada en Alcalá de Guadaira, donde el japonés aprendía en la Escuela de Tauromaquia de la ciudad de los panaderos. Cuando Fulton y su hijo Federico lo vieron romper plaza se miraron a los ojos y se dijeron: «Qué estampa más torera tiene». Luego le vieron torear la becerra que, por la altura del japonés, se le colaba por entre las piernas y la gente se reía, pero Atsuhiro le arrancó un par de buenos y artísticos muletazos. Fulton lo apoderó, lo bautizó como 'El Niño del Sol Naciente' . y comenzó a buscarle novilladas por donde fuera. El hijo de Fulton, Federico Fulton Short , fue su mozo de espadas. En el Castillo de las Guardas toreó su primer eral, al que le cortó dos orejas y el rabo. La misma gente que, antes de conocerlo, le llamaban chino de mierda empezó a encariñarse con aquel exótico aspirante a ganar la gloria de las plazas de España.
Todo se vino abajo un 16 de agosto de 1995, en una plaza de polvarea, en la abulense Pedro Bernardo , dando un pase de pecho con la derecha para rematar su tanda de muletazos. El toro le dio con la pala del pitón en la mandíbula, levantándolo unos metros de la arena. Federico salió en su auxilio y en enfermería le dijeron que solo tenía una fuerte contusión. Y tan fuerte. A los pocos días, en Sevilla, dio la cara aquel palazo brutal que dejó al Niño del Sol Naciente con la parte izquierda del cuerpo inmovilizada. Desde entonces, su único sueño fue volver a ser el sol naciente de su recuperación torera. Uno de los médicos le llegó a decir que no volvería a andar y que se acostumbrara a la silla de ruedas. No sabía que los samuráis no se rinden y que el bushido, código de honor de tan señoriales guerreros, prepara al que inicia su camino en el arte de vivir sin miedo a la muerte. O sea, el mismo principio metafísico de la torería…
En la habitación del Virgen del Rocío donde se recuperaba le confesó a Fulton y a Federico que, a una señorita con la falda muy corta, le vio su más íntimo secreto, pero que él no sintió estirarse nada cerca de su ingle. Le dijeron que eso pasaría pronto. Y pronto, igualmente, le organizó Fulton un festival en su honor. Dicen que, tras ver abatido su sueño de ser torero, entró en una profunda depresión y que solo ansiaba morir. En ese estado se lo encontró por la calle Antonio Corbacho , otro personaje de novela tremendista, especialista en descubrir toreros. Dicen que Corbacho, engorilado con la filosofía japonesa, lector de los códigos samuráis del bushido, fervoroso de las películas de Kurosawa que iba a verlas cargadísimo de sake, le dijo: «O te pegas un tiro o peleas para ser tú. Pero así no vas a ninguna parte.» Y entre aquel consejo a quemarropa y los cuidados de una japonesa guía turística, que luego fue su esposa, el sol de aquel muchacho lo convirtió en el renacido. Se hizo amigo de José Tomás , llevaba en su móvil una estampa del tomista de las plazas y lo intentó convencer de que en su interior vibraba el código de los samuráis. Ni el triunfo ni el dinero importan, solo mantener una actitud irrenunciable. «Por eso José Tomás se entrega siempre, incluso en las plazas de segunda», sostenía Atsuhiro en un reportaje que le escribió el brillantísimo David Gistau . Siempre soñó con el día de su regreso. Y en cierta ocasión le dijeron: «Pero si no puedes correr, ¿cómo vas a torear». Y respondió: «Mejor así, porque no me quedará más remedio que torear parado, igual que José Tomás.» Por las calles, la gente le preguntaba cuándo volvería. Y convencido, contestaba: «Pronto, miarma.» Ese sueño vivo, ausente del miedo a la muerte de su quimera, es lo que lo hizo un auténtico samurái, dándole la razón a Mishima: es un error suponer que los demás están en condiciones de entender nuestros sentimientos más profundos…
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