Reloj de arena
John Fulton: un yanqui en la Maestranza
Viendo la película 'Sangre y arena' en su Filadelfia natal, con un jovencísimo Tyrone Power, tuvo la revelación de querer ser torero en Sevilla
Jose Cala y Fontquernie: con la camisa nueva
![Peter O'Toole y John Fulton durante el rodaje de la película 'Lawrence de Arabia'](https://s1.abcstatics.com/abc/sevilla/media/sevilla/2022/06/10/s/john-fulton-felix-U44368542440cwp-1248x698@abc.jpg)
Que liguen tus cenizas con el albero de la Maestranza y con la arena de otras plazas mexicanas es un tributo post mortem que solo está al alcance de los elegidos. Si, además, no naciste ni Triana ni en Guanajuato, sino en el corazón de ... Filadelfia y tu acento y jechuras te acusan de forastero, entonces lo mejor es parar, mandar y templar, para saber bien de quién estamos hablando. John Fulton fue uno de esos románticos angloparlantes que llegaron hasta Sevilla en, digamos, una segunda oleada de viajeros románticos. Vino buscando pelea en los tentaderos y círculos taurinos para convertir el sueño que tuvo en su Filadelfia natal en realidad. Allí, viendo en el cine 'Sangre y arena', con un jovencísimo Tyrone Power émulo de matador de la escuela hemingweiana, tuvo la revelación de que iba a ser torero en Sevilla . Había estudiado pintura y escultura en el Instituto de Arte del museo de Filadelfia. Pero llevaba sangre y arena en sus mismas trancas. El único arte que pasaba por su corazón tenía música de pasodoble y dos orejas en las manos...
Hay veces que uno piensa si es el destino quien te busca o eres tú quien sales a la vida a buscarlo. Sea como fuere, el joven Fulton conoció en Filadelfia a una bailaora flamenca, al igual que en la película que marca su vida, novia a su vez del guitarrista que la acompañaba. El guitarrista era un sevillano que había sido torero y estaba en los yunaites como refugiado. Se ganaba la vida tocándole a la bailaora sus palos más festeros y cortando coletas en su barbería , un auténtico templo a la memoria torera de su vida, repleta de fotos de grandes maestros de la época. En aquella barbería, situada al sur de la ciudad de Filadelfia, el yanqui torearía de salón guiado por el barbero, su primer maestro. Fulton tuvo motivos para pensar que la vida se le había revelado y que no pararía hasta llegar a Sevilla y triunfar en la Maestranza. Antes toreó por México, aprovechando la beca de estudios en la Escuela de Arte San Miguel Allende, ganándose el apoyo de toreros como José Ortiz y Luis Procuna 'El berrendito de San Juan' .
Fulton tenía una planta espectacular. De galán de la Paramount. Alto, fornido, atlético, de rostro amable y formas exquisitas. Cayó en Sevilla un Viernes Santo de 1956, con 21 años. Y ese día, metafóricamente, le iba a marcar el calvario que tuvo que subir para llegar a hacer realidad su sueño. La Sevilla de entonces, la taurina y la intelectual, lo tomó por el loco yanqui que quiere saltarse el tabú que dicta que nadie ajeno al mundo mediterráneo e ibérico puede ser matador de toros. No sé, algo así como si su amigo el barbero de Filadelfia hubiera pretendido tocar el banjo para acompañar el baile de unos vaqueros en un festival country. Pero Fulton vino decidido a escuchar los pífanos de la gloria en la Maestranza y no paró hasta conseguirlo. Se enamoró hasta las trancas del barrio de Santa Cruz, logró infiltrarse en los círculos menos cerrados de la ciudad, amigó con Belmonte , Rafael el Gallo , El Cordobés y Pepe Luis Vázquez , aunque no logró hacer buena química con Antonio Ordoñez . Su estudio y galería en la plaza de la Alianza fue siempre un ágora para intelectuales y amigos yanquis que venían a visitarlo para ver la obra del torero artista y tertuliar sobre Hemingway. En su casa chalé de Manuel Siurot, Santa Cecilia, la cola de aquel cometa de viajeros románticos, tenía parada y fonda, siendo espectacular la estancia del escritor James Michener . Famoso por su novela 'Sayonara' , escribió una guía de los caminos de España que tituló Iberia, con fotografías de Roberto Vavra . Tanto Fulton como su hijo Federico, un gitanito jiennense que la bonhomía del yanqui aconsejó que lo adoptara, fueron fotografiados innumerables veces por este fotógrafo que dejó en Sevilla un libro que tituló 'Carmen' . En ese volumen aparecen personajes de la ciudad de entonces, desde la jovencísima galerista Juana de Aizpuru a la 'Chocho de Oro' , una madame mantenida a cuerpo de marquesa por un paseado aristócrata local, que regentaba una muy concurrida mueblé en la calle Bailén.
Tras torear animales que se sabían la enciclopedia británica y deshechos de tientas con más peligro que un ruso en Kiev, el joven Fulton se bautiza torero un 18 de julio de 1963 en la Maestranza. Fue su padrino José María Montilla y los toros de la ganadería de Félix Moreno . En un festival benéfico, el Yanqui, como le llamaban con cierto desdén, le cortó una oreja a un miura. Había conseguido hacer realidad lo que vio en aquella película en su Filadelfia natal. Y convenció a los más puristas de que se puede tocar flamenco inspirándose en los cerezos en flor del parque japonés de Hirosaki y torear en la Maestranza como matador echándole casta y coraje a sus sueños, aunque viniera del país del pato Donald. Los tabúes existen. Pero hay héroes que los encaran y se adueñan del fuego de su singularidad. Fulton, según me cuenta la artista Isabel Gómez Oñoro , que lo conoció, fue un pintor notable y un dibujante muy cotizado. Vivía de sus clientelas locales, nacionales y las muy dolarizadas norteamericanas. Pintaba con la sangre de los toros. Cosa que descubrió en un viaje a las cuevas de Altamira, quedando impresionado de los que los hombres de la saga del Oso cavernario habían pintado en las rocas de sus paredes. Fulton los imitó. Habló con amigos médicos que le aconsejaron qué hacer para que la sangre no se diluyera. Y dibujó sus toros y toreros con la sangre totémica de un animal sagrado que siempre consideró. Cuando murió de seis infartos en febrero del 98 a los sesenta y seis años, los maestrantes creyeron justo y necesario que sus cenizas se fundieran con el albero de sus sueños, que fueron siempre los de un yanqui en la plaza más bella del mundo...
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