entrevista
Manu Sánchez: «Era muy buen estudiante y me costó convencer a mi padre de que como cómico me iría mejor que como ingeniero»
El actor, presentador y cómico sevillano, un alumno de 10, recuerda los comentarios que le hizo su progenitor cuando le dijo que quería ser humorista en vez de ingeniero de telecomunicaciones
«Cuando me dijeron que podría quedarme parapléjico y sin riñones, no pensé en ciertas cosas gracias a mis niños»
El «tumor negro» de Manu Sánchez con su cáncer: «He perdido un testículo pero he ganado dos ovarios»
«Que mi oncóloga tenga que ver a 40 pacientes cada día me parece algo bárbaro»
![Manu Sánchez antes de la entrevista](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/18/manu-sanchez-humorista2-RVNWRSBWERPhadQVGsK33NK-1200x840@abc.jpg)
El infierno que Manu Sánchez ha vivido durante los últimos doce meses a causa de un cáncer testicular con metástasis le hace recordar sus inicios en el mundo del espectáculo haciendo mónoloogs en discotecas y pequeñas salas de Sevilla, y su paso a la televisión y a grandes teatros hace más de veinte años. «Yo he tratado de mantener el equilibrio entre la guasa sevillana y la carga gaditana. Y también con la mala follá granadina. Con esos tres ingredientes intento hacer una mezcla bonita. Entre esos tres humores sale una buena receta», asegura.
-Dígame cómo llegó al mundo de la televisión y del entretenimiento.
-Fue un poco de rebote. Yo empecé Teleco (Ingeniería de Telecomunicaciones) e iba para ingeniero. A mí me gustaba mucho la comedia y el humor, aunque aún no se habían puesto de moda los monólogos. Jugaba de ala-pivot en el equipo de baloncesto de Dos Hermanas, el filial del Caja San Fernando, y en el autobús y en los aviones yo era el alma de los viajes. El mundo del baloncesto me hizo una encerrona para que yo diera una actuación. José Briega, mi referente en el mundo del baloncesto, que trabajaba de portero en una discoteca de Dos Hermanas, me reservó una actuación allí. Fue bien, me vieron empresarios de Sevilla y me contrataron para hacer monólogos en la sala Caramelo, donde actuaba ocho o nueve veces a la semana. Allí me crucé con Tomás Summers y con él pasé a la tele. Por cierto, a José Briega, que fue mi padrino y gracias al cual empecé en esto, le diagnosticaron un cáncer hace pocos meses y en pocas semanas lo tuvimos que despedir. Fue un mazazo.
-¿Era buen estudiante?
-Sí. Se me daba muy bien estudiar. Hice el bachillerato de ciencias puras y saqué muy buenas notas. Torpe y feo sería ensañamiento (risas). Aunque me ha tocado esta cara, que está muy bien para dedicarse a la comedia, no he salido torpe del todo. Empecé telecos pero no me apasionaba la ingeniería. A los de mi generación no les preguntaban qué les gustaba sino que los orientaban hacia los estudios con más salidas laborales. Desde aquí reivindico lo cultural y lo artístico y lamento que esto siempre esté relegado a lo extraescolar. Si al niño le gusta el teatro, pues lo apunto a una cosa de teatro por la tarde; si al niño le gusta natación, que nade por la tarde; si al niño le gusta la pintura, pues que pinte por la tarde; si al niño le gusta el ballet, pues que baile por la tarde. Todo lo artístico es extraescolar y los que nos queremos dedicar a eso, tenemos que salir del armario y decir: «Papá, mamá, no quiero ser ingeniero, quiero ser artista».
-¿Tuvo que decirle eso a sus padres?
-Claro. Todos tenemos que decirlo. Porque todos los que quisimos hacer algo cultural o artístico con nuestras vidas hemos tenido que escuchar: «Vale, pero estudia una carrera». Si tú le dices a alguien que pintas, te dirá seguramente: «Vale, pero en qué trabajas?».
-¿Y qué le dijo su padre cuando le dijo que no quería ser ingeniero sino artista?
-Pues el hombre se pegó sin cenar con nosotros dos o tres meses. Llegaba del trabajo y se acostaba. Y en la cena decía mi madre para romper el silencio: «¡Estás matando a tu padre a disgustos!». Me costó convencer a mi padre y hacerle entender que yo iba en serio y que no iba a dedicarme al «living la vida loca», sino a montar una empresa de desarrollo de guiones, escribir y producir. Y de que me iría mejor que como ingeniero. Dejé Telecos y pasé a Periodismo, como parte de ese pacto con mi padre, aunque me hubiera gustado hacer Filología Hispánica, si bien esa carrera tenía aún menos salidas laborales que Periodismo.
-¿Y se convenció pronto su padre de que usted había acertado?
-En mi familia no había precedentes artísticos y le decía: «Papá, que soy Sánchez Vázquez, no Osborne Domecq, y hay que empezar muy poquito a poco. A uno no le llaman del Teatro Real el primer día que se dedique a esto». Pero por suerte el resultado llegó pronto. Lo de las salas duró un año y medio y pronto llegó la tele, la productora y cosas más grandes.
-Talento, disciplina y suerte: ¿Cuál es la proporción de todo esto en su éxito?
-No sé en qué porcentaje pero la fórmula del éxito tiene que ir por ahí. Sin talento, por mucha disciplina y suerte que tengas, es muy complicado. El talento es chivato y, si no lo tienes, el público te acaba mirando con recelo. Si no tienes un poco de suerte, por mucho talento y empeño que tengas y le pongas, es también muy complicado llegar al éxito. Sin disciplina, puedes tener un fogonazo pero eso no da para mantener una carrera. Para estar 21 años en esto y haber montado mi empresa, «16 escalones», que también intenta hacer industria de la cultura, del teatro, del cine, de la televisión desde Andalucía, tiene que haber algo de talento, disciplina y suerte. Decían Picasso y Paco de Lucía, y varios más, que la inspiración te tenía que coger trabajando. A mí, desde luego, me coge trabajando.
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