entrevista
Manu Sánchez: «Cuando me dijeron que podría quedarme parapléjico y sin riñones, no pensé en ciertas cosas gracias a mis dos niños»
El actor, presentador y humorista sevillano, que se ha recuperado de un cáncer y de cinco cirugías, asegura que «como optimista crónico que soy, pensé también en todas las cosas buenas que hubiera supuesto para mí morir antes de los 40»
«Un directivo de TVE me pidió que arreglara mi acento andaluz y yo le dije que escuchara más ligero»
«Era muy buen estudiante y me costó convencer a mi padre de que me iría mejor como cómico que como ingeniero de telecomunicaciones»
El «tumor negro» de Manu Sánchez con su cáncer: «He perdido un testículo pero he ganado dos ovarios»
«Que mi oncóloga tenga que ver a 40 pacientes al día me parece algo bárbaro»
![Manu Sánchez en la terraza de un conocido hotel sevillano antes de la entrevista con ABC](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/01/18/manu-sanchez-humorista-Rm5UeI0AfJdPTL2V48pVfFM-1200x840@abc.jpg)
El sentido del humor de Manu Sánchez, un actor, cómico y presentador que ha hecho de todo en televisión y teatro durante los últimos veinte años (y todo con éxito), no es en absoluto impostado: le sale de dentro, de forma natural. Habla ... de una intervención de quince horas que sufrió (la primera) que podría haberlo dejado postrado en una silla de ruedas, y es capaz de bromear a continuación sobre una amiga que quería estrenarlo todo al instante y que por eso no se atrevía a contratar un seguro de vida. El calvario que ha vivido durante los últimos doce meses y del que está saliendo (también con éxito) tras cinco cirugías y unos ciclos durísimos de quimioterapia, no le han arrancado las ganas de reír y de bromear. Optimista crónico, dice que todo esto ha sido un «aprendizaje precioso» porque se ha dado cuenta de las buenas cosas que ha conseguido en su vida y de las que quiere disfrutar. «Yo me di cuenta de que no quería ir a conocer Japón, que claro que me gustaría, sino seguir haciendo las cosas que ya hacía pero durante más tiempo«, cuenta a ABC. Un cáncer testicular con metástasis le acercó al abismo de la muerte, al que se asomó una noche con una llamada telefónica de su médico cuando estaba aparcando su coche antes de grabar un programa de televisión en el teatro Ribera del Guadaira. Fue al hospital, habló con los médicos, lloró unos minutos y volvió al teatro para hacer la grabación. Leonor, su hija, nacería dos días después.
-¿Qué tal se encuentra en este momento?
-Estoy bien. Me encuentro en ese momento en que cada dos meses te dan el visto bueno. Me da cierto pudor decir que esto lo he superado o que ya me he curado de mi cáncer porque pienso que me puede castigar el Señor por decirlo antes de tiempo.
-¿Ha sufrido alguna vez en su vida profesional el miedo escénico, eso que decía Valdano que sufrían los equipos rivales cuando pisaban por primera vez el césped del Santiago Bernabéu?
-Yo siento pánico o terror preescénico, es decir, justo hasta que se abre el telón y piso el escenario. En los minutos previos a salir me pongo muy nervioso pero todo ese miedo se va en cuanto salgo. Me siento muy a gusto sobre el escenario.
-¿Y no sufre un poco ese miedo preescénico cuando le tienen que dar ahora los resultados de una revisión o de unos análisis?
-Sí, sufro un poco ese miedo, esa incertidumbre. Es algo que no está en tu mano, que no depende de ti. De todas maneras, es otro tipo de miedo. El miedo gordo de verdad lo sentí cuando me comunicaron lo que tenía, ese primer diagnóstico de cáncer. Luego he sentido otros miedos, miedo a morirme, miedo a no conseguirlo, miedo a rendirme. El miedo por el que me pregunta, el de saber si te sigues curando o no, es miedo, por supuesto, pero es un miedo de otro tipo, más llevadero.
-Cuando le dieron ese primer diagnóstico, ¿estaba en su casa?
-Estaba aparcando mi coche en el teatro Ribera del Guadaira para empezar una grabación del programa «Tierra de talento». Aparqué sobre albero alcaraleño y recibí esa llamada telefónica. La noticia fue la que fue: tienes cáncer. Era el 19 de abril y no he sentido en mi vida un mayor frío que ése. Fue un jarro de agua fría. Algo helador.
-¿Y qué hizo?
-Me fui al hospital Viamed, donde me hicieron las pruebas, y Aurori, una buena amiga que trabaja allí, me confirmó la noticia. También estaba mi médico Fernando Fabiani que, además, es el director de mi espectáculo, y Rafa López, mi socio y gran amigo.
-¿Recuerda su primera reacción?
-Para mí fue una bomba y lloré un ratito. Pero después de eso, volví al teatro a grabar el programa. Además, ese día mi mujer, que estaba embarazadísima, venía a ver la grabación junto con mi hijo de 5 años.
-¿No se lo dijo?
-Ese día, no. Nos hicimos fotos muy sonrientes y me lo guardé todo porque dos días después ella daba a luz a Leonor y no quería robarle a mi hija ese momento de alegría. Quería que tuviera una bienvenida feliz, que llegara al mundo entre globos y colores. La hija de un payaso no podía venir triste al mundo. E hice dos o tres programas y dos funciones de teatro más sin decirle nada a nadie, ni al equipo ni al público ni a nadie. Me regalé un poco de normalidad frente a ese cáncer.
-Los actores, los cómicos, los payasos, salen al escenario aunque les digan media hora antes que se ha muerto su madre. ¿Están hechos ustedes de una pasta especial?
-Yo creo que el escenario tiene algo de terapéutico. Hablamos de casos extremos pero yo he salido con fiebre al escenario, o con un dolor de muelas, o después de haber discutido con alguien, y luego me he sentido mejor. Creo que no lo hice por el público sino por mí. El cariño y las risas de la gente me ayudaron. Y espero que yo también les ayudara a ellos.
-¿Cuándo se lo contó a su mujer?
-Pasaron varias semanas. Todavía no conocía los apellidos del cáncer que sufría y preferí esperar a tener toda la información para decírsela. Lógicamente uno se pone en lo peor. Yo, además, había vivido experiencias cercanas muy dolorosas con el cáncer como la de Juan Carlos Aragón, gran escritor, filósofo e icono de los carnavales de Cádiz. El cáncer se lo llevó por delante en pocas semanas y me acordé de él. También Isi, que era un buen amigo y fotógrafo del programa, además de marido de nuestra jefa de maquillaje, tuvo un desenlace muy rápido. Lo ingresaron en el hospital tras diagnosticarle un cáncer y ya no salió de allí con vida. Me acordé de ellos dos y pensé que yo tampoco saldría del hospital.
-Tiene 38 años. Supongo que el miedo a morir antes de cumplir los 40, con dos hijos muy pequeños, será diferente al miedo a morir cuando ya has cumplido los 80...
-Yo siempre busco el lado bueno de las cosas y recuerdo que esos días incluso me convencí a mí mismo de que morir antes de cumplir los 40 tendría cosas buenas. No viviría la muerte de mi madre ni la de mi padre, no viviría la muerte de mi mujer o de mis amigos; tampoco vería sufrir a mis hijos. Pero fue duro casi despedirme de mi hijo de 5 años, decirle que se portara bien con los abuelos antes de la primera operación sin saber si los volvería a ver juntos, y desear para mí que tuviera buena memoria para que me recordara si no salía del quirófano. Pero sabía que si moría, mi peque de pocos días sólo podría recordarme a través de algún vídeo de Youtube o de alguna cosa escrita que yo dejara.
-¿Hizo testamento?
-Sí. Fui a un notario con mi padre, mi socio y mi mujer para dejarlo todo arreglado. No es que fuera pesimista, que no lo soy, pero había que dejarlo todo en orden. Sobre todo, para no dejarle un marrón a los míos. Los testamentos y este tipo de cosas están para no usarlos. Y tengo una buena amiga que dice que no se hace seguro de vida porque ella, cuando compra algo, una falda, unos zapatos, tiene que estrenarlo al momento. Y que por eso no se lo hace. La muerte estaba muy presente para mí esos días.
-Ha contado que cumplió 38 años en el hospital.
-Los cumplí el 5 de septiembre tumbado en la camilla de un quirófano tras quince horas de operación. La metástasis había creado mucha masa tumoral en la zona del abdomen, en el tórax y el cuello. Y tuve que pasar por varias intervenciones. Recuerdo que algunos días antes de operarme el médico me dijo: «El partido se te ha complicado y es muy probable que no podamos quitártelo todo. Y que aunque todo fuera bien, hay un alto porcentaje de probabilidades de que te quedes parapléjico». También me dijo que si la masa tumoral rodeaba a los riñones, tendrían que quitármelos, de modo que necesitaría diálisis diaria. Como la quimio había dejado mis defensas tan bajas, tampoco existía la posibilidad de un trasplante.
-¿Recuerda qué pasó por su cabeza en ese momento, viéndose en una silla ruedas y sin riñones?
-Si no hubiera tenido dos niños pequeños, no sé qué podría haber pasado por mi cabeza en ese momento. No lo sé. No sé qué me habría planteado ni si me habría planteado ciertas cosas, pero tengo que darle gracias a estos dos niños por darme fuerzas para resistir y pensar que todo podría salir bien.
-Y la operación salió bien.
-Sí. Aunque antes pensé que había nacido un 5 de septiembre y me operaba un 5 de septiembre. Si moría, ¡qué ordenadito todo!, ¿no? Pero recuerdo cuando me desperté y abrí los ojos. Dije: Estoy vivo. Y lo primero que pregunté a los sanitarios era si podía mover las piernas. Me dijeron que sí. ¿Y mis riñones? Tienes los dos. ¿Lo han sacado todo? Limpio como una patena. Y me volví a quedar dormido. Esa primera noche en la UCI, y no exagero, me desperté treinta o cuarenta veces. Y preguntaba siempre lo mismo, no porque se me olvidara, sino porque pensaba que el resultado de la operación era tan perfecto que me convencí de que debía de haberlo soñado.
-¿Cuántas operaciones ha sufrido en este último año?
-Cinco. Y es posible que quede alguna, pero mucho más pequeña. Después de la del abdomen, que duró 15 horas, tuve otra de siete. Recuerdo que cuando me desperté me dolía mucho y me quejé al médico. Y me dijo: «¡No te va a doler. Te acabamos de abrir las costillas con un gato hidráulico y te hemos vaciado un pulmón para quitarte masas tumorales!». He tenido que aprender a andar de nuevo, a respirar de nuevo.
-Ha explicado en algunas entrevistas en la radio lo mal que lo pasó con la quimioterapia. ¿Estaba convencido de que ese sufrimiento tan grande tendría recompensa?
-Begoña, mi oncóloga, me dijo que la quimio iba a durar cuatro meses e iba a ser muy dura. Creo que sus palabras fueron «te vamos a curar pero te vamos a reventar». Y me dijo después una frase maravillosa: «Tú encárgate de lo tuyo, de aguantar, que de tu cáncer me encargo yo». Un año después ella y su equipo lo han conseguido. Me han salvado la vida.
-Esa bomba dentro de su cuerpo estalló con su hija Leonor recién llegada al mundo...
-Sí, mi vida se puso boca abajo. Fue una experiencia brutal de vida y muerte entre el cáncer y el nacimiento de mi hija. Fue algo telúrico y animal, una experiencia muy extrema, lorquiana. Leonor tenía muchas ganas de llegar al mundo y no dio tiempo de que le dieran la epidural a Lorena. Viví aquel parto de mujeres poderosas que sería como lo de las cuevas hace millones de años.
-¿Qué recuerdos le quedan de su tratamiento de quimioterapia?
-Perdí el pelo, la musculatura, las defensas. Me deformé con el efecto luna. Hubo un momento en que ya no podía ponerme de pie y lo hacía todo en silla de ruedas. También tuve que recibir transfusiones de sangre. No me reconocía y físicamente me daba asco. Y la saliva me sabía a fango. Ni la comida ni el agua sabía a nada agradable. Y mi pareja, cuando más asco me daba yo, se metía conmigo en la cama, se tapaba bajo mi misma sábana, me besaba y me ponía la pierna encima y me decía: «Seré yo muy rara pero te veo más guapo que nunca».
-Ahora tiene buen aspecto.
-Muchas gracias. Me ha salido el pelo más fuerte y hasta me ha salido una onda que no tenía (se toca el flequillo). Y la barba, que la tenía canoseada, me ha salido negra otra vez (ríe). Y vestido doy el pego. Después, sin vestir, es otra cosa porque tengo muchas cicatrices que recuerdan lo que hemos pasado.
-¿Que su mujer lo vea más guapo que nunca en plena quimioterapia es amor de verdad?
-Yo le llamo amor verdadero, o amor diferente, y pude recuperar la autoestima que te hace perder esa degradación física por la quimioterapia y el cáncer gracias a eso. Esta enfermedad tan mala me lo ha hecho descubrir.
-¿Los amores verdaderos se retratan en una experiencia extrema como la que ha sufrido?
-Yo sospechaba que mis padres me querían, que mi mujer me quería, que mis hijos me querían, que mis amigos me querían. Cuando todo va bien, es más fácil querer y más difícil demostrarlo. Cuando todo empezó a ir mal, me lo han demostrado con creces. Mis padres no se han movido de los pies de mi cama, me han acompañado en cada quimio, en cada prueba. Yo les pedía que se fueran a casa a descansar y ellos me decían que haría yo si esto le pasara a mi hijo. Entendí entonces que este cáncer no era mío sino de toda mi familia y de mis amigos. Ellos han sufrido mi cáncer conmigo. Toda mi tribu ha funcionado como una maquinaria perfecta.
-¿Se ha llevado alguna decepción?
-En un caso así se retrata todo el mundo y también se han retratado quienes creía que iban a estar y no han estado. Ha habido alguno pero la inmensa mayoría ha sido el revés: pensaba que iban a estar pero no tanto. Muchos han estado más de lo que yo creía.
-¿Eso es lo bueno que ha traído este calvario?
-Si esto acaba bien, yo que soy optimista crónico, creo que todo esto habrá merecido la pena. Y quiero decir que ha sido precioso este aprendizaje. Hay momentos muy bonitos tras una experiencia tan dura. Cuando volví a abrazar a mi hijo, creo que casi me curé del todo. Y vestirte con tu ropa para salir del hospital, volver a entrar en casa. Volver a ducharte en tu cuarto de baño, volver a ponerme la ropa de Manu Sánchez y salir a un teatro. Esos pasitos en la cotidianidad son la leche. Volver a saborear un café y beber un vaso de agua que me sabe a agua es una experiencia maravillosa. Despertarme de noche para ir al baño y poder hacerlo por mi propio pie y hacer pipí con mis riñones es algo estupendo que ahora valoro mucho. Imagínese el nivel de disfrutonismo que estoy alcanzando (risas).
-¿Recibió ayuda de algún psicólogo?
-No digo que no hagan falta los psicólogos pero en mi caso concreto Begoña Pérez Valderrama, mi oncóloga del Virgen del rocío, fue mi mejor psicóloga. También lo fue Fernando Fabiani, mi médico. Y mi familia y mi entorno, en general. Siempre me ha dado muchas esperanzas y me puso en el mejor escenario. Todo lo que me dijo Begoña se ha cumplido. Cuando decía que iba a tener anemia, la tuve; cuando me dijo que se iba a caer el pelo, se me cayó; cuando me dijo que me iba a curar, me curé. Y ahora me ha dicho que no tenga miedo con las revisiones porque se acabó el miedo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete