eL RINCÓN DE... lUIS PÉREZ sÁNCHEZ
«Manolo Sanlúcar es el más grande de los músicos del siglo XX»
Filólogo, profesor, flamencólogo y bloguero, suya fue la idea de pedir para Manolo Sanlúcar la llave de oro de la guitarra flamenca
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—Esa petición la hace usted en una conferencia en la peña Torres Macarena, ¿es así?
—Exactamente. Fue el día 26 de junio en una conferencia titulada «La dichosa llave de oro» donde lanzo, al final de la intervención, un alegato en favor de ... la petición de esa llave para Manolo Sanlúcar.
—Y usted la pide porque está convencido de que Manolo Sanlúcar es uno de los grandes de la música contemporánea, ¿me equivoco?
—Para mí es, posiblemente, el más grande de los músicos que ha dado el siglo veinte a nivel mundial.
—Pero Manolo Sanlúcar no se fue sin saberse llave de oro de la guitarra. ¿Quién se lo dijo?
—Antes de morir el guitarrista Juan Carlos Romero, alumno suyo y una amiga de la familia, María de los Ángeles Díaz, y de su mujer Ana, en un momento de lucidez de Manolo, preguntó: ¿Qué se sabe de la llave? Y le dijeron, la llave está concedida. Y Manolo esbozó una sonrisa tranquilizadora y que se quedó grabada en los presentes.
—La de vueltas que da la vida. Usted oía de pequeño a su padre poner discos de Pansequito en su casa y le decía que cómo podía escuchar esas cosas…
—(Risas) Esa es la verdad. Y mi padre me contestaba: tú tranquilo que al final acabará gustándote esto. Hoy en día pienso que no hay otra música que se la pueda comparar.
—Y hoy defiende, incluso, que hay puertas modestas para acceder al conocimiento del flamenco. ¿Cuál fue su puerta?
—Una puerta muy válida para asomarse al flamenco clásico es el denostado flamenquito, tan criticado por los puristas. En mi caso particular artistas como Niña Pastori, El Barrio o el José Mercé más comercial tuvieron un papel importantísimo.
—En Inglaterra e Irlanda, donde se fue para perfeccionar el inglés tras licenciarse en Filología en Madrid, imagino que escuchó poco a Chocolate o a la Bernarda y a la Fernanda.
-(Risas) Nada de nada. Cero cartón. Aquella fue para mí una época de rock y de música comercial.
—Su destino musical es lo más parecido al bote de un balón de rugby: cantante roquero, simpatizante mods, rock andaluz y tiene en un altar a los clásicos del flamenco. ¿Eso qué explicación tiene?
—La afición al flamenco clásico es como un veneno. Y no sabes en qué momento te entra en la sangre. A fuerza de estudio y tesón conoces a los artistas de la historia. Mi contacto con la Niña de los Peines, Tomás Pavón, Manuel Torre, Don Antonio Chacón, Antonio Mairena y Caracol están en la base de mi afición.
—Habiendo sido cantante roquero en su juventud, ¿no se cantiñea usted por los palos más festeros?
-Solo en la ducha y en presencia de mi familia y con la manzanilla de aliada.
—Yo lo he visto en una foto grupal en la Plazuela de Santa Ana cantando por Chocolate. Pepe Gonce está de testigo…
—Fue un acto benéfico y yo estaba matriculado en los talleres de flamenco del distrito de Triana en una época en la que, inocentemente, creía que podía llegar a cantar flamenco. Entonces no sabía que no tenía el don del cante.
—Pero veo su biografía y en usted late desde que regresa de Inglaterra un impulso vital por encontrarse con sus raíces, las familiares, vinculadas al Puerto, Lebrija, Jerez, Utrera…
-Yo tenía que venirme a Andalucía a vivir, era como una llamada, cerrar el círculo de mis raíces que, por motivos laborales, se fueron a Madrid y yo necesitaba regresar. Hoy día mi mujer es trianera y mi hijo sevillano bautizado en la pila de los Gitanos.
—¿Es cierto que durante sus años de vida en Madrid usted hablaba andaluz en casa y madrileño cuando pisaba la calle?
—Sí, era perfectamente bilingüe. Hablaba andaluz en casa con acento de Lebrija, ceceando, y con acento madrileño en la calle y el colegio.
—¿Le daba complejo hablarlo en la calle?
—No podía, no me sale. A mi me llaman desde Madrid un amigo y me sale automáticamente el acento madrileño. Y al revés, igual. También me pasa con los diferentes acentos ingleses. Tengo facilidad para imitar los acentos más diversos.
—Me he quedado pillado con esa sonrisa postrera de Manolo Sanlúcar…
—En verdad él no necesitaba esta llave. En vida tuvo todos los reconocimientos posibles. Pero la llave le producía una especial ilusión. Nunca se le había dado a un guitarrista.
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