SANIDAD
Los «loquitos» de Torreblanca, uno de los barrios más pobres de España, no se rinden
Son un grupo muy unido de médicos, enfermeros y trabajadores sociales que realizan su labor en el centro de salud de uno de los barrios más pobres de España. En esta zona periférica de Sevilla, donde viven 22.000 personas, no escasean los conflictos, las drogas o enfermedades como la sarna, la tuberculosis o la gangrena de Fournier, casi erradicadas en Europa. «Casi nadie quiere venir aquí y nosotros no nos queremos ir»,
«Les decimos a las madres que la mutilación genital es un delito en España y que ponen en peligro la salud de sus hijas»
Loli, matrona en Torreblanca: «Aquí vienen abuelas que son más jóvenes que yo»
![Inmaculada Alcántara (enfermera gestora de casos); Rocío Flores (enfermera), Sara Louise Gómez (médico de familia); Javier Ruiz (director), Alejandra Morilla (coordinadora de Cuidados); Santiago Luque (responsable de Atención al Ciudadano); y Margarita Lara (trabajadora social). Falta en la foto la matrona María Dolores Rodríguez-Lepina](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/03/24/torreblanca-centro-salud-R3618HJyAAMqtvDOXPj3RzK-1200x840@diario_abc.jpg)
Bajo el rótulo «Centro de Salud Torreblanca» aceptan posar a regañadientes para la foto. No quieren protagonismo e insisten en que el centro de su trabajo es el paciente. Torreblanca es uno de los barrios más pobres de España, junto con Los Pajaritos ... y Polígono Sur (los tres de Sevilla) y ellos trabajan en ese edificio nuevo, moderno y bien dotado, que construyó Emvisesa, la empresa municipal de vivienda, hace doce años. Es el mejor edificio del barrio y también, junto con el de la CEAR (Centro Español de Ayuda al Refugiado), el que hace más bien por sus 22.000 habitantes. Aquí trabajan 15 médicos de familia, 15 enfermeros, 4 pediatras, 4 TCAE y 9 profesionales más en trabajos de atención al ciudadano, administrativos o de limpieza.
«En Torreblanca hay muchas personas en riesgo de exclusión social, y otras directamente excluidas, que no tienen acceso a ningún servicio público básico», cuenta su director, Javier Ruiz, enfermero y uno de los más veteranos del grupo de los «loquitos de Torreblanca», como ellos se llaman a sí mismos entre bromas. ¿Por qué «loquitos»? ¿Y por qué Torreblanca? «Porque muchos compañeros que trabajan en otros lugares -explica Javier- nos dicen que debemos de estar locos por quedarnos aquí. Todos podríamos elegir un destino más tranquilo de Sevilla capital, con muchos menos problemas. Pero lo cierto es que aquí podemos ayudar mucho más que en cualquier otro lugar. Y nos sentimos afortunados por poder hacerlo y no vamos a rendirnos«.
Lo corrobora Sara Louise Gómez, médico de familia con su plaza fija desde 2017: «He estado en el Porvenir, el Greco, Alamillo y en otros centros de salud de Sevilla y cuando llegué aquí, sentí que éste era mi lugar. En Torreblanca he reencontrado la vocación de la medicina, la razón por lo que estudié en la universidad. Aquí me siento realmente médica de familia y comunitaria«. La secundan Rocío Flores y María Dolores Rodríguez-Lepina, enfermeras: «Nos sentimos privilegiadas y con un campo enorme para trabajar en materia de salud y prevención sanitaria».
En Torreblanca hay mucho absentismo escolar pero todos se coordinan para luchar contra él: el centro de salud, el centro cívico, los servicios sociales y las fuerzas de seguridad. Aquí la gente enferma más y muere más (y antes) que en otras zonas de Sevilla. Conviven en esta barriada ciudadanos de muchas nacionalidades y continentes (subsaharianos, asiáticos, árabes, africanos, centroamericanos) y gente de todo tipo. Hay una parte más rural que vive del campo y que goza de mejor salud, mientras en los dos asentamientos chabolistas que lindan con el término municipal de Alcalá de Guadaira, se vive en condiciones infrahumanas. «Es una población itinerante que antes pertenecía a Sevilla y ahora a Alcalá de Guadaira pero las atendemos nosotros. Tienen muchísimas necesidades de salud y hemos venido con neveras a vacunar a los niños», comenta Javier Ruiz.
No es nada fácil atender a estas personas e Inmaculada Alcántara, enfermera de gestora de casos del centro de salud, otra de las «loquitas» de Torreblanca (lleva 33 años trabajando aquí), recuerda que en una visita domiciliaria un hombre la apuntó con una pistola. «Quizá pensaron que era alguien de servicios sociales pero la mujer le riñó inmediatamente diciéndole que qué hacía, que yo era »la Inma«, del centro de salud. Aquí a los sanitarios se nos respeta y valora, en general». Inmaculada enseña orgullosa en su despacho su diploma de «torreblanqueña adoptiva», un título honorífico concedido por las asociaciones de vecinos y que ella se ha ganado a pulso.
Un alumno de un instituto de Torreblanca logró hace pocos años la nota más alta de la EBAU de toda Sevilla. El barrio, sin embargo, registra un elevado índice de absentismo escolar
Torreblanca aparece siempre a la cola del ranking de renta per capita de los barrios de toda España, aunque una parte muy importante de sus 22.000 habitantes «es trabajadora y honrada como la de cualquier otro barrio de Sevilla, pero hay otra, mucho más pequeña, que vive de las drogas o que no tiene ningún recurso económico y eso hace que se estigmatice a toda su población», dice Javier Ruiz. Este enfermero vocacional lleva 23 años en un barrio cuya plaza más mediática, la del Platanero, aparece de cuando en cuando en las páginas de sucesos de los periódicos y de los telediarios. A primera vista, parece imposible que esa plaza llena de basura y rebosante de juguetes rotos, de plástico y humanos, pueda pertenecer a una ciudad europea en la que a sólo media hora de distancia se puede disfrutar desde multitud de terrazas de hoteles elegantes las incomparables vistas de la Catedral de Sevilla, el Real Alcázar y el Archivo de Indias, conjunto declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad. Algunos habitantes de Torreblanca, como muchos los de los Pajaritos, apenas han salido de su barrio y desconocen toda la belleza que hay al otro lado de la Ronda del Tamarguillo.
Cosas buenas y cosas malas
En Torreblanca pasa de todo, cosas buenas y cosas malas. Hace pocos años un alumno de uno de sus institutos logró la nota más alta de la EBAU de toda Sevilla, algo de lo que se enorgullece una barriada con un elevado índice de absentismo escolar. «También tenemos conflictos de orden público pero no tantos como la gente cree cuando escucha la palabra Torreblanca«, explica Javier. Ninguno de los profesionales sanitarios pone énfasis en la violencia que a veces sacude a este centro de salud o a sus profesionales (hace pocos días agredieron a una pediatra) sino en lo positivo de su trabajo y de lo agradecidos que son la inmensa mayoría de sus pacientes. «Aquí hay un tejido asociativo muy importante y mucha solidaridad entre los vecinos. Yo he visto con mis propios ojos que no es una leyenda urbana eso que se dice de que donde comen tres comen seis. Y muchos vecinos se ayudan entre ellos con el cuidado de los niños«, cuenta este enfermero a quien nunca le han tocado el coche en los 24 años que lleva trabajando en Torreblanca. Ni a él ni a sus compañeros. »Muchos sanitarios no quieren venir a trabajar aquí y nosotros no queremos irnos«, resume.
![Imagen principal - Arriba, Alejandra Morilla, coordinadora de Cuidados, en la puerta de Urgencias del centro de salud; sobre esas líneas, Inmaculada Alcántara, enfermera gestora de casos junto al diploma de «Torreblanqueña adoptiva» que le han concedido los vecinos tras 33 años en el barrio; a la derecha, Margarita Lara, trabajadora social que también hace una labor incansable en coordinación con el centro cívico, asociaciones de vecinos y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/03/25/torreblanca-coordinadora-alejandra-U52542443225yed-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, Alejandra Morilla, coordinadora de Cuidados, en la puerta de Urgencias del centro de salud; sobre esas líneas, Inmaculada Alcántara, enfermera gestora de casos junto al diploma de «Torreblanqueña adoptiva» que le han concedido los vecinos tras 33 años en el barrio; a la derecha, Margarita Lara, trabajadora social que también hace una labor incansable en coordinación con el centro cívico, asociaciones de vecinos y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR)](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/03/25/torreblanca-inmaculada-enfermeragestoracasos-U80507081228Uvz-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, Alejandra Morilla, coordinadora de Cuidados, en la puerta de Urgencias del centro de salud; sobre esas líneas, Inmaculada Alcántara, enfermera gestora de casos junto al diploma de «Torreblanqueña adoptiva» que le han concedido los vecinos tras 33 años en el barrio; a la derecha, Margarita Lara, trabajadora social que también hace una labor incansable en coordinación con el centro cívico, asociaciones de vecinos y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/03/25/torreblanca-trabajadora-social-U30445674720LUL-278x329@diario_abc.jpg)
Torreblanca es especial por muchos motivos, también por sus enfermedades. «Aquí hay patologías que muchos de nuestros médicos residentes no han visto en su vida y que mucha gente cree que ya no existen como la sarna, la tuberculosis o la gangrena de Fournier«. Esta infección suele afectar a los genitales y está asociada a la falta de higiene, la desnutrición, la sepsis o la obesidad mórbida.
Otra peculiaridad de Torreblanca es que acoge en un antiguo prostíbulo, que aún conserva su barra americana, la sede en Sevilla de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que cuenta con unas 140 plazas. «Muchas de las personas que llegan en pateras a Canarias o a Cádiz, tras un viaje desde sus países de origen que puede durar muchos meses, e incluso años, acaban aquí. Nosotros nos coordinamos con los profesionales de la CEAR y los atendemos en nuestro centro de salud«.
También atienden a niños autistas de toda Sevilla porque en Torreblanca se asienta la Asociación Autismo Sevilla. Tampoco esto es casualidad: desde hace varios años los profesionales del centro de salud están formados en TEA (trastornos de espectro autista). «Hay un centro de día donde se atiende a 120 pacientes y una residencia para los casos más graves que necesitan atención permanente. Hacemos una labor muy importante con todos ellos pero necesitamos más profesionales para poder atender mejor a toda esta población», cuenta Inmaculada Alcántara, la enfermera gestora de casos.
Un antiguo prostíbulo acoge la sede en Sevilla de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. También se ubica en Torreblanca la Asociación Autismo Sevilla y su centro de salud atiende a los refugiados y a niños y jóvenes autistas de toda la capital
Un 90 por ciento de los refugiados de origen subsahariano llega a Sevilla con tuberculosis latente y los sanitarios del centro de salud deben abordar cuanto antes esta patología para curarla y que no se propague. «Le hacemos análisis muy completos y tenemos que controlarlos bien porque son enfermedades que podrían genera un problema de salud pública. El seguimiento es fundamental», cuenta otro médico.
El tratamiento contra la tuberculosis dura seis meses y muchas de estas personas, que se sienten sanas, no entienden por qué deben seguirlos. Tampoco entienden cuando se les saca sangre. «Son pacientes complejos que han sufrido muchísimo, casi como si hubieran vivido tres vidas. Las mujeres que nos vienen de Libia son muy jóvenes y casi todas han sido violadas. Traen secuelas psicológicas, no sólo físicas, y las debemos tratar de una manera muy especial», cuenta Javier Ruiz.
En la población autóctona de Torreblanca también aparecen patologías poco frecuentes en el resto de Sevilla. «Nos llegan niños con caries brutales e infecciones tremendas como boca séptica. Aquí hay un servicio de dentista gratuito pero algunas familias que viven en los asentamientos, donde se dan muchos de estos casos, quizá no tienen dinero para coger un autobús y acercarse hasta aquí». Las visitas domiciliarias son pues, imprescindibles y las familias las agradecen. «Alguna vez, a las 10 de la mañana, hemos sorprendido a algunos celebrando la excarcelación de algún miembro de la familia con botellas de Johnny Walker encima de la mesa y algunas rayas de cocaína. Y cerca de esa mesa hemos visto a niños en edad escolar viendo la tele. Cuando preguntamos por qué no están en el cole, nos dicen que están malos«, cuenta uno de los sanitarios.
El alcohol es la droga que más daño hace aquí, pero la cocaína y la heroína no van a la zaga. En todos los centros de salud de Sevilla existe un programa médico contra el tabaquismo pero aquí haría falta uno más específico para el hachís. «Antes podíamos hacer más visitas domiciliarias pero desde la crisis de 2008 se ha ido reduciendo la plantilla y ahora apenas queda tiempo a un médico para hacer una diaria. Las enfermeras sí hacen tres al día pero lo ideal sería que los médicos pudieran hacer también tres. Tenemos a mucha población dependiente que no puede acercarse al centro de salud», cuenta el director.
Alejandra Morilla, coordinadora de Cuidados, dice que mantiene una relación de amor y odio con Torreblanca. «Es mi vida y es mi muerte. A mí me ha enseñado las prioridades de la vida, a veces escucho conversaciones fuera de aquí tan superfluas que todo lo que veo a diario en este barrio me sitúa en el mundo y me pone los pies en el suelo acerca de lo que son verdaderos problemas«.
La coordinadora comenta que «algunos compañeros recién llegados, o que no ha trabajado nunca aquí, nos dicen que a la población hay que educarla, cuando en realidad son muchos de los habitantes de Torreblanca quienes en cierto modo nos educan a nosotros en su realidad. Nosotros debemos interpretar sus necesidades y tratar de llevarlos a nuestro terreno para poder mejorar su salud, que es nuestro trabajo«.
No ayuda a esa labor que muchos pacientes se salten consultas programadas, que tengan normalizadas conductas de riesgo para la salud (como el consumo de sustancias), o sólo se acerquen al centro de salud cuando se sienten muy enfermos. Cuadrar todo esto resulta tan difícil que algunos de sus compañeros los consideran «locos» por intentarlo a diario. «Bromeamos entre nosotros diciendo que los sanitarios de aquí tenemos todos una tarita«, cuenta Alejandra, que no piensa arrojar la toalla. Ni ella, ni Inmaculada, ni Javier, ni Sara, ni Rocío, ni Margarita, ni Loli, ni Santiago. Saben que cada día es una batalla y que, si la pierden, intentarán resarcirse al día siguiente. Hemos ganado algunas, dicen, pero aún nos quedan muchas por luchar. Y por ganar.
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