CORONAVIRUS
«Cogí el Covid hace 15 meses, pese a las vacunas, y sigo sin gusto ni olfato y sin poder andar más de diez minutos. Cuando me pongo de pie es como si corriera una maratón»
Macarena Márquez Solís, de 40 años, que debe tomar nueve pastillas al día, siente que su cuerpo ha envejecido 30 años desde que se contagió, aunque los médicos le dijeron que ya no tiene Covid persistente y le dieron de alta en la unidad para atender a las secuelas del Covid que se abrió en el Virgen del Rocío
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El llamado «Covid persistente» (cansancio, fatiga, arritmias, dolores articulares o de cabeza, pérdida de olfato y del gusto, entre otros síntomas), se cebó con muchas personas que se infectaron de coronaviurs durante las primeras olas de la pandemia, lo que obligó a los principales hospitales ... españoles a abrir unidades específicas para atenderlos. La aparición de las vacunas, como reconocía en estas páginas hace algunos días José Miguel Cisneros, uno de los mayores expertos nacionales en coronavirus y jefe de Enfermedades Infecciosas del Virgen del Rocío de Sevilla, redujo de forma drástica la posibilidad de enfermedad grave y, al mismo tiempo, la de padecer estas patologías sobre las que no existe en este momento un consenso científico y que se asocian comúnmente al postCovid. Sin embargo, pese a la efectividad de las vacunas ARN mensajero, que evitaron millones de muertes, a algunas personas vacunadas que se infectaron a principios de 2022 el SARS CoV-3 les ha cambiado la vida. Y no precisamente para bien. Son los casos de las sevillanas Pilar Terceño, médico de Atención Primaria, y Macarena Márquez Solís, escenógrafa y técnico de teatro.
Macarena tiene 40 años y los veinte minutos de conversación que mantuvo con el autor de este reportaje para explicarle su peripecia con el Covid la agotaron tanto que tuvo que tumbarse en un sofá a descansar. Nos lo confiesa al día siguiente junto con el hecho de que no es capaz de andar más de diez minutos seguidos. «Me río por no llorar porque mi cuerpo se comporta como si tuviera 70 años, treinta años más de los que tengo«, dice. Sus problemas de salud se iniciaron en enero de 2022 cuando se infectó. »Yo me había puesto mis vacunas y mantenía todas las medidas de protección yde seguridad a rajatabla, pero a pesar de eso pillé el maldito virus«.
Esta escenógrafa no tuvo fiebre alta y la evolución de la enfermedad no fue grave («he pasado gripes peores»), pero al tercer día de dar positivo en Covid empezó a notar que le faltaba el aire. Fue al centro de salud de El Cachorro, en el barrio de Triana, para ver qué le ocurría, pero su su saturación era buena y la mandaron a casa. «Pasaron los días y esa sensación no se iba. Seguía saturando bien pero un día, sentada, se me dispararon las pulsaciones hasta 150 y tuve que ir a Urgencias, donde me detectaron una arritmia y una bronquitis leve, nada que aconsejara ingresarme en el hospital«.
La mandaron al neumólogo pero no le encontraron nada y le recetaron un inhalador para aliviar esa sensación, pesar de lo cual se seguía asfixiando. Le cambiaron la medicación y no mejoró. No podía subir escaleras ni cargar con peso, algo habitual en su trabajo, y tuvo que reducir su actividad.
Tras varios meses en los que le hicieron varias pruebas, la enviaron a la unidad de Covid Persistente del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. «Allí me dijeron que el Covid persistente no tenía tratamiento y que iban a buscar otras enfermedades que me pudiera haber activado o provocado el virus para tratar de paliarlas«. Tras más semanas de pruebas, le diagnosticaron el síndrome de taquicardia ortoestática postural (POTS, en sus siglas en inglés). «Esto significa que cuando me pongo de pie, mi cuerpo sube de pulsaciones de manera brusca y siente que está haciendo ejercicio, casi como si corriera una maratón. Cuando me detectaron que me faltaba vitamina D y me cambiaron la medicación, mejoré mucho aunque sigo asfixiándome tras diez minutos andando. Ahora tengo días buenos y días malos, y en estos últimos ni puedo llevar mi niño a la guardería«, comenta.
A pesar de ello, dejaron de atenderla en la unidad de Covid persistente del Virgen del Rocío. «Me dieron el alta en octubre diciéndome que no estaba bien del todo pero no tan mal como para seguir como paciente en esa unidad, en fin, que ya no tenía Covid persistente. Desde entonces me apaño con mis síntomas que son fatiga, taquicardia, aunque controlada, pérdida de gusto y olfato, presión arterial alta, dolor en las piernas«.
«Casi un año y medio después, sigo teniendo fatiga, taquicardia, aunque controlada, pérdida de gusto y olfato, presión arterial alta y dolor en las piernas»
Macarena Márquez
Paciente con Covid persistente
Pilar Terceño, una médico de familia sevillana de 53 años, está mucho mejor que Macarena («soy de las que se ha recuperado del todo del Covid», dice aliviada), pero lo pasó muy mal durante bastantes meses. Ella, como todos los sanitarios, fue de las primeras que se vacunó, a pesar de lo cual se infectó en enero de 2022, pese a las tres dosis que recibió. «Pasé el Covid con un cuadro gripal, con fiebre y dolor muscular durante casi nueve días, y cuando pasé la infección quise recuperar mi vida normal pero no lo logré. Iba a la panadería y me ahogaba, no podía andar más de diez minutos y me volvía a casa asustada. En treinta metros me ponía a 150 pulsaciones por minuto y con la saturación de oxígeno a 91. Me estaba ahogando de verdad«, dice. Pilar, que trabajaba en el centro de salud de El Porvenir, se levantaba muchas mañanas pensando únicamente en volver a acostarse, del cansancio y la fatiga extremas con que amanecía muchos días.
También tenía problemas de memoria y de concentración, pero en agosto de 2022, ocho meses después de infectarme y de un tratamiento con corticoides que me hizo engodar mucho, ya me fui ahogando menos. Eso fue gracias tal vez a que suprimí esa medicación. Hasta ese momento estuve muy irritada y frustrada, pero ya en noviembre me sentí bien por completo, como antes de infectarme. Fueron diez meses muy malos que se me hicieron muy largos«.
La irritación de Pilar, producida por su estado de salud y no saber exactamente qué hacer para mejorarlo, se agravó cuando el Servicio Andaluz de Salud no le renovó el contrato en agosto como médico de familia en el centro de salud de El Porvenir. «Estuve teletrabajando seis meses porque no tenía fuerzas para ir al centro y eché una mano con la avalancha de la variante delta y el desastre que fue la Feria de Abril, con tantos contagios. Pero en julio se cerró la posibilidad de teletrabajar por el Covid y tuve que incorporarme; y al cuarto día, en un aviso a domicilio en el Tiro de Línea, en plena ola de calor, tuvo que venir a recogerme mi hija porque no podía con mi cuerpo. Y me tuve que dar de baja. Y después no quisieron renovarme el contrato«.
Antes de eso, le dieron de alta en la unidad de Covid persistente del Virgen del Rocío y la enviaron a una unidad de enfermedad autoninmune, donde también le dieron de alta. «Entonces me di cuenta de que no tenía ningún médico -cuenta- y me fui aplicando a mí misma lo que fui leyendo en artículos científicos sobre suplementos mitocondriales y dietas antiinflamatorias. Y así fui saliendo de este pozo«, cuenta.
Ella no tuvo una infección grave de Covid pero las secuelas fueron peores y le duraron casi diez meses. «Hay gente que tiene Covid grave y no le quedaron grandes secuelas y gente como yo, con un Covid leve sin hospitalizar ni neumonía, que sí. Con este virus nunca se sabe«, dice. Y añade: «Conozco gente que lleva un año y medio sin olfato. Eso es Covid persistente y son todavía muchos los que lo sufren», dice.
«Hay gente que tuvo Covid grave y nole quedaron grandes secuelas y gente como yo, con Covid leve, que las tuvo. Con este virus nunca se sabe»
Pilar Terceño
Médico de familia y paciente con Covid persistente
La Asociación de Pacientes con Covid Persistente de Andalucía cuenta con cerca de 200 socios y casi mil personas en su base de datos. Tienen una cuenta en Facebook llamada Covid Persistente Andalucía y su dirección de correo electrónico es covidPersistenteAndalucia@gmail.com.
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