SANITARIOS
La memoria perdida de la pandemia
Durante la presentación de 'Ni héroes ni mártires', su autor, Jesús Álvarez, periodista de ABC, defendió la medicina humanista que se practicó en la primera ola entre trajes de astronautas y señaló las contradicciones entre los aplausos de las 8 y las frecuentes agresiones a los profesionales sanitarios
Sonrisas y lágrimas en la UCI del Virgen del Rocío: así fue la guerra contra el coronavirus
«Hubo una inflación de noticias del Covid pero faltó contar qué pasó en los hospitales»
![Profesionales sanitarios del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla durante la primera ola de la pandemia](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/02/10/esperanza-uci-rocio_20230210212131-RXj4OK9YMFMFyHOTFcHbFYO-1200x840@abc.jpg)
«Pido que no se olvide lo que hicieron nuestros sanitarios, que no se olvide ese respeto, esa confianza, esa admiración hacia su trabajo que reflejaban esos aplausos de las 8 de la tarde durante la primera ola de la pandemia que ahora parecen tan ... lejanos. Cuando leo una noticia de una agresión, un insulto o una amenaza a un sanitario en una sala de Urgencias o en un centro de salud me acuerdo de esos meses de 2020 y de todas esas personas solas en los hospitales a los que un sanitario daba una mano o prestaba su móvil para que hablaran con sus familiares. Me pregunto si se puede tener tan mala memoria».
Estas fueron las palabras con las que el periodista de ABC, Jesús Álvarez, terminó su intervención durante la presentación en el Colegio de Médicos de Sevilla de 'Ni héroes ni mártires', un libro que relata de forma novelada lo vivido en el Hospital Virgen del Rocío durante la primavera de 2020 a través de los testimonios de quince profesionales del centro. El autor, que fue presentado por Alfonso Carmona, presidente de los médicos sevillanos, y Jesús Aguirre, consejero de Salud durante aquellos durísimos meses, destacó que «médicos, enfermeras, farmacéuticos, auxiliares, celadores, limpiadores y sacerdotes, cada uno desde su responsabilidad, se empeñaron no sin miedo y cierto desconcierto inicial, a la tarea de salvar el mayor número posible de vidas cuando nada se sabía del SARS-CoV-2».
Dijo el autor que «muchos colectivos del Virgen del Rocío aparecen representados en este libro y todos, con sus historias personales, podrían representar un buen mosaico de lo que ocurrió en muchos hospitales españoles entre marzo y mayo de 2020», recordando que «algunos sanitarios perdieron la vida en Sevilla durante esos meses como el doctor Manuel Barragán Solís, el primer médico que murió de coronavirus en Andalucía el 25 de marzo de 2020». Este facultativo, como recordó el periodista y escritor, era amigo personal de Jesús Aguirre, entonces consejero de Salud: «Manuel Barragán era un médico de pueblo que se sabía la vida y milagros de todos sus pacientes y que casi con sólo mirarles a los ojos podía adivinar lo que le pasaban. Una medicina de cercanía, la de toda la vida, que no podemos dejar escapar por la tecnificación, que resulta útil si no pervierte la esencia del acto médico, como bien sabe el actual presidente del Parlamento, porque ésa es la medicina que él practicó antes de que le tocara lidiar como consejero de Salud con un brote de listeria, uno de virus del Nilo y la peor pandemia de los últimos cien años».
«Hubo tanta desinformación y desconcierto que el Ministerio de Sanidad cambiaba los protocolos cada dos por tres y lo que hoy era blanco (no hacen falta las mascarillas), al día siguiente eran negro (son indispensables)»
Jesús Álvarez
Autor de 'Ni héroes ni mártires'
Tal y como se refleja en el libro, Jesús Álvarez recordó en su intervención el pánico de los primeros días y el estrés sufrido por los sanitarios: «En muchos hospitales se empezó diciendo a los profesionales que no se pusieran mascarillas para no asustar a a los pacientes y se acabó diciendo que eran indispensables. Hubo tanta desinformación y desconcierto que el Ministerio de Sanidad cambiaba los protocolos cada dos por tres y lo que hoy era blanco (no hacen falta mascarillas), mañana era negro (las mascarillas son imprescindibles) y así con muchas cosas».
![Profesionales del Área de Enfermedades Infecciosas del Virgen del Rocío](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/02/10/enfermedades-infecciosas-virgenrocio-U76252856613qsH-624x350@abc.jpg)
El limpiador y las máquinas
El autor recordó que un limpiador de Ferrovial subcontratado por el SAS le explicó su rutina diaria y cómo tenía que desinfectar las paredes de las habitaciones. «Me dijo que le parecía surrealista fregar una pared todos los días. Entonces no se sabían exactamente las vías de transmisión del virus y mucha gente en sus casas fregaba las mesas y las sillas todos los días. No fue la única situación surrealista que trajo la primera ola de la pandemia porque el pánico hizo que algunos sanitarios hicieran acopio indebido de las mascarillas que se dejaban libremente en distintas zonas y la dirección tuvo que ponerlas bajo llave, junto con los EPI. Hubo profesionales que se hicieron trajes con bolsas de basura y hubo máquinas en el hospital que expedían pijamas y mascarillas que fueron reventadas en momentos de desesperación por algunos empleados del hospital». «Las mascarillas servían para cuatro horas —añadió— pero no había tantas. Hubo sanitarios que las mantuvieron diez, doce horas, y hasta días enteros porque no encontraban recambios. Y otros que las lavaban como podían para darles un segundo o un tercer uso».
«Un limpiador tenía que fregar las paredes de las habitaciones a diario. Y hubo también robos de material de protección por parte de personas que cayeron presas del pánico»
El autor del libro recordó cómo ahora se han puesto de moda las palabras «humanización asistencial», pero que esa humanización ya se dio en el Virgen del Rocío en la primavera de 2020: «He escrito este libro para que todo lo que pasó no se pierda en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Ojalá dentro de cuarenta o cincuenta años, algún joven que nunca haya escuchado las palabras covid o coronavirus, pudiera conocer gracias a este relato una pequeñísima parte de lo que ocurrió en los hospitales españoles durante esos primeros meses de 2020. Que conociera a través de las palabras de Noelia, de Jorge, de Silvia, de Javier, que hubo enfermeras que pusieron música clásica a sus pacientes melómanos para ayudarles a sentirse mejor en la UCI; que conociera que muchas les dejaron sus móviles para que vieran por una pantalla a sus familiares, o incluso se despidieran de ellos si llegaba la hora de morir; que conociera que hubo celadores, auxiliares, enfermeras, limpiadores, también médicos, que hicieron compañía a los pacientes fuera de su horario laboral; que conociera que enfermeras y auxiliares se ponían cartelitos con sus nombres para que los enfermos los identificaran y los humanizaran dentro de esos trajes de astronautas, y que supieran que estaban allí para ayudarles y para que no se sintieran tan solos; que los curas daban misas por facebook para consolar a los creyentes. Muchas enfermeras, auxiliares y celadores se convirtieron en los familiares de los pacientes Covid. Fueron su mejor medicina, su antídoto contra la soledad. Porque esta primera ola de la pandemia fue también, y sobre todo, una pandemia de soledad».
«Muchas enfermeras, auxiliares y celadores se convirtieron en los familiares de los pacientes Covid. Fueron su mejor medicina porque esta primera ola de la pandemia fue también, y sobre todo, una pandemia de soledad»
![Celadores del Virgen del Rocío con los ramos de flores de agradecimiento que recibieron de los sevillanos por su labor durante la pirmera ola de la pandemia](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/02/10/celadores-virgen-rocio-U13266814057QRk-624x350@abc.jpg)
Jesús Álvarez explicó que una de las enfermeras que protagoniza el libro «le llevaba todos los sábados a a su padre, viudo, la comida de la semana en tapérs que le ponía en el ascensor. Luego le pedía que se asomara al balcón para verle la cara y lanzarle un beso».
También recordó que un celador interino que recibió a muchos pacientes en la planta de Enfermedades Infecciosas (y que tiene un papel protagonista en el libro) decidió irse a vivir a un hotel que le facilitó el centro para no contagiar a sus padres. «Me contó lo mal que lo pasó allí, solo y deprimido, comiendo latas y cosas frías. Algún fin de semana se hizo amigo de Jack Daniels o de Johnny Walker para tratar de olvidar esa soledad».
No fue la única que sufrió esta pandemia de soledad. Otro de los protagonistas del relato, Noelia, una enfermera inspirada en una enfermera de UCI a la que el autor conoció durante la fase de documentación de la obra, le contó que «cuando bajaba las escaleras del garaje para coger su coche e ir a trabajar tenía a menudo la tentación de tirarse por ellas. Afortunadamente no llegó a tirarse nunca quizá porque su deseo de ayudar a sus pacientes Covid fue mayor al de de quitarse de enmedio durante una temporada». «Por el contrario —añadió el autor—, hubo algunos sanitarios, pocos, la verdad, que enlazaron bajas alegando contactos próximos supongo que para no arriesgarse a contagiarse y contagiar a sus familiares mayores, algo insolidario pero que resulta también humano, porque la debilidad es humana. No todos podían ser héroes y algunos de sus compañeros les llamaban «especialistas en cuarentenas»».
Hubo médicos y enfermeros jóvenes, sin embargo, —recordó a continuación— «que voluntariamente decidieron doblar su número de guardias (y el riesgo de contagiarse) para ahorrárselas a sus compañeros de mayor edad, más expuestos a enfermedad grave si se infectaban. Para mí estos jóvenes fueron héroes», dijo. Y añadió: «Creo, en todo caso, que ni ellos, ni los que permanecieron todo el tiempo al pie del cañón, quisieron serlo en realidad; querían hacer su trabajo, ayudar a salvar vidas, curar, cuidar y acompañar, como hacían antes. Y no se consideraban héroes. Pero, ojo, tampoco querían ser mártires y reclamaron trabajar en condiciones de seguridad. Por eso el título del libro: 'Ni héroes ni mártires'».
«Hubo médicos y enfermeros jóvenes que de forma voluntaria decidieron doblar sus guardias para ahorrárselas a sus compañeros de mayor edadd, más expuestos a enfermedad grave si se contagiaban. Para mí fueron unos verdaderos héroes aunque ellos no se consideraban así»
![Profesionales sanitarios con una imagen de la Virgen María Auxiliadora](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/02/10/virgen-arrabal-rocio-U05450472186tZO-624x350@abc.jpg)
La «Policía de los balcones»
Jesús Álvarez aludió a algunos de los problemas mentales que causó esa primera ola «Durante estos dos meses y medio de miedo e incertidumbre muchos sanitarios sufrieron angustia, depresión y otros problemas mentales, como se refleja en el libro. Los psicólogos clínicos y psiquiatras del hospital tuvieron mucho trabajo. Y aún lo tienen.. El confinamiento universal fue muy duro para muchas personas y hubo gente que sufrió enajenación mental transitoria, que se volvió loca, por expresarlo de una forma coloquial«. El autor recordó las imágenes que salieron en todos los telediarios de una mujer que salió a correr sola por un parque cercano a unas viviendas de una ciudad levantina y que fue denunciada por unos vecinos que estaban asomados a los balcones. «Esos vecinos llamaron a la policía y un agente llegó al lugar y le hizo un placaje de rugby a esa chica que estaba simplemente corriendo con su chándal y sus zapatillas de deporte. La detuvieron entre los insultos de algunos vecinos, pero curiosamente no hacia el policía que derribó de forma violenta e injustificada a la mujer sino a ella por correr y saltarse el confinamiento domiciliario. Lo recordareis: los medios de comunicación los bautizaron como» la policía de los balcones». Una locura más provocada por ese confinamiento del que aún sufrimos muchas secuelas fisicas y psicológicas«.
![UCI del Hospital Militar de Sevilla, que atendió a pacientes Covid de toda Sevilla desde febrero de 2021](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/02/10/MILITAR-UCI-U10261721337ruu-624x350@abc.jpg)
Jesús Álvarez recordó que «una de las protagonistas del libro, una enfermera de UCI, confiesa que se saltó ese confinamiento que impuso el estado de alarma (que luego por cierto fue declarado inconstitucional) precisamente para no volverse loca. Ella era corredora y necesitaba salir de casa, así que los días de descanso en el hospital se vestía como si fuera a trabajar y hacía el trayecto desde su casa al Virgen del Rocío sobre una bici en medio de una ciudad fantasma. Si le paraba la policía, decía que iba a trabajar y enseñaba su credencial del hospital. Pienso en las personas que necesitaron salir y hacer lo mismo que ella y que no pudieron hacerlo por miedo a ser sancionadas -añadió-. Y me pregunto si aún sufrirán alguna secuela de ese confinamiento universal que se cobró también otras víctimas colaterales. Me refiero a pacientes con cáncer y algunos enfermos crónicos. También los que sufrieron un ictus y no le dieron importancia o se la dieron cuando ya era tarde. Hubo diagnósticos tardíos por ese miedo a ir al hospital que se cobraron también muchas vidas».
![Uaa sanitaria con un traje de protección contra el coronaivurs confeccionada por ella misma con bolsas de basura](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/02/10/trajesbasura-mascarillas-U77187351888hXa-624x350@abc.jpg)
El autor dijo que le resultaba «llamativo» que hoy «mucha gente vaya al médico, incluso a Urgencias, por mocos o un poco de fiebre y que entonces, en esos meses de 2020, no fueran con un ictus o con un bulto en el pecho. Los centros de salud estaban entonces vacíos y las urgencias de los hospitales tenían la tercera parte de las visitas habituales». Y añadió: «Ese miedo, casi pánico, que se apoderó de muchas personas, trajo otras cosas malas. Vecinos, por ejemplo, de un bloque de viviendas que ponían notas en los ascensores dirigidas a los sanitarios que vivían en esos bloques para que no cogieran los ascensores o pidiéndoles que se fueran a un hotel porque tenían miedo de que les contagiaran. Estos mismos vecinos aplaudían a esos mismos sanitarios a las ocho de la tarde desde sus balcones».
El autor subrayó que los problemas mentales son una de las secuelas que nos ha dejado el coronavirus. «No sólo a los sanitarios, pero a ellos especialmente. El libro es un homenaje a todos ellos porque fueron fuertes, amables y humanos, a pesar de todos sus problemas. Fueron lo bueno que nos trajo la pandemia», dijo.
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