El camino de vuelta de Emaús

Los retiros de Emaús son convivencias de 48 horas que persiguen el encuentro con Jesús Resucitado de quienes participan a través del impacto emocional de diferentes testimonios. A diferencia del sigilo que envuelve cuanto se desarrolla en la casa de ejercicios de Betania desde la tarde del viernes en que suelen comenzar, la misa -como no podía ser de otro modo- es abierta a todos cuantos quieran acudir.

¡Y vaya si quisieron! La iglesia estaba a rebosar (un altavoz permitía seguir la ceremonia desde fuera) con familiares y amigos (muchas, cónyuges que los habían empujado al camino) de los retirados que los saludaban, los besaban y los fotografiaban con una alegría desbordante y contagiosa. A ello contribuía enormemente la música, pegadiza al máximo, cuyo ritornelo coreaban todos al unísono al compás de tres guitarras y dos cajones para acompasar el ritmo.

El otro detalle harto elocuente era el blanco de los polos y camisetas que mujeres, hombres, jóvenes y adolescentes vestían para recibir a los participantes en el retiro y sus 'servidores', todos ellos con los polos corporativos -por así decirlo- que tienen bordada una cruz con una rosa para la indumentaria masculina y una cruz con una mariposa para las prendas femeninas.

La misa empezó pues entre el entusiasmo lógico de la asamblea, mayoritariamente compuesta por fieles que han 'caminado', que es la expresión propia para haber participado en uno de estos retiros. Es decir, el celebrante -también él 'caminante' hace un par de años- oficiaba a favor de querencia. También los tres concelebrantes, dos de ellos participantes en el retiro recién concluido.

El altar está exento del retablo pero el pasillo es tan estrecho que difícilmente permite los cruces entre los sacerdotes a la hora de los mementos (recordatorios) en la plegaria eucarística. Como además se sumaba un servidor del altar y tres lectores, el presbiterio no daba más de sí. Realmente, parecía como si los presbíteros se estuvieran moviendo en dos dimensiones, formando parte del espectacular retablo con escenas de las vidas de los dos juanes: el Bautista y el Evangelista.

La homilía fue breve y ajustada al Evangelio del día, animando a los 'caminantes' a dar la vida a imitación de Cristo, que se dona a sí mismo, su pan y su alegría en cada eucaristía. A la hora de la acción de gracias, el padre Emmanuel Kan OCarm, francófono, comenzó a desgranar su testimonio con tanto lujo de detalles que un siseo creciente se adueñó de la iglesia hasta que el servidor del altar le recordó al oído las tres reglas básicas del retiro de Emaús. Con una amplia sonrisa, resumió su experiencia de modo impecable: «Siento que he resucitado, que mi fe ha renacido». La estruendosa ovación subsiguiente acreditó que recogía el sentir de muchos de los presentes.

Tras la misa, las fotos, más abrazos y muchas sonrisas por la experiencia vivida… y custodiada en silencio.