De la misa la media
A salvo de la marea en San Gil
Iglesia en sevilla
La solemnidad de la Divina Misericordia tuvo en San Gil ecos de celebración íntima, con pocos fieles y sin ningún alarde, casi como si se tratara de una ermita en medio de la ciudad
![Celebración de la Eucaristía en la parroquia de San Gil, en la Macarena](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/04/11/misa-san-gil-Rv105Y7qVdlX1aHUtXewcwM-1200x840@diario_abc.jpg)
Misa en la parroquia de San Gil (Macarena)
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Templo: parroquia de San Gil
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Fecha: 7 de abril
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Hora: mediodía
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Asistencia: 36 personas
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Preside: Pedro Benítez Calderón
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Exorno: popurrí de flores sobre el altar y en el ábside
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Música: espontánea de la asamblea
Fueron los únicos 35 minutos (la duración exacta de la misa dominical) en que este cronista no vio las omnipresentes camisetas rojiblancas que protagonizaron el fin de semana en la ciudad: las había a mansalva pared con pared desayunando para reponer fuerzas tras la final ... copera y pululando por el Arco, pero no se vio ninguna dentro de la parroquia macarena por antonomasia.
A salvo de la marea rojiblanca, la solemnidad de la Divina Misericordia tuvo en San Gil ecos de celebración íntima, con pocos fieles y sin ningún alarde, casi como si se tratara de una ermita en medio de la ciudad, con aire de pueblo en el que el párroco se pasea por los bancos antes del inicio e invita, con toda naturalidad, a hacer la colecta o a proclamar las lecturas.
A propósito de lecturas, en los avisos parroquiales, el celebrante anunció un curso de tres horas destinado a formar lectores para las misas; pero a tenor de cómo proclamaron las dos personas que lo hicieron en la del domingo, no les hace falta para nada: entonación, tono, dicción clara, voz amplificada… nadie puede decir que no se enterara.
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El curso en cuestión cuesta diez euros, aunque el oficiante se confundió y dijo «diez duros», desliz que toda la asamblea entendió sin necesidad de explicarlo; si hubiera dicho reales, también lo hubieran pillado. Por ese detalle, y por otros, se nota que la parroquia de San Gil es la hermana pobre de ese foco de la religiosidad popular que es la Macarena. A la salida del templo, un pasquín sobre la urna solicita donativos con un mensaje algo desfasado, apelando a la pandemia y a la reducción de estipendios.
El adjetivo desfasado conlleva una curiosa polisemia generacional. Lo que los jóvenes entienden por él no tiene nada que ver con lo que intuyen los mayores de, pongamos, cincuenta años. Así que, en honor a los fieles, quedémonos con la acepción más antigua del término para definir la eucaristía dominical en San Gil. Todo tenía ese aire demodé de lo que se viene haciendo como siempre durante toda la vida… de Dios.
Y ello, a pesar de que el altar (una enorme mesa cuadrada) se ha bajado del presbiterio (donde el abad eremita ha cedido protagonismo a un icono de inconfundible estética neocatecumenal) hasta el nivel de los fieles buscando cercanía en la cincuentena pascual. Lo que se gana en proximidad se pierde en reverencia, ¡hay que ver lo que cambian tres escalones!.
Algo parecido ocurrió con la homilía del párroco, muy concisa y sin meterse en honduras. No pasará a los anales, vamos. Pasó de puntillas por la fiesta de la Divina Misericordia (tan reciente como que es del año 2000) y se centró en las dudas de fe de Tomás después de algunas idas y venidas sin rumbo fijo en torno a la segunda lectura y a la frase de Santa Teresa «sólo Dios basta». Sólo reseñaremos su referencia a una «fe adulta», considerando «cómo vivo yo la fe, cómo me llama el Señor a tener confianza plena en Él y no esperando nada a cambio». El final fue tan abrupto que tuvo que invitar a la asamblea a ponerse en pie para recitar el credo.
En resumen, eucaristía en familia muy participada por la asamblea sin mayor boato ni menor decoro. ¡Pero sin tíos en camiseta entrando a echar un vistazo! Menos mal.
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