Episodios locales
Una boda en Sevilla por todo lo alto
La asociación San Valentín cuyos auspicios corresponden al conde de Halcón propició la boda simultánea de veintiséis parejas en la Catedral el 14 de febrero de 1963 antes de adjudicarles sus pisos
Los recién casados, a pie por la calle Sierpes, en la que fue portada de ABC del 15 de febrero de 1963
Merece la pena que este episodio arranque con las mismas palabras de la crónica en que se daba cuenta de la boda simultánea de veintiséis parejas en el Catedral por iniciativa de la asociación San Valentín, que presidía el conde de Halcón: «Veintiséis flechas ... de oro, lanzadas por Cupido con su arco de fresno, encendieron inextinguible pasión en sus corazones». Después de eso, a ver por dónde tirar.
El itinerario está marcado en la crónica de la jornada: la Avenida, Alemanes, Placentines, Hernando Colón, Plaza Nueva, Tetuán, Pedro Caravaca, Campana y Sierpes hasta llegar al Círculo de Labradores donde se agasajó a los nuevos esposos con una fiesta en sus salones sociales. La Policía Armada y la Municipal escoltaban el tránsito de las veintiséis parejas, cada una en su coche, en una comitiva que abría un jeep policial.
La ceremonia nupcial con las veintiséis parejas (a última hora, una decidió casarse en su pueblo) transcurrió en la Catedral, oficiada por el cardenal Bueno Monreal, ayudado por el deán y el arcediano. Boda de ringorrango, con el primer templo abarrotado. Las crónicas no especifican si en el cielo se alquilaron balcones.
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En el Círculo de Labradores se sirvió a partir de las 13.17 en que llegaron los matrimonios una «copa de vino español» y algunas «fábricas han contribuido al acto con sus productos»; la luna de miel para todos los recién casados consistió en un viaje a Cádiz el domingo para presenciar las «fiestas típicas», eufemismo con el que el régimen escondía el Carnaval, siempre tan ingobernable.
Fue un día de júbilo para los novios, entre 21 y 40 años todos, la mayoría con oficios manuales, pero, sobre todo, constituyó una jornada de gloria para el conde de Halcón, Antonio Halcón y Vinent, presidente de la Diputación a principios de siglo, diputado a Cortes por varios distritos y tres veces regidor de Sevilla que se ganó el calificativo popular de «alcalde palanqueta» por su insistencia en los derribos (los caños de Carmona, sin ir más lejos) para hacer ensanches.
Cordón policial
Un jeep de la Policía Armada abría paso a la comitiva, que hizo el último trayecto a pie hasta el Labradores
Presidente perpetuo del Real Círculo de Labradores, disfrutó de la gratitud de las parejas a las que había ayudado. A cada una le regaló un crucifijo en el banquete nupcial «para que de rodillas ante Cristo pidáis cada día que os conserve el amor a Dios, a España y a vosotros mismos», según había explicado el general Merry y Ponce de León, al que apearon del nomenclátor, antes de gritar eufórico: «¡Viva el conde de Halcón!».
La asociación sevillana San Valentín había sido un invento del año anterior del conde para favorecer que parejas con pocos recursos pudieran casarse antes de acceder a un piso que les proporcionaba el Real Patronato de Casas Baratas mediante sorteo. El conde de Halcón no cabía en sí de gozo: «Con la ayuda del Gobierno y de los sevillanos repetiremos este acontecimiento». Pero su muerte en octubre desbarató los planes.
Al menos aquel San Valentín, sonó la marcha nupcial de Mendelssohn, comieron perdices y (se supone) que fueron felices.