DANIEL ARIAS ARANDA
«Mis alumnos no leen periódicos ni saben quién es Elon Musk. Son víctimas del sistema y de la pedagogía del entretenimiento»
El catedrático Daniel Arias Aranda, que incendió Linkedin con su carta «No enseñamos, engañamos», asegura que si aplicara el nivel de exigencia de hace diez años en su universidad, «tendría que suspender al 80 ó 90 por ciento de mis alumnos»
«Hay alumnos universitarios que han traído a sus padres a las tutorías y otros que los han llevado a entrevistas de trabajo»
El catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Granada, Daniel Arias Aranda provocó una explosión en las redes con una carta abierta en Linkedin donde cuestionaba el nivel del alumnado universitario. El escrito de este veterano docente, que tiene una trayectoria ... de más de veinte años en la universidad pública, se titulaba «No enseñamos, engañamos» y fue leído por más de 700.000 personas en Linkedin y más de 300.000 en Twitter.
-¿Se esperaba esa reacción cuando la escribió?
-Sinceramente esperaba que la leyeran diez o doce personas. Yo he sido el primer sorprendido.
-¿Cuántas reacciones positivas y cuántas negativas?
-Diría que un 90 por ciento favorables y un 10 por ciento desfavorables.
-¿Hay alguna reacción que le haya llamado especialmente la atención?
-Destacaría que la mayoría de la gente que ha criticado mi carta lo ha hecho con educación. Todas las que expresan el rechazo a mi carta con argumentos, las leo con interés. Las que no, no las leo.
-¿Cuál es el colectivo profesional que más se ha interesado por su contenido?
-El de los profesores de Educación Secundaria.
-¿Son ellos las principales víctimas del sistema educativo cuyos resultados describió en esa carta?
-Sin duda. Ser profesor de instituto tiene que ser muy duro en este momento en España. Tengo testimonios aterradores de jóvenes profesoras con tratamiento por depresión y ansiedad. Ellos son las principales víctimas del sistema educativo español. A diferencia de los profesores universitarios, nosotros estamos con alumnos mayores de edad y tenemos otro margen de maniobra, pero ellos tienen que quedarse en clase y comérselo todo. No me lo puedo ni imaginar.
¿De dónde arranca todo esto?
-En la universidad lo venimos observando desde hace una década, más o menos. Durante la pandemia yo di mis clases a una pantalla prácticamente en negro porque los alumnos no encendían sus cámaras ni apenas nadie preguntaba nada. Tenía la esperanza de que pasada la pandemia la cosa mejorara, pero tal cosa no ocurrió. Yo creo que los alumnos no son conscientes de lo que ocurre ni de su situación.
-¿Las notas de las pruebas de acceso a la universidad (PAU) están infladas?
-Para afirmar eso me baso en un artículo periodístico que recogía un estudio muy riguroso sobre este asunto. Cuando yo hice la Selectividad y se valoraba de 1 a 10, sacar un 8,5 era una nota muy buena. Yo no conocía a mucha gente que sacara esa nota y, menos aún, que se acercaran al 10. Desde que se valora de 1 a 14 hay muchos que sacan un 10, o más; y tampoco es raro sacar un 13, incluso más. No puedo afirmarlo científicamente pero tengo la impresión de que un 13 de ahora es como un 7 de antes, es decir, algo relativamente sencillo de lograr.
-¿Son, pues, esos alumnos que sacan de 10 para arriba menos brillantes de lo que se creen?
-Sí. La percepción que tienen de sus conocimientos, quizá por comparación con los demás alumnos, es superior a la situación real. Al menos a los de las generaciones anteriores con esas mismas calificaciones.
-Felipe González fue el primero que habló de «la generación de jóvenes mejor preparados de la historia de España», coletilla que han repetido posteriormente quienes le sucedieron en el cargo y muchos ministros de Educación. ¿Es también una percepción tan inflada como las notas de Selectividad?
-Creo que es la generación que dispone de mayores recursos de toda la historia, puesto que tiene el conocimiento en la punta de sus dedos. Pero esos dispositivos digitales pueden utilizarse para el conocimiento o para el entretenimiento y, por desgracia, el uso predominante es este último. Es como si a un niño le pones un plato de lentejas o unos donuts: se va para los donuts. Está claro que son más dulces y están más ricos.
-O sea, que no estamos, en su opinión, ante «la generación mejor preparada de la historia».
-Si lo fuera, nadie habría leído mi carta y todos habrían dicho que estoy chalado. Si lo han leído 700.000 personas es porque existe un problema.
-¿Los alumnos que tiene ahora van a tutorías, preguntan en clase?
-No. Ninguno va a tutorías y sólo de vez en cuando alguien pregunta algo. Es bastante raro que eso ocurra. Yo llevo muchas veces los periódicos a clase, en los que salen noticias que confirman lo que yo les cuento en mi asignatura. Y resulta sorprendente que cuando comento en clase la noticia de que Elon Musk ha comprado Twitter nadie sepa quién es Elon Musk. Te quedas fuera de juego.
-¿Sus alumnos no leen periódicos, ni siquiera prensa económica?
-No, salvo los cuatro o cinco de siempre. Los que destacan. Los demás quizá tampoco vean telediarios, ni siquiera los titulares.
-Usted dice en esa carta que los profesores universitarios no están enseñando sino engañando a los alumnos.
-Escribí esa carta para que quedara constancia de lo que está pasando. He recibido críticas en las que se me pide que deje la universidad «para dejar de engañar a los alumnos». Pero si quisiera engañar, me habría callado como tantos otros profesores y tiraría para adelante. Mi carta no es un ataque a los alumnos y no digo que ellos no valgan para nada; todo lo contrario, señalo sus debilidades para que las puedan solucionar. Pero hay que admitir la realidad.
-¿Los alumnos son tambien víctimas también del sistema educativo?
-Sin duda, ellos son las mayores víctimas del sistema. No tienen la culpa de sus limitaciones. Es el sistema educativo. ¿Son los alumnos coreanos más listos o inteligentes que los españoles? No, es el sistema. Tampoco son peores que los que estudiamos hace veinte o treinta años. En este país hemos cambiado la ley educativa prácticamente en cada legislatura desde la época de la Transición. Haría falta un pacto educativo de todos los partidos, o al menos los más importantes, para darle estabilidad y calidad al sistema.
-Se han ido quitando asignaturas básicas de Humanidades en los institutos. ¿Se nota mucho en la Universidad?
-Sí, por ejemplo, la filosofía. Y esa consideración negativa de todo lo que acaba en «ismo» también se nota en la universidad. Mis hijos se saben mejor el himno de Andalucía que el de España y con todo eso, y lo que hemos comentado antes, hemos llegado a donde estamos.
-Ramón Espejo, catedrático de Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla, aseguraba hace unos meses en una entrevista con ABC que «la pedagogía progresista ha llevado a la infantilización de los alumnos». ¿Está de acuerdo?
-Sí, aunque diría que los alumnos llegan ya infantilizados de casa. Como profesor yo tengo dos opciones: situarme en el nivel que tenía la universidad hace diez o quince años, en cuyo caso el porcentaje de suspensos no bajaría del 80/90 por ciento; o adaptarme a su nivel actual de conocimientos con la esperanza de tirarlos un poco hacia arriba.
-Usted defiende la «clase magistral», algo que esa «pedagogía progresista», considera anacrónico o directamente retrógrado.
-Pertenezco a una asociación de profesores universitarios que nos reunimos periódicamente para hablar de métodos educativos y veo que se habla mucho de innovación educativa. Yo veo muy bien innovar pero soy de los que sigue pensando que la mejor forma de aprender para los alumnos es la clase magistral, puesto que garantiza el contacto directo entre el profesor y el alumno. No hay ningún intermediario ni un teléfono móvil ni ningún otro dispositivo o plataforma entre el profesor y el alumno. A mí me gusta que los estudiantes hagan sus exposiciones directamente y no que me manden un trabajo por correo electrónico.
-Decía en la carta que el nivel habitual de los trabajos universitarios que recibe es el de «un teatrillo de Navidad de Primaria». Supongo que le habrán criticado mucho en las redes sociales por haber dicho tal cosa.
-Pues no demasiado. El caso es que muchos trabajos son copia y pega de Internet, de sitios como «el rincón del vago». A los alumnos quiero verlos frente a frente, toreando en la plaza. El uso del «kahoot» puede ser divertido y entretenido de forma puntual, pero no creo que sea adecuado, como hacen algunos compañeros de la Universidad de Granada, utilizar una metodología tipo «La guerra de las galaxias». Quizá alguna asignatura universitaria pueda admitirlo, pero en una carrera de Economía como la mía no lo veo. Tampoco me imagino un profesor de Anatomía Patológica utilizar una metodología tipo «Los Simpson».
-¿Cómo calificaría el nivel del profesorado universitario?
-Yo veo profesores jóvenes, relativamente bien formados, pero demasiado preocupados por las nuevas metodologías de enseñanza. A mí no me parecen mal las nuevas metodologías pero en cuanto se cruza la frontera de enseñar para tratar de entretener, el profesor se convierte en otra cosa. Yo prefiero las exposiciones orales en clase y poder preguntarles a los alumnos.
-¿Tienen sus alumnos problemas para expresarse?
-Tienen, en general un vocabulario limitado y hay palabras como «inequívocamente» de la que muchos desconocen su significado. Normalmente esto lo descubro en los exámenes, que es cuando te lo suelen plantear. También utilizan casi siempre los mismos verbos como ser, estar, hacer. No tienen la riqueza de lenguaje que debería tener un universitario.
-¿La aplicación de esta «pedagogía del entretenimiento» es compatible con la transmisión de conocimientos imprescindibles para los alumnos?
-Esta pedagogía del entretenimiento se ha puesto muy de moda y se prescribe que el profesor debe ser motivador. Yo esto lo entiendo en un profesor de Infantil y Educación Primaria, incluso en uno de Educación Secundaria, hasta cierto punto. Pero no creo que a un alumno universitario, mayor de edad, que se matricula en una carrera académica, los profesores debamos estar dándole constantemente estímulos ni ser especialmente «entretenidos». Eso convertiría al profesor en algo diferente a un emisor de conocimiento. Está muy de moda hablar de profesores como «dinamizadores de conocimientos», pero creo que hablamos en realidad de profesores «entretenedores». Y no creo que la Universidad esté para eso, para animar a los alumnos si están deprimidos y ponerlos a jugar con el móvil o con una tableta. Yo no estoy para entretener a mis alumnos sino para enseñar.
-Será consciente de que hay muy pocas voces como la suya en España. Yo sólo he escuchado hablar así, de forma pública, a dos catedráticos, a Ramón Espejo y a usted. ¿Existe una especie de «lobby» en España que intenta, con bastante éxito, que no se ponga en cuestión esta pedagogía del entretenimiento?
-No sé si llamarlo «lobby» pero existe una poderosa corriente de pensamiento que entiende la educación como algo que no requiere demasiado esfuerzo y que debe ser entretenida y contribuya a la felicidad y cosas así. A ver, yo quiero que todo el mundo sea muy feliz pero cuando tienes que aprender Economía y sentarte a hacer derivadas, no se puede ser feliz. Creo que a nadie le puede hacer feliz derivar. Pero es que hay que hacerlo así, no se puede enseñar de otra manera. Los fundamentos de la gestión de inventario tienen fórmulas matemáticas áridas, como la resistencia de materiales que estudian los ingenieros aeronáuticos. Con esas fórmulas nadie se puede entretener ni sentirse feliz, pero esas fórmulas son como son y hay que explicarlas. Y no puedo hacerlo cantando una canción.
-¿Los profesores de la universidad pública se ponen de perfil ante esta realidad?
-La mayoría me han dicho tras publicar mi carta que lo que yo decía es lo que dicen todos ellos en la cafetería de la Facultad.
-Pero no se atreven a decirlo públicamente...
-A mí nunca me van a apoyar los rectores ni los cargos académicos, pero el decano de Relaciones Laborales de la Universidad de Granada ha escrito una carta muy valiente en la que advierte de la sobreprotección de los padres a sus hijos y de que esa actitud les perjudica. Hay que caerse y levantarse. No podemos vivir la vida de nuestros hijos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete